Por: Juan Hernández Machado, miembro de la Unión de Historiadores de Cuba
Cuando narrábamos la vergonzosa experiencia militar estadounidense en “La batalla de Mogadiscio”, Somalia, en octubre de 1993, que provocó la rápida retirada del contingente militar de Estados Unidos en ese país, decíamos que se abría un nuevo camino para proteger al súper soldado yanqui: el uso de los drones.
En lo últimos meses, después del inicio de la operación militar especial rusa en Ucrania en febrero del 2022, mucho se ha escrito y se ha hablado en los medios informativos de Estados Unidos y sus aliados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sobre los drones rusos, iraníes, de la República Popular y Democrática de Corea, en fin, de los que integran el “eje del mal” según el gobierno de turno en Washington.
Pero, veamos qué son estos medios, cómo surgieron y cuál ha sido su evolución desde aquel momento, así como el uso dado por su principal creador.
Podemos aceptar la definición que da el Departamento de Defensa estadounidense a este medio cuando lo califica de vehículo aéreo con motor que no lleva un operador humano, puede volar de forma autónoma o ser teledirigido, puede ser desechable o recuperable y puede llevar carga letal o no. Han recibido diferentes nombres a través de su desarrollo: robots, vehículo teledirigido, aeronave teledirigida, aeronave sin piloto y, la más común y aceptada por casi todo el mundo, vehículo aéreo no tripulado (UAV por sus siglas en inglés), o simplemente dron, que es el nombre más común.
Si es un solo medio se identifica como UAV, pero si funciona como sistema de denomina Sistema Aéreo no tripulado (UAS, por sus siglas en inglés) y está compuesto por de tres a seis vehículos, una estación de control terrestre, enlace de datos y equipamiento de apoyo, más el personal que opere el sistema, según el modelo que sea.
Pero, a diferencia de lo que conoce el ciudadano promedio, los drones no son nuevos.

En 1948 la Fuerza Aérea estadounidense le contrató a la firma Ryan un blanco de tiro a reacción. El resultado fue el Firebee, que sufrió varias modificaciones y actualizaciones, pero estuvo en servicio tanto en la Fuerza Aérea como en la Marina durante las décadas del 50 y 60 del siglo XX. Sin embargo, no solo sirvió como blanco de tiro pues partiendo de documentos desclasificados e investigaciones propias, diversos medios de prensa estadounidense han divulgado que el Departamento de Defensa de ese país ha empleado drones para sus actividades de reconocimiento, vigilancia y obtención de inteligencia de fuerzas enemigas en casi todas sus operaciones militares desde 1950.
Específicamente en la guerra en Vietnam, el Departamento de Defensa estadounidense utilizó el Firebee con sensores remotos en la década del 60 para obtener información del enemigo en el campo de batalla.
Se plantea que mucha fue la discusión en las altas esferas militares sobre la continuación o no de esta tecnología, triunfando al final quienes abogaban por sentar las bases para el uso prolongado de la misma.
Años de investigación y desarrollo; despilfarro del dinero del contribuyente estadounidense- cada sistema de los iniciales costaba aproximadamente 15 millones de dólares, ahora esa cifra se ha incrementado- y al final, en la década del 90, comienzan a aparecer los principales modelos que se usaron en operaciones militares diversas, primero con fines de vigilancia y obtención de inteligencia, y posteriormente fueron armados para usarlos como vehículos de ataque. Estos últimos fueron usados fundamentalmente en la guerra contra el terrorismo después de los ataques a las torres gemelas de la ciudad de Nueva York y otros lugares en Estados Unidos el 11 de septiembre del 2001.
Estos son algunos de los principales medios.

El Predator (Depredador), de la General Atomics Aeronautical Systems, es un UAV de altura media y largo alcance, según lo define la Fuerza Aérea estadounidense. Desarrollado en la década del 90 del siglo XX, el sistema comprende cuatro vehículos aéreos, el sistema de control en tierra, la conexión vía satélite y una plantilla de 55 efectivos. Su costo inicial fue de 3,2 millones de dólares por unidad.
Utilizado primero como medio no tripulado para la obtención de inteligencia, fue transformado posteriormente en un vehículo de ataque mediante la incorporación de cohetes aire-aire AIM-92 Stinger o aire-tierra AGM-114 Hellfire; este último es un arma muy precisa con guía de láser que puede eliminar a una persona o a un grupo de ellas.
Para el año 2002 la Fuerza Aérea estadounidense dispuso 60 de estos UAV para usarlos en Afganistán, de los cuales perdieron 20, aunque los militares estadounidenses sostienen que la mayor parte se perdió por malas condiciones climáticas y solo unos pocos por la acción de soldados enemigos.
Desde 1995 los Estados Unidos han usado este medio en operaciones diversas en Bosnia, Serbia, Afganistán, Yemen, Somalia, Paquistán, e Iraq.
En junio del 2011 los Predator habían ayudado a detener a casi 5,000 indocumentados y a 238 traficantes de drogas, según reportes del diario The Washington Post, lo que indica su utilidad no solo en operaciones militares por parte del gobierno de los Estados Unidos.
Una de las formas en que los utilizan en misiones de obtención de información es en grupo de cuatro UAV sobre el área seleccionada. Eso permite que mientras uno vuela a la base para reabastecer, otro regresa de la misma; un tercero está listo para relevar al cuarto, que está observando el área seleccionada y prácticamente así se logra la cobertura durante 24 horas.

Por su parte, el MQ-9 Reaper (Segador), versión mayor y más eficaz que el Predator, también es una producción de la firma General Atomics, que es utilizado por la Fuerza Aérea estadounidense en ataques aire-tierra, superando a los anteriores por su alcance, carga útil y tiempo de vuelo.
A un costo de 16 millones de dólares por unidad- Estados Unidos posee más de cien de ellos- este medio desarrolla una velocidad de 300 kilómetros por hora, se mantiene en el aire durante 14 horas y puede transportar cuatro cohetes del tipo Hellfire y varias bombas.
Está en servicio en la Fuerza Aérea y en la Marina estadounidense, además de haber sido vendido a diversos países miembros de la OTAN

El Global Hawk (Halcón Global), de la Northrop Grumman, cuesta 131 millones de dólares, alcanza una altura de 18,000 metros y se usa en zonas de conflictos principalmente para la inteligencia de señales, facilitando sus datos a otros medios similares o convencionales para ejecutar el ataque contra los blancos seleccionados.
El MQ-1C “Águila Gris”, producido por la General Atomics se viene desarrollando desde el año 2002 como sustituto del “Hunter”. Mide 9 metros de largo y 17 de envergadura, es propulsado por un motor de 165 caballos de fuerza, puede volar a 227 k/h y a una altura de 8,880 metros, así como llevar una carga interna de 261 kg y una externa de 227 kg. Como parte de la histeria anti rusa posterior al 24 de febrero del 2022, Estados Unidos valora la venta de algunos de estos medios al gobierno de Ucrania.
El uso de los UAV para misiones de ataque por parte de Estados Unidos ha resultado tan exitoso, que el Departamento de Defensa, que solo contaba con 163 de ellos en el año 2003 (representando solo un 1% de todos sus medios aéreos), para el año 2012 ya contaba con 7, 494.

El enfrentamiento a estos medios, aunque costoso en términos inancieros, le ha evitado al gobierno de los Estados Unidos que se repitieran las imágenes de la guerra de Vietnam – que salieron hasta en sellos postales- donde aparecían los pilotos de combate derribados y capturados, siendo ese el mejor de los casos pues el peor era regresar a casa en un ataúd cubierto con la bandera de las barras y las estrellas.
Los UAV han demostrado ser muy útiles para la vigilancia permanente de extensos territorios, para el descubrimiento y seguimiento de objetivos seleccionados y para su posterior eliminación, de forma directa, o en algunos casos en coordinación con medios aéreos tripulados que ejecutaron las acciones.
El uso de los UAV como arma de combate, contra un enemigo formal o informal – las fuerzas armadas de un país determinado, terroristas, narcotraficantes, destacados comerciantes de armas, según sea el caso y hasta para el seguimiento de inmigrantes indocumentados- presenta un teatro de operaciones asimétrico, donde un bando aportará las víctimas, realmente responsables de los delitos por las cuales se acusan o simplemente inocentes que se convierten en “daños colaterales”, mientras que en la parte atacante ningún soldado peligra pues se encuentran a cientos y miles de millas de distancia de donde se producen las acciones, dirigiendo las mismas mediante sofisticados medios de comunicaciones.
Por ello es fácil entender la razón por la cual los dirigentes políticos de Estados Unidos son tan amigos del uso de los UAV de forma combativa. No hay que movilizar tropas, no hay víctimas entre sus filas, no hay escándalos de prensa.
Según los conocedores, durante el primer mandato de Barack Obama se incrementaron los asesinatos selectivos de terroristas utilizando UAV; durante su segundo mandato se impusieron algunas restricciones, aunque se continuaron utilizando. La guerra con ellos a nivel mundial ha ocasionado miles de muertes, incluyendo una buena parte de civiles inocentes.
Durante la administración de Donald Trump, en los lugares donde los Estados Unidos tenían una capacidad combativa limitada, como en Libia, Somalia y Yemen, se buscaba el consentimiento del embajador estadounidense en el país antes de la utilización de los UAV con fines de ataque.
La actual administración de Joseph Biden ha impuesto que tanto las Fuerzas Armadas como la CIA deben contar con la aprobación de la Casa Blanca antes de realizar una misión de captura o muerte de sospechosos en lugares con condiciones similares a las de los países antes mencionados. Dichas limitaciones se manejaron con mucho secreto, aunque la existencia de las mismas fue de conocimiento de los medios de prensa.
Veamos, algunos ejemplos del uso de estos medios.
Desde el año 2002 estos medios aéreos se comenzaron a utilizar en forma de aeronave de ataque en la llamada guerra contra el terror. El propio gobierno de Estados Unidos ha reconocido que entre enero del año 2009 y diciembre del año 2015 se habían hecho 473 ataques aéreos (gran parte de ellos utilizando los UAV) contra objetivos diversos en Iraq, Afganistán y Siria, como resultado de los cuales un 4% de las víctimas- 116- habían sido civiles.
Diversas fuentes de investigadores y de prensa han revelado que solo en el año 2016, el gobierno estadounidense había eliminado cerca de cuatro mil combatientes enemigos mediante el uso de UAV fuera del campo de batalla tradicional.
En Paquistán, por su parte, los ataques con UAV se incrementaron de 38 en el año 2008 a 375 en el año 2014, dirigidos fundamentalmente contra militantes de Al Qaeda y el Talibán.
Después de la retirada de las tropas estadounidenses de Somalia luego del fiasco de La batalla de Mogadiscio el tres de octubre de 1993, la utilización de UAV para ejecutar acciones combativas se fue convirtiendo en una alternativa viable, la que se incrementó de forma considerable después de los ataques terroristas contra ciudades estadounidenses el 11 de septiembre del año 2001 y el inicio de la llamada guerra contra el terror, máxime porque el grupo islámico al-Shabab, vinculado a al-Qaeda, encontró refugio en ese país del Cuerno de África.
Se comenzaron a utilizar los UAV en forma combativa contra ese grupo, conociéndose que entre 2012 y 2016 hubo una treintena de ataques. Esto fue reconocido posteriormente por la administración de Obama que reconoció tener una serie de operaciones contra al-Qaeda y sus fuerzas asociadas, incluyendo en Somalia.
Un portavoz del Departamento de Defensa estadounidense informó a la prensa en marzo del 2016 que como resultado de un ataque con aviones no tripulados contra un campamento a unos 200 kilómetros al norte de Mogadiscio, la capital de Somalia, unos 150 islamistas pertenecientes a al-Shabab habían sido eliminados.
En los nueve meses finales de 2017, después que el presidente Donald Trump declarara el sur de Somalia como un área de hostilidades activas, hubo 34 ataques con UAV; 47 en el año 2018 y solo en los primeros dos meses del año 2019 hubo 24 de estos ataques.
Según información aparecida en diarios importantes estadounidenses, los mismos han sido operados por la Fuerza Aérea estadounidense desde Seychelles, archipiélago situado en el Océano Índico frente a la costa oriental de Somalia, desde el año 2009. También operan desde una base de dirección de UAV existente en Djibouti y otra abierta en Etiopía en el año 2011.
Por su parte en Afganistán, un piloto de UAV que trabajaba junto a los Marines estadounidenses en la provincia de Hilmand al suroeste del país admitió ante la prensa de su país haber matado a dos civiles y un niño cuando atacaba a un objetivo terrorista que huía en una motocicleta. Otros operadores de esos medios confirmaron que la cifra de civiles muertos producto de los ataques de los UAV era superior a lo que admitía el Pentágono, ya que durante la administración de Barack Obama existía una indicación de informar las bajas de civiles, algo que fue eliminado por Donald Trump.
La información brindada por las Fuerzas Aéreas estadounidenses en el año 2020 demostraba un incremento de ataques aéreos en Afganistán durante los años 2018 y 2019: de un nivel de mil ataques en el año 2015 a 7, 423 en el 2019.
Como ya es conocido, las tropas estadounidenses en Afganistán comenzaron a retirarse en mayo del 2021, y terminaron la retirada el 30 de agosto pasado. Pero todavía un día antes estaban haciendo ataques con el uso de UAV. El general Kenneth F. McKenzie, del Comando Central estadounidense, admitió ante periodistas que en el ataque realizado el 29 de agosto murieron diez civiles, de ellos siete niños. El vehículo destruido “por error” era conducido por Zemari Ahmadi, trabajador de una Organización No Gubernamental estadounidense.
Y para no quedarse atrás de Barack Obama, mostrado en diferentes videos muy satisfecho por la muerte de Osama Bin Laden, en cuya operación los UAV tuvieron una importante misión inicial de ubicación y determinación de su permanencia en el objetivo, en agosto del 2022 el presidente Biden supervisó las acciones contra Ayman al-Zawahiri, quien quedara al frente de Al Qaeda a la muerte de Bin Laden. Dos cohetes del tipo Hellfire lanzados desde drones lo alcanzaron en el balcón de su casa en un barrio residencial de Kabul. El presidente se manifestó satisfecho porque no se habían producido bajas civiles durante la operación.
Sin pretender hacer la historia de todas las agresiones estadounidenses a Siria, mencionaremos solamente una acción ejecutada el 18 de marzo del 2019 contra supuestos elementos del Estado Islámico cerca de Baghouz, gobernación siria de Deir ez Zor.
Un avión divisó una multitud, donde se encontraban mujeres y niños, y un UAV lanzó varios cohetes exterminándolos a todos. En el centro de mando en Catar, algunos militares estadounidenses se dieron cuenta de lo que habían cometido, porque las autoridades declararon que hubo 80 muertos, pero entre los mismos hubo una buena cantidad de civiles exterminados.
El hecho se mantuvo sin gran difusión hasta que este 2021 el diario estadounidense The New York Times divulgara una investigación donde se acusaba al Pentágono de ocultar la muerte de esos civiles.
El portavoz del Comando Central Bill Urban declaró a la BBC que esos ataques fueron en legítima defensa, que sólo había presencia de combatientes y conocieron la presencia de civiles después de revisar un video captado por un UAV aliado. La grabación permitió determinar la muerte de 16 islamistas más cuatro civiles, pero no pueden determinar qué sucedió con el resto hasta llegar a 80 personas, después de dos años de silencio sobre ese hecho.
“We are sorry” (Lo sentimos) es la palabra de orden
En cualquiera de las administraciones estadounidenses, desde George Bush en el 2001 cuando declarara la guerra contra el terror, hasta la actual de Joseph Biden, demócrata o republicana, más agresiva o más consecuente, esta es la expresión que se ha utilizado cuando han tenido que reconocer públicamente la muerte de civiles inocentes, especialmente niños, producto de ataques de los UAV en los países donde los han utilizado.
Ellos son los famosos “daños colaterales” a los cuales nos tienen acostumbrados, por estar en “lugares no adecuados en momentos equivocados”.
Pero, ¿nos cruzamos de brazos a esperar que un día gracias a un UAV nos caiga del cielo un rayo que nos fulmine? ¿Nos seguimos ocupando de otras tecnologías como las que permiten los “selfies” y otros aspectos de la banalidad sin prestarle atención a esta? ¿Seguimos callados ante nuevas bajas de civiles, especialmente niños, a causa de esta mortífera tecnología?
Como casi todo en la vida, tenemos dos caminos. El primero puede ser seguir como hasta ahora, desconocedores, pasivos, dejando que un día transcurra tras otro, lamentando las muertes que ocurran “allá” porque “aquí” todo está tranquilo, hasta el día que nos toque a nosotros. ¡Ah!, este camino también incluye embrutecernos con toda su propaganda contra Rusia, Cuba, Irán, Venezuela, Siria, Corea Democrática, China, por solo mencionar unos pocos, mientras que ellos hacen y deshacen sin que el mundo conozca a cabalidad sus acciones, las cuales se conocen, en ocasiones, mucho después que tuvieron lugar.
El otro camino, más comprometido, más trabajoso pero que sin dudas es más honroso y nos permitiría alejar la llegada de esa tecnología a nosotros, y si llegara, derrotarla, es enfrentar el problema.
Se puede preguntar, ¿Y cómo lo hago? Primero, teniendo una conciencia mayor del problema y eso se logra estando informando del desarrollo y uso de esta tecnología en cualquier lugar. Segundo, incorporando a nuestras campañas y actividades la denuncia al daño que causa la misma, sobre todo contra la población civil y especialmente contra los niños que han sido víctimas de la misma. Tercero, preparándonos para la defensa pues nuestra preparación puede alejar de las mentes de nuestros enemigos la intención de pasar sus ataques a un plano superior, y si eso ocurriera, estaríamos preparados para derrotar esta mortífera tecnología.
Al inicio de este trabajo decíamos que los militares estadounidenses reconocieron haber perdido 20 UAV de los 60 iniciales que dedicaron contra Afganistán (una tercera parte de los mismos), aunque achacaron las pérdidas fundamentalmente a condiciones ambientales. Sin embargo, no se ha dado ninguna explicación convincente para que después de veinte años de agresión e intervención en ese mismo país, con la tecnología más moderna existente, hayan salido trasquilados. Algún día no muy lejano comenzaremos a conocer sus historias reales y entonces usted podrá comprender que los UAV, por muy sofisticados que sean, pueden ser derribados por el fuego y medidas defensivas radioelectrónicas y de otro tipo, como lo fueron en el propio Afganistán, en Siria y en otros frentes donde han sido utilizados.
Usted tiene la palabra.
Febrero de 2023.

BLOG DEL AUTOR: Juan Hernández Machado