Por: Juan Hernández Machado, miembro de la Unión de Historiadores de Cuba

Cuando se analiza la situación de los países de Nuestra América y sus perspectivas, nos damos cuenta que como todo en la vida, nada es totalmente  blanco o negro, sino que hay muchos matices.

La experiencia de más de doscientos años conviviendo con nuestro vecino del norte ha convencido a muchos, sobre todo a los pueblos, de quién es realmente el Tío Sam. Disgustarlo o ir en contra  de sus designios es una tarea de héroes, porque como dice un buen amigo nuestro, cuando uno disputa con el guapo del barrio hay que esperar las consecuencias.

Y es que la historia nos enseña que aunque disputemos o no, siempre vamos a sufrir las consecuencias de las políticas agresivas, usurpadoras, intervencionistas, desleales a los acuerdos regionales firmados por ellos mismos, que tienen el único objetivo de mantener a Nuestra América como su dominio absoluto en el mayor sentido de la palabra.

Latinoamérica y el Caribe han cambiado mucho en estos dos últimos siglos y, afortunadamente, también nuestra historia de los últimos 60-70 años demuestra que es posible enfrentar a ese guapo del barrio, contenerlo y hasta derrotarlo cuando se trata de la defensa de nuestra soberanía e independencia.

Sin embargo, no debemos llamarnos a engaño sobre su fortaleza y capacidad para hacer cumplir su voluntad.

Con el mayor respeto a quienes  hace mucho tiempo hablan de que el imperialismo y el capitalismo como sistema, y su máximo representante en nuestra región, nuestro guapo del barrio, los Estados Unidos de América,  están acabados, que están en su lecho de muerte y manifiestan otros planteamientos similares, lejos de ayudarnos nos hacen daño porque nos confunden.

Nuestro enemigo sigue siendo  fuerte y tiene todos los medios necesarios- que nosotros quisiéramos tener- para tratar de destruir todo lo que huela a progreso en Nuestra América, tanto  por los métodos antiguos, mediante el recurso de las armas, o a través de la guerra mediática, los odiadores, las redes sociales y todos esos nuevos elementos de la modernidad.

Sin embargo, es alentador ver que en los últimos años las ideas del progreso, del verdadero bienestar de los pueblos, del desarrollo sin interferencia imperial, se han ido imponiendo en varios países que avanzan con la frente erguida y se enfrentan a nuestro norteño vecino, en p os de cumplir los ideales de unidad e integración que nos dejaron nuestros próceres.

Pero también hemos sido testigo de cómo ese poder al que hacíamos referencia, utilizando métodos diferentes en cada ocasión, ha lastrado esos procesos. Algunos han sido totalmente detenidos, otros lo fueron por un tiempo y vuelven ahora a levantarse pero tienen que  comenzar a caminar desde el principio porque deben  resolver todos los males que en el ínterin  les ocasionaron. En otros lugares, los pueblos observan todo lo qué sucede pero no se ve una decisión a arriesgarse a enfrentar al poderoso y luchar por su verdadera independencia.

Ejemplos sobran.

En Argentina un Mauricio Macri fue electo por el pueblo y durante su mandato revirtió las medidas progresistas del gobierno de Néstor Kichner; en Brasil le dan un golpe diferente a Dilma  Rouseff, logran encarcelar al compañero Lula da Silva utilizando  cargos fraudulentos y es elegido en   elecciones el nefasto   Jair Bolsonaro, quien llevó al país a la perdición durante su mandato; Lenin Moreno, en Ecuador, traiciona a la revolución ciudadana que el mismo defendiera siendo vicepresidente y pone a su  país abiertamente al servicio de Estados Unidos; con el apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA)  se da un golpe de estado al compañero Evo Morales en Bolivia y ese pueblo tiene que vivir un negro período en su historia después de todos los avances que habían logrado; y, para no cansarlo amigo lector, en Colombia un Iván Duque gana las elecciones y dirige  durante un período, también nefasto en la historia de ese país, donde centenares de aquellos que firmaron la paz y entregaron sus armas confiando en la reconciliación entre hermanos, fueron asesinados impunemente sin que su gobierno hiciera absolutamente nada  por cumplir los acuerdos alcanzados.

