Félix Carrillo Hinojosa
«Son muchos los hechos que pueden mostrar la lucha de las mujeres en Colombia que va de la resistencia contra los conquistadores españoles, la disputa de la tierra en el siglo XIX frente a los terratenientes, que solo hasta el siglo XX hubo conquistas organizadas en busca de obtener unos verdaderos derechos fundamentales, lucha que en este siglo, persisten. Hoy día son más colectivas, que reducen cada vez más las posturas patriarcales, que va desde un frente nacional hasta la democracia posconstituyente, que ha imposibilitado la consolidación de un movimiento de mujeres con una agenda más aterrizada en el análisis del sistema político y cultural del País, que consolide los derechos sexuales y reproductivos en contra de la cultura machista.
Una de las grandes líderes del siglo pasado nació en un pueblo del Caribe, se destacó por ser una activista de la lucha campesina, postura que generó unas construcciones locales contra la opresión desarrollada por latifundistas, empresarios, ganaderos y élites políticas. Nunca asistió a la escuela, su labor autodidacta que combinó desde los doce años, con su trabajo como clasificadora de hojas de tabaco. Creció en la casa de su padrino Cristóbal Badel, negociante y exportador de ese producto a Alemania, quien quebró a raíz del corte de comercio en la primera Guerra mundial, 1914-1918. A raíz de ese hecho, ella se trasladó en 1916, a la región del Sinú donde trabajó como sirvienta, cantinera y ventera del barrio Chucurubí en Montería. Allí conoció a una persona que incidió en su orientación ideológica, como lo fue el socialista italiano Vicente Adamo, quien había sido expulsado y llegó a Colombia a principios del siglo XX.
Esto les permitió crear la Asamblea Mixta del Litoral Atlántico, que estuvo sustentada en la Sociedad de Obreros y Artesanos de Córdoba, 1918, y la Sociedad de Obreras de la Redención de la Mujer, 1919, de esta última fue presidente con tan solo 26 años cumplidos. Con estas organizaciones de base, se tomaron las tierras en 1918, en la región de Loma Grande, donde se constituyó el primer baluarte conocido como el «Baluarte Rojo de Loma Grande», que se convirtió en un espacio de lucha y defensa de los derechos de colonos, campesinos y trabajadores de la tierra que luego se hizo en Canalete y Callejas. Este hecho que costó sangre y fuego, se consideró la primera muestra Revolucionaria del pueblo frente a su actitud de defender la tierra, que trajo como consecuencia la formación de Ligas Campesinas en Miniquirá, Boyacá, Líbano, Tolima, Nilo y Viotá, Cundinamarca.
La Sociedad Obrera de la Redención de la Mujer, que ella creó y dirigió, fue el germen que abrió los ojos frente al tema feminista de principios de siglo XX en Colombia, en el que se destacaron mujeres de la región como Ana Francisca Ferias, Agustina Medrano, Mercedes Vidal, Mella Lorana, Antonia Espitia, Marcelina Agamez, líderesas campesinas que el sociólogo Orlando Fals Borda abordó en su libro «Historia Doble de la Costa».
Fue creadora del Hospital Socialista, una Escuela Obrera y una Biblioteca Popular, tres frentes que ayudaron con unas mejores condiciones de vida y laboral. Ayudó a constituir junto con Vicente Adamo las primeras «Sociedades Comerciales Anónimas», muy similares a lo que luego sería una Cooperativa, que se iniciaron con 175 socios, situación que los llevó a ser llevados presos el 7 de septiembre de 1921 y remitidos a una cárcel en Cartagena donde estuvieron presos un mes.
Seis años más tarde Vicente Adamo fue expulsado del País, ante eso, ella tomó la dirección de los tres baluartes y continuó su tarea tan frontal, que la obligó a salir en 1951 de Loma Grande e instalarse en Montería.
En las ruedas de cumbia en los años 20 y 30 se dio las manos con María Barilla, una de las insignes mujeres bailadores del porro y musa de varias narraciones musicalizadas.
Todo ese trabajo realizadas por ellas, muchas mujeres más y el direccionamiento de Vicente Adamo dio origen a la creación de la ANUC, Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia. Su sabia orientación sirvió de base, para que una nueva generación tuviera una mejor organización en la lucha de la tierra. Su nombre se volvió emblemático, que permitió tomarlo cada vez que se parcelaba la tierra en Córdoba.
Esto originó que Guillermo Valencia Salgado, genial hombre de las letras y músicas de esa región, en su canto «El Sinú», en la estrofa XI le dijera, «Una chispa fue el principio/ y esta chispa hizo del boche/ la antorcha que ardió en la noche/ para mostrar la vergüenza/ que impone el explotador/ el criollaje resentido/ hizo suyo ese martirio/ y en Loma Grande el quejido/tuvo un eco atronador/ Aquel relámpago guía/ fuiste tú Vicente Adamo/ y en el corazón Sinuano/ palpita la libertad/ tu plataforma de lucha/ tierra, trabajo, salud, unidad y educación/ guerra a la matricula esclavista/ ¡Ay Juana Julia Guzmán! / sobre un rastrojo montano/ fuiste puerto, brisa y mar/ ¡Préstame tu palabra/ mi rebelde capitana/ hora es ya de navegar! / ¡El Sinú! ¡Oh, mi Sinú!».
Sus ideas y militancia en el socialismo, las recogió de Vicente adamo, quien al tiempo que inculcaba la palabra entre lo rural y lo urbano, trabajaba en el aseo del mercado y el matadero público de la capital cordobesa. Ella se convirtió en una auténtica vocera e intérprete de las necesidades de la mujeres lavanderas, revendedoras, cocineras, fritangueras, bailadoras de fandango y hombres del campo.
En 1975 falleció en Montería, en una casa de paja en el barrio Granada, lugar que compartió con Ana Méndez, quien desarrolló oficios de lavandera y cocinera, donde dejó un legado social e histórico en el inicio y solidificación de diversos procesos de reivindicación campesina, laboral y feminista, donde fue señalada como una «robatierra» que logró dirigir a muchos hombres a los cuales más de uno llegó a señalar como «maricones» por dejarse mandar de una mujer, hecho que ella selló con una frase lapidaria, «El cobarde no hace historia»-Fercahino
Juana Julia Guzmán nació en Corozal, Sucre, 1892 y falleció en Montería, Córdoba, 1975.
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