POR: MAURICIO RUBIO
Camilo Torres Restrepo fue hijo de un prestigioso médico casado con Isabelita, “compañera fiel y perenne de las causas de su amado hijo”. A pesar de su origen aristocrático, desde pequeño sintió “especial inclinación hacia los pobres y sus dificultades”. Su formación y educación fueron privilegiadas. “A la edad de dos años lo llevamos a Europa, donde vivió por espacio de tres años en Bélgica y España (Barcelona). Allí adquirió una escarlatina, y su padre, preocupado por su salud, le prodigó múltiples cuidados razón por la cual contrató una institutriz que le enseñó a leer y escribir”.
De regreso a Bogotá, con ocho años, ingresó al Colegio Alemán donde cursó la primaria hasta que el establecimiento cerró a causa de la guerra. El primer día de clases un compañerito alemán habló mal de Colombia y Camilo “le contestó a puñetazos tumbándole los dientes”. Gracias a este incidente temprano de matoneo ganó mucho respeto entre sus camaradas. “Joven inteligente, brillante, lúcido, ya en cuarto de bachillerato editaba un periódico, El Puma. Excelente deportista, no hubo deporte que no practicara”. Ingresó luego al Seminario Mayor en donde tuvo un desempeño brillante. Las autoridades eclesiásticas le adelantaron la ordenación sacerdotal para que fuera a estudiar sociología a la Universidad de Lovaina, en Bélgica.
En su época de seminarista estuvo en contacto con dos curas franceses que tuvieron gran influencia sobre él. Después de estudiar en Lovaina regresó al país cuando cayó Rojas Pinilla. Luego volvió a Europa para graduarse y en París entró en contacto con revolucionarios argelinos que luchaban contra la colonización francesa.
De nuevo en Bogotá fue nombrado capellán y profesor de la Universidad Nacional. Por su activa participación en el movimiento estudiantil lo destituyeron. Se acercó a organizaciones que pregonaban la lucha armada. Participó en varios seminarios internacionales contra las estructuras de poder y redactó una plataforma de acción revolucionaria. Abogaba por “la necesidad de una revolución para dar de comer al hambriento, vestir al desnudo y realizar el bienestar de las mayorías de nuestro pueblo”. Consideraba necesario “quitarles el poder a las minorías privilegiadas para dárselo a las mayorías pobres… La revolución es no sólo permitida, sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos”. Tomó las armas con el ELN y murió en un enfrentamiento con el ejército. Su mensaje cristiano pero violento tuvo enorme influencia entre intelectuales de Colombia y toda América Latina.