Afortunadamente, los argentinos recapacitaron y se dieron un gobierno de vergüenza, aunque el mismo sufre a diario de trampas  que le dificultan lograr lo prometido y que llevaron al intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Fernández; Lula tuvo que ser liberado- al comprobarse la falsedad de las acusaciones en su contra- y el pueblo lo llevó de nuevo al poder, pero a solo días de su ascenso ya le preparaban un golpe para destituirlo; el pueblo boliviano no aceptó el golpe y eligió en las siguientes elecciones  a Luís Arce, del Movimiento al Socialismo (MAS),  para dar continuidad a lo logrado durante el gobierno de Evo en ese país.

Lo más  sorprendente para muchos: el pueblo colombiano eligió a Gustavo Petro en  las últimas elecciones presidenciales, con la esperanza de  que pueda lograr, primero la tan ansiada paz  y, luego, ejecutar un plan con  la colaboración de  todos, que permita a ese hermano pueblo tener el progreso que   necesita.

Pero no todo es color de rosas.

Ya no está Lenin Moreno, pero el presidente Guillermo Lasso, electo también  por el pueblo ecuatoriano, realmente ha hecho bastante poco para que su gestión  pueda ser calificada de  positiva para  ese mismo pueblo.

Pedro Castillo en Perú, la esperanza del cambio, que fuera electo en el 2021,  no pudo prácticamente gobernar debido a todas las trampas y zancadillas interpuestas por la reacción interna que responde al gobierno estadounidense.  En sus últimos momentos, equivocadamente,  recurrió a la OEA para que comprobara la  justeza de sus actos y hoy languidece en una prisión después de un golpe parlamentario en diciembre del 2022.

Podemos preguntar, ¿por qué sucede esto?

Ya no es un secreto, por mucho que la maquinaria de propaganda imperialista intente negarlo, que la política de “divide y vencerás” ha sido la favorita de los países capitalistas, fundamentalmente del “siempre y bien ponderado” vecino del norte, los Estados Unidos de América,  para mantener su hegemonía  en el mundo.

Anteriormente,  la estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA)   tenía un manual secreto por el que se guiaba para inmiscuirse en los asuntos internos de países, derrocar gobiernos que no le complacieran al incumbente de la Oficina Oval en ese momento y hasta eliminar a dirigentes progresistas.

El derrocamiento del gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala; el bloqueo, la invasión por Bahía de Cochinos y todas las medidas posteriores para tratar de destruir   a la revolución cubana; las dictaduras sudamericanas instauradas según el Plan Cóndor; la organización de la oligarquía chilena para derrocar el gobierno legítimo de Salvador Allende, que provocara finalmente su muerte; la instigación a los extremistas granadinos que revirtieron la revolución en esa pequeña isla y asesinaron al primer ministro Maurice Bishop, son solamente unos pálidos ejemplos de la aplicación de lo contenido en dicho manual.

Pudiéramos mencionar muchas más pero creemos que  es suficiente.

El antiguo manual secreto de la CIA fue desclasificado, enriquecido y se convirtió en el manual  para los llamados golpes blandos,  refrendado ahora  por un catedrático estadounidense. Las acciones que el mismo establece van dirigidas a dividir a los pueblos, que estos le pierdan la confianza a los dirigentes de los países contra los cuales se gesta el golpe y… finalmente, obtener, mediante turbas, guarimbas, y actos similares de diferentes colores, los mismos resultados que décadas atrás lograron en Guatemala, en Chile y Granada.

Ahora   es más fácil  comprender que mientras nos tengan divididos mejor se cumplen sus planes para tenernos subyugados.

¿Qué hacer, entonces?

Los padres fundadores de nuestros países nos mostraron el camino de la independencia, de la soberanía, de la dignidad y que solo con la unidad de todos los que defendían  esos principios podríamos obtener la integración   y tener un futuro mejor.

También hoy existen los ejemplos a seguir. Hay países que, con sus virtudes y sus defectos y a pesar de las grandes agresiones ejecutadas  por los Estados Unidos de América,  y de las dificultades internas  causadas por esas agresiones, se mantienen estables y nos convocan a seguirlos: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia.

A los tres primeros le han tirado con todo para tratar de destruirlos, como dijera el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez, pero no los han podido derrotar. Bolivia recuperó su rumbo  y continúa ampliando los logros que se habían obtenido con el compañero Evo, enfrentándose ahora  a los intentos internos por desestabilizarla y derrotándolos hasta el momento.

¿Y cómo se ha logrado todo esto?

Como decíamos en el título de nuestro trabajo, mediante la unidad dentro de la diversidad, ya que la unidad absoluta es muy difícil de lograr porque todos los procesos políticos y sociales del mundo están dirigidos por hombres y el hombre no es perfecto, por muy clara y progresista que sea su ideología y muy buenas que sean sus intenciones.

En la década de los 50 o de los 60 del pasado siglo, los contendientes al poder por las vías democráticas establecidas, eran un conjunto de partidos que representaban a diferentes tendencias de la burguesía nacional (algo muy similar a los burros y elefantes de Estados Unidos que, al final, aunque con nombres, personajes y plataformas públicas diferentes, son lo mismo) y un partido  que se acercaba más a los intereses populares y luchaba por un lugar pero que  nunca lograba nada porque era tildado de comunista o socialista por los poderosos y una buena parte del pueblo, influenciada por la propaganda de los  fuertes intereses creados,  lo rechazaba.

Hoy  la situación es mucho más compleja. Dentro de los que defienden los intereses populares  tenemos partidos y organizaciones que representan a los indígenas, a los afrodescendientes,  a los ambientalistas, a las mujeres, los homosexuales, los obreros, los campesinos, los discapacitados,  en fin, que existe una amplia variedad de grupos  optando por un puesto presidencial, regional, estadual o a nivel de ciudad, con intereses bastante similares entre ellos.

Lamentablemente, en diferentes procesos latinoamericanos hemos sido testigos de cómo muchos de esos grupos se desgastan atacándose entre ellos mientras el verdadero enemigo, los representantes de los poderosos, esperan, los dejan hacer y que se dividan, porque se sienten seguros de su victoria. Como se puede apreciar, han sido dedos de una mano que solos pueden ser quebrados fácilmente.

Sin  embargo, al igual que cuando los dedos de la mano forman un puño es más difícil quebrarlos, así sucede con estos grupos disímiles en nuestras sociedades cuando deciden limar asperezas y unir sus esfuerzos.

Y los mejores ejemplos más recientes fue el regreso  del MAS al gobierno de Bolivia, electo por su pueblo, confirmando que Evo no había perdido las elecciones sino que realmente se produjo un golpe de estado en su contra.

Todo lo sucedido alrededor de Lula da Silva  confirma que pese al poder del enemigo no se puede con el pueblo cuando este decide unirse por una causa justa   y por un dirigente honesto  que la representa.

El ejemplo del pueblo colombiano, que sorprendió a muchos, forma parte de estas voluntades unidas. Voluntades que tienen que seguir juntas para evitar un final no deseado al estilo del peruano Castillo.

Por último, el ejemplo más reciente: todas las encuestas presagiaban que las reformas a la constitución llevadas por el presidente ecuatoriano Guillermo Lasso a referendo se iban a aprobar sin dificultades; sin embargo, no solo fueron ampliamente rechazadas el pasado cinco de febrero, sino que, por primera vez en la historia, Quito y Guayaquil, las dos ciudades mayores del país, fueron ganadas por la izquierda.

Fue muy conmovedor el apoyo que dieran los universitarios peruanos a los campesinos de ese país cuando facilitaron que descansaran en los terrenos de su alto centro de estudios mientras se encontraban manifestando contra el golpe parlamentario que destituyó a Pedro Castillo.

Con todos los ejemplos anteriores de procesos progresistas que se mantienen pese a todo, gracias a la unidad de sus  pueblos con sus gobernantes y estos últimos acontecimientos, se confirman dos aseveraciones que son muy comunes en el argot de los cubanos, “El poder del pueblo, ¡ese sí es poder!”, que en una ocasión dijera el Comandante en Jefe Fidel Castro y el “!Sí se puede!”,  que ha sido un llamado a vencer todas las dificultades,  hecho por nuestro general de ejército Raúl Castro Ruz.

Entonces, para cumplir la parte que nos corresponde en honor a esos próceres que nos dieron la libertad y querían que la mantuviéramos siempre pero con mejores condiciones, si queremos avanzar de verdad, cebemos un mate juntos, compartamos un vino, una cerveza, un pisco,  un té  o un  café mientras, también juntos, analizamos  nuestras agendas para encontrar todos los puntos que pudiéramos tener en común y dejar a un lado los que nos separan, apartan y dividen.

De esa forma, sin dejar de ser cada cual lo que es, lograremos cementar la unidad del pueblo dentro de la diversidad cultural, política, de género, de conceptos que pudiéramos tener, avanzaríamos mejor hacia la integración nuestra americana  y entonces sí el guapo del barrio tendrá que ajustarse bien los pantalones porque a pesar de todos sus recursos no nos podrá vencer tan fácilmente como está acostumbrado a hacer.

Marzo 2023

BLOG DEL AUTOR: Juan Hernández Machado