Por: José Heriberto Holguín Bejarano

Si nos detenemos a realizar un estudio exhaustivo inductivo, deductivo, analítico, sintético y dialectico del ser humano latinoamericano, concretamente el colombiano, llegamos a la conclusión de sus grandes capacidades de resistencia física, mental, espiritual, es decir, dentro de su resiliencia, entendida como el proceso de adaptación a la adversidad, a un trauma, a tragedias, amenazas, o fuentes de tensión significativas, tales como:

problemas familiares o de relaciones personales, problemas serios de salud o situaciones estresantes del trabajo o financieras, posiblemente adquirido por el sometimientos a los amos durante muchos años de dominación de los mal llamados conquistadores y colonizadores que dejaron como legado un lastre de sometimiento cultural al poder de reyes, virreyes, presidentes, con sangre de color ideológico azul, con una tara de autoridad discriminatoria a la diferencia a indios, negros, mestizos, mulatos, zambos y todo lo derivado de las mezclas diferentes, que al no poseer la sangre azul de los antes mencionados, es discriminada porque perdura en el inconsciente de los que tienen el poder ideológico, como el programa mental en el sentido de que el resto proviene de simios, como es el caso de los negros quienes por tener sangre roja, pertenecen al grupo de “los que sobran” en la sociedad, cargando con la misma suerte los despojados, los empobrecidos por el sistema hasta el punto de considerarlos como desechable.

Lo más típico, es que los descendientes de esos esclavistas se sienten como la autoridad de gritarles hoy en día: “trabajen vagos”. Pues sucede que esos vagos, pueden ser los presidentes de hoy cuando sean capaces de comprender que dentro de ellos existe un gigante dormido que cuando despierten de ese sueño de los 500 años de soledad, ya no van a buscar minas de diamante a otras partes, porque se están dando cuenta que estamos parados en la riqueza de dichas minas que están en ese gigante dormido que habla Frederick Faust, en “Mapa para triunfadores”. Si y sólo si, hacemos conciencia que a medida que vamos creciendo en el espíritu de la verdad, nos descontaminamos, y salimos de la limitación, de la deformación programada que llegó a formar parte de la cultura de la educación para la dominación donde los conceptos, aforismos y palabras de derrota, prohibición y restricción, se han convertido el pan de cada día. Es la razón por la cual, los medios de desinformación de los dueños del actual poder, manifiestan: “eso no se puede, siga así y verá lo que le pasa”, eso no se va a lograr, eso no se consigue”, ¿conque plata va a hacer esos cambios? Es el mismo disco rayado de cada periodo presidencial que solo se lo interrogan a los grupos que presentan una política de cambio social. La respuesta es evidente: DE LAS TIERRAS Y DINEROS ACUMULADOS EN PARAISOS FISCALES, ROBADOS, SAQUEADOS DURANTE LOS AÑOS DE PERMANENCIA DE LA DERECHA EN EL PODER. Por eso se resisten a que se destapen las ollas de la podredumbre del narcotráfico paramilitar liberal-conservador.

“El grito del pueblo de los perdedores, es ahora el gemido del gigante dormido en cada persona consciente del cambio, de lo contrario estamos perdidos. Por eso es importante resistir, persistir, e insistir.

Faust nos hace una invitación a sacudir, zarandear, apalear al gigante dormido para que despierte y salgamos de la concha y hagamos uso del cerebro en su plenitud para conocernos a nosotros mismos; para ello es necesario tener clara nuestra misión, cuando nos atrevemos a pensar y conocer, porque el conocimiento da poder y si hemos caído, estudiemos el cómo levantarnos pensando en que lo vamos a lograr. No solo pensemos en la semilla germinada, visualicemos el árbol que sembramos.

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