La derecha autoritaria ