Por: Juan Hernández Machado, miembro de la Unión de Historiadores de Cuba*

Las conmemoraciones son muy bien recibidas por familiares, amigos, pueblos, regiones y hasta continentes enteros, en dependencia del acontecimiento que se esté conmemorando y el alcance que el mismo tenga.
Por lo general representan algo querido, positivo y hasta muy sentido cuando han sido acontecimientos que causan dolor generalizado, como la pérdida de un ser querido por causas naturales o destrucciones causadas por desastres y otros similares.
Sin embargo, hay acontecimientos que provocan conmemoraciones ambivalentes. A unos, los principales actores de los mismos, les brindan satisfacción por lo que decidieron e hicieron. A otros, los que sufrieron por esas decisiones y acontecimientos, les causan dolor, sufrimiento y hasta vergüenza.


Ese es el caso que nos ocupa hoy, cuando en el 2023 se conmemora el bicentenario de la fatídica Doctrina Monroe.
Corrían los años veinte del siglo XIX y el gobierno de los Estados Unidos de América, bajo la dirección del presidente James Monroe, temía que países europeos, revitalizados por los acontecimientos en el Viejo Continente, pretendieran de nuevo volver al nuestro a intervenir y ocupar territorios.
Varios autores concibieron la nueva doctrina, entre los que se destacó John Q. Adams, y durante su quinto discurso de la Unión ante el Congreso estadounidense en 1823, el presidente Monroe presentó el documento que pasó a la historia por la frase “América para los americanos”.

Y le rogamos detenernos un momento aquí para aclarar principios. Cuando ellos hicieron esa declaración quisieron decir que el continente americano era para ellos que son los únicos que se proclaman americanos. Sin embargo, todos nosotros, desde el Río Bravo hasta la Patagonia asumimos esa declaración como nuestra, no por el principio imperialista que la respaldó, sino porque América es igualmente nuestra porque nosotros somos también americanos.
Claro, América para nosotros pero con relaciones de amistad y cooperación con todos los países del mundo, no la América para Estados Unidos que se convirtió en una justificación para intervenir, ocupar, desplazar, robarse en otros países las materias primas que necesitaba y causarles sufrimiento y dolor a cientos de millones de personas a lo largo de los años.

Pues bien, esa doctrina fijaba la posición de que nadie de afuera podía inmiscuirse en los asuntos de este continente y solo los Estados Unidos de América tenían ese derecho.
Claro, lo que los estadounidenses no divulgan y tratan de evitar que se haga por otros es que la doctrina no se aplicaba cuando eran aliados quienes intervenían en asuntos en Latinoamérica y el Caribe o, en su momento, ellos eran militarmente incapaces de impedir esas incursiones en lo que consideraban su patio trasero..
Ejemplos de lo anterior fue la ocupación de las islas Malvinas por parte de Gran Bretaña en 1833- que se mantiene hasta nuestros días-; la ocupación, también por parte de los británicos, de la Costa de los Mosquitos en Nicaragua y la Guayana Esequiba (territorio de Venezuela), en 1855; la invasión española a la República Dominicana en 1861 y la intervención francesa en México en 1862. Esto, además de la ocupación de colonias en nuestra área caribeña por parte de diferentes países europeos, algunas que lograron independizarse en el siglo XX y otras que aún permanecen atadas a la antigua metrópolis pero con un nombre nuevo.

El paso de un día tras otro ha confirmado lo anterior cuando en el enfrentamiento entre el Reino Unido y Argentina en 1982 por el territorio de las Malvinas, el gobierno estadounidense- haciendo caso omiso a todos los acuerdos y tratados panamericanos que lo obligaban a apoyar a Argentina- le brindó información de inteligencia a su aliado de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lo que les permitió a los británicos derrotar a las fuerzas del país sudamericano.
¿Qué fue lo primero que ganaron los Estados Unidos con la Doctrina Monroe?
A partir de 1845 esta se vuelve a esgrimir con fuerza para sustentar las pretensiones estadounidenses en el área y es así como el gigante del norte se anexa el territorio de Texas ese año y el de California tres años después, desatando una guerra contra México en 1846 que les reportaría al final apropiarse de lo que hoy es Colorado, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma; nada, una bobería, solo el 55% aproximadamente del territorio mexicano de entonces.

En 1880, el presidente Rutheford Hayes le agregó un corolario a la Doctrina Monroe que pasó a ser llamado con su nombre, el que planteaba que para evitar que otras potencias no americanas interfirieran en nuestro continente, los Estados Unidos debían ejercer un control exclusivo sobre cualquier canal interoceánico que se construyese. De esa forma sentó las bases para la ocupación del posterior Canal de Panamá, el que se mantuvo controlado por los Estados Unidos hasta fines del siglo XX.
Otro corolario a la doctrina agregaría el presidente Theodore Roosevelt en 1904. Este estableció que ante la amenaza de que los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses pudieran ser afectados en nuestra área, el gobierno de Estados Unidos tenía la obligación de intervenir en los asuntos de cualquier país del área a fin de poner orden y restablecer los derechos de sus ciudadanos y empresas.

De esa forma se “legalizó”- porque fue la ley de ellos impuesta a todos, como pretenden hacer hoy día en el mundo entero mediante sus bloqueos, sanciones, manipulaciones en las Naciones Unidas y otras medidas- lo que se conoció como “política del Gran Garrote”.
Solo unos breves ejemplos de esta política para ambientarlo en lo que decimos.
1906- Se produce la segunda intervención militar estadounidense en Cuba- la primera se había producido en 1898 cuando después de un dudoso incidente, los Estados Unidos entraron en guerra con la España casi derrotada por los patriotas cubanos y nos robaron la independencia en esa oportunidad. Luego propiciarían que el primer presidente de la República de Cuba fuera uno de sus elegidos y con su anuencia le pusieron una enmienda a nuestra Constitución que les permitía intervenir militarmente en el país cuando lo consideraran pertinente, la funesta Enmienda Platt.

1908- Segunda intervención militar en Panamá al existir irregularidades en las elecciones que se celebraron en ese país.
1912- Tropas estadounidenses ocuparon Managua, Granada y León, en Nicaragua, para evitar el derrocamiento de su aliado el presidente Adolfo Díaz. Las tropas se mantuvieron en ese país hasta 1933.
1914- Los militares de Estados Unidos ocupan la ciudad mexicana de Veracruz, aparentemente por la detención de soldados de su país en Tampico.
1915- Se produce la intervención militar estadounidense en Haití, supuestamente para proteger intereses de sus corporaciones allí. Se quedaron hasta 1934.
1916- Ocupación de República Dominicana e imposición de un gobierno militar en ese país. Las tropas yanquis se quedaron hasta 1924.
1924- Invasión de Honduras para “mediar” en lo que determinados sectores calificaron de fraude en las elecciones. Ya lo habían hecho, con propósitos similares, en 1902, 1905 y 1919.
Por eso, cuando el demócrata Franklin Delano Roosevelt anunciara, el 4 de marzo de 1933, que cesaría la política del Gran Garrote e instauraría la suya del “buen vecino”, muchos pensaron que se produciría un verdadero cambio de actitud en los gobernantes estadounidenses y que las cosas serían diferentes a partir de ese momento.
Y realmente hubo cambios, solo que cosméticos. Es cierto que en Cuba se anula la Enmienda Platt ; que retiraron sus Marines de Haití y de Nicaragua, y que cuando el gobierno mexicano de Lázaro Cárdenas nacionalizó las petroleras estadounidenses, en 1938, Roosevelt decidió negociar una compensación y no utilizar las fuerzas de las armas, como se había hecho en ocasiones anteriores.
Sin embargo, la penetración económica y financiera estadounidense fue muy amplia y se aplicó acompañada de un extenso programa de ideas mediante acciones de penetración cultural para que toda Nuestra América siguiera a su líder, los Estados Unidos.
En la esfera militar, los soldados del Tío Sam fueron reemplazados por las fuerzas armadas de los países del área, que fueron entrenadas, preparadas, armadas y totalmente subordinadas a Estados Unidos. Además se incrementó el número de bases y enclaves militares estadounidenses en nuestros países.
De esa forma, el “buen vecino” apoyó, con el pasar de los años, a los dictadores de República Dominicana (Rafael Leónidas Trujillo), de Venezuela (Juan Vicente Gómez), de Guatemala (Jorge Ubico), de Honduras (Tiburcio Carias Andino), de Cuba (Gerardo Machado primero y luego Fulgencio Batista) y a la dinastía dictatorial de los Somoza en Nicaragua.
Después de la segunda guerra mundial y con el surgimiento de la Guerra Fría, el objetivo fundamental estadounidense fue contrarrestar la influencia y presencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en nuestro continente, así como combatir todo lo que oliera a comunismo o socialismo.
Para ello crearon la Organización de Estados Americanos (OEA), el 30 de abril de 1948, que teóricamente se proclamaba como un foro político para la toma de decisiones, el diálogo multilateral y lograr la integración en América, pero que en realidad era un instrumento más estadounidense de manipulación y control de los países en nuestro continente.
Esto quedó demostrado por la historia y no por gusto en la década del 60 del siglo pasado se ganó ser llamada, muy correctamente, “Ministerio de Colonias”. Aún en fechas recientes las acciones de la OEA y en especial de su secretario general el Sr. Luís Almagro de apoyo al golpe de estado en Bolivia en el 2019 y la incapacidad de la organización en lograr acciones comunes de enfrentamiento a la pandemia de la COVID-19 son dos claros ejemplos de que ya está de más y hay que buscar una alternativa regional a esa organización.
El período de la Guerra Fría fue la época del derrocamiento del gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala por parte de la CIA en 1953, de la guerra sucia contra Cuba desde 1959, incluyendo la invasión por Bahía de Cochinos en 1961 – que fuera derrotada en menos de 72 horas- y la imposición del criminal bloqueo económico y financiero que aún se mantiene.
República Dominicana, Haití, Chile, Granada, Panamá, fueron objeto de invasiones y diferentes acciones directas de los militares estadounidenses, o no tan públicas pero también directas por parte de las instituciones de inteligencia de Estados Unidos. El “Plan Cóndor” tuvo buenos resultados en el sur americano y florecieron férreas dictaduras pro yanquis en Brasil, Argentina y otros países.
La revolución nicaragüense de 1979 sufrió toda serie de agresiones e intromisiones que costaron la vida a miles de sus mejores hijos, hasta que sucumbió en un proceso electoral muy bien preparado, donde los Estados Unidos aprovecharon el cansancio del pueblo por la guerra para sacar a los revolucionarios sandinistas del poder y lograr que se eligieran a sus aliados de la oligarquía nacional.
Como todos sabemos, la URSS se desintegra en 1991, desaparece la llamada comunidad socialista y también se pone fin oficial a la Guerra Fría.
Muchos esperaron que esto sirviera para el establecimiento de relaciones razonables entre los países y que donde anteriormente existió la desconfianza y el odio, se pudiera avanzar de forma civilizada a pesar de diferencias ideológicas, políticas o económicas.
Sin embargo, todos los mecanismos establecidos por el gobierno de los Estados Unidos para enfrentar a la antigua Unión Soviética no desaparecieron, sino que, por el contrario, se fortalecieron, incluyendo la OTAN.
Poco a poco se fueron creando nuevos sistemas y mecanismos de contención, aislamiento y agresión. La careta amistosa hacia los rusos, que llegó a confundir a unos cuantos, desapareció en el año 2021 cuando Estados Unidos y sus aliados, utilizando los favores del gobierno ucraniano, convirtieron a ese país en una gigantesca plataforma donde comenzaron a instalar sistemas sofisticados militares que amenazaban la seguridad de Rusia. Esto obligó a dicho país a iniciar una campaña militar especial en Ucrania en febrero del 2022.
De forma paralela a esas acciones en contra de Rusia, el gobierno estadounidense en los últimos años ha hecho mención en varias ocasiones a la Doctrina Monroe porque se siente amenazado, ya que además de Rusia, la República Popular China, la República Islámica de Irán y otros actores fuera de su esfera de influencia han incrementado las relaciones con varios países de Nuestra América.
Nuestro continente no es el mismo de hace sesenta años.
Esto se debe a que a la enhiesta Cuba desde 1959, se han sumado Venezuela, Nicaragua, Bolivia, México, Argentina, Brasil y varios países caribeños que ven en sus relaciones políticas, económicas, financieras, culturales con los países a quienes los Estados Unidos temen no una amenaza sino una relación amistosa y de cooperación verdadera, representativa del mundo multipolar que necesariamente tiene que existir y que sí es posible tenerlo.
No tenemos dudas que otros países de Nuestra América, cuyos procesos internos van favoreciendo a los verdaderos intereses de sus pueblos, pronto incrementarán sus relaciones con esos amigos allende los mares.
Los latinoamericanos y caribeños no olvidan más de un siglo de agresiones, de intervenciones, de extorsiones, de sufrimiento y de muerte proveniente del gran vecino del norte.
Sin embargo, no nos anima el odio hacia el noble pueblo estadounidense- compuesto ya por varios millones de nuestros mejores hijos que por diversas razones han emigrado hacia ese país- porque es la primera víctima de las malas acciones de su gobierno, venga con el estandarte del burro o con el del elefante, da lo mismo porque en la práctica ambos partidos, demócrata o republicano, son iguales.
Por eso, cuando nuestros vecinos del norte conmemoren el bicentenario de la Doctrina Monroe, lo harán con alegría, disfrutando todo lo que han rapiñado en este tiempo y lo que esperan conseguir en el futuro.
Para nosotros, los también americanos y descendientes de aquellos que soñaron con una gran patria americana, sin oprimidos ni opresores, donde la amistad, la cooperación y la solidaridad se impongan a la fuerza, el garrote y el latrocinio, será un momento de sentirnos abochornados porque en determinados momentos de nuestra historia también bailamos al ritmo de la flauta encantada del Tío Sam.
Sin embargo, es igualmente un momento esclarecedor porque también al recorrer las páginas de nuestra historia conocemos bien quién es quién, cuál es la mano amiga y cuál la que destroza e hiere. Esto facilitará nuestra cooperación, nuestra complementariedad y, finalmente, nuestra unión.
Los pueblos de Nuestra América y el Caribe pueden lograrlo. ¡Sí, señor!

Febrero 2023

*BLOG DEL AUTOR: Juan Hernández Machado