POR: NICO DUBA
Valledupar es la fuente inagotable de mis crónicas . Mi musa literaria rica en anécdotas, vivencias y acontecimientos que sin la molestia del rigor histórico me sirven para transmitir mi pensamiento en varios aspectos . El escrito de hoy hace referencia al odio electoral manifiesto en los muros de destacados vallenatos contra Petro. Odio electoral al que no le encuentro justificación alguna y cuyo argumento principal es el pasado guerrillero del candidato y la supuesta amenaza que representa por ese pasado ideológico .
Nada más alejado de la realidad que lo alegado y menos cuando el argumento se cae de su propio peso al revisar la historia vallenata en cuestiones de simpatías y de amores guerrilleristas.
Valledupar , el macondo auténtico, el territorio en el que Jose Arcadio desposó a su prima Úrsula Iguaran, a pesar del temor que tenía de procrear un hijo con cola de cerdo por su familiaridad con su amada, es un lugar donde se han producido otros amoríos no menos importantes. Uno de esos amoríos es el de la sociedad vallenata con la guerrilla en épocas pasadas.
Creo que en ningún lugar de Colombia la guerrilla alcanzó la connotación social que tuvo en Valledupar. El romanticismo y el afán de figuración al lado de guerrilleros empoderados fue evidente. La guerrilla penetró a las más altas esferas de la mal llamada sociedad vallenata hasta el punto de convertirla en su bastón social para generar simpatía y admiración por algunas de sus figuras destacadas como Pizarro, Simón Trinidad, Ospicio Baquero, Medina y otros.
Si Pizarro no hubiera muerto, hoy sería el Alvaro Uribe de los vallenatos y hasta se hubiera podido emparentar con alguna dama vallenata. El arribismo social de mis paisanos da para amar o para odiar según el interés político , económico o empresarial que nos amerite el cliente.

A Petro le tocó la peor parte. Apareció en la escena vallenata un poco tarde porque antes de aparecer él, ya había llegado el romanticismo paramilitar , el enemigo de los amoríos de los vallenatos con la izquierda. Fue tan nefasta la llegada de los paracos que algunos miembros de la sociedad fueron asesinados por su manifiesta amistad con los subversivos, razón que además sirvió de justificación para el asesinato de prosperos comerciantes y de destacados profesionales que no disimulaban su simpatía con las ideas socialistas .
La simpatía de los Vallenatos por la guerrilla se convirtió en odio y ese odio hoy es el pan de cada día de la contienda electoral. El argumento final de cualquier controversia de tipo electoral para descalificar a Petro es sindicarlo de guerrillero.
Yo, que conozco el “taconeo del club Valledupar”, como dicen algunos para darse ínfulas de vallenatólogos, me hago cruces al ver tanta hipocresía y tanta doble moral en algunos que ahora despotrican del candidato y lo descalifican por sus ideas pasadas. Hasta hace no pocos años solían sentarse a manteles con guerrilleros y los mostraban como sus nuevos amigos en todos sus círculos sociales .
Del romanticismo guerrillero pasamos al romanticismo paramilitar y ahora al odio electoral contra Petro. Afortunadamente son pocos los personajes protagonistas de este caracol de simpatías, todos de poca importancia como decía Diomedes, para descalificar al abogado que lo quiso extorsionar.
Los Vallenatos que simpatizamos con la inteligencia y las tesis de Petro para lograr un mejor país somos más. Ya lo demostramos en la elección de la primera vuelta y lo vamos a reafirmar el domingo en las urnas .
Me abstengo de mencionar nombres de vallenatos de doble moral, simpatizantes y promotores de guerrilleros en tiempos pasados y ahora recalcitrantes enemigos de Petro, para no particularizar el escrito. Prefiero el relato anónimo que muestra una realidad conocida por todos.
Petro presidente!