Por: Óscar Rivera Luna

En lugar de actuar en armonía solidaria para vivir cómo lo hacen los cardúmenes de peces cirujanos, barracudas y sardinas del mar, que viran y resplandecen al unísono para protegerse, el Homo sapiens prefiere el caos y la guerra. Ante millones de evidencias del error en la calidad del aire, la calidad del agua, la vida del suelo, pérdida de biodiversidad y la salud humana, sería lógico que entendiera las causas de tan grave crisis y compleja realidad. Concitar un acuerdo de todas las naciones para la mitigación y la adaptación al calentamiento global, que de lo contrario hará insoportable la vida en la tierra en poco tiempo.

La dirigencia mundial autora del desastre en ciernes podría afrontar la crisis que ha desatado actuando en plena armonía. En lugar de mentir a cada instante para justificar el fracaso, afirmando que el corona virus es una gripinha, que la energía eólica produce cáncer, el cambio climático global es un cuento chino y no existe. El Glifosato no produce cáncer. El fracking es una maravilla celestial indispensable para el desarrollo y la confianza inversionista.
La dirigencia mundial autora del modelo productivo y de sus resultados desastrosos debería gestar un Acuerdo real para detener la auto destrucción del plástico fluvial, lacustre y marino utilizando alternativas. Para afrontar las amenazas de los virus, hongos, bacterias y plagas al ritmo de la verdad y la investigación científica, no al mando del mercado de vacunas y medicamentos y acumulación de capital. Utilizar los bancos de germoplasma in vitro cómo el de Palmira para cultivar y garantizar alimentos a la toda población mundial incluidos los pobres del mundo.

Entender que el absurdo armamentismo convencional y nuclear amenaza a todas las especies, agudiza los sufrimientos y conduce a la extinción de la humanidad. Sería lógico transitar rápido y en paz hacia el uso de las energías renovables; solar, de las mareas, del hidrógeno azul, eólica, antes que se desaten desastres irreversibles creados y fomentados por la insaciable ambición de riqueza, el modelo productivo y la estrategia devastadora del gran capital financiero.

Los alimentos, el germoplasma alimentario, mercancías, capitales, materias primas, armas letales, mano de obra barata y chucherías inútiles, moviéndose por las aguas marinas, tierra y el aire, emitiendo carbono en millones de vehículos al compás de una melodía destructiva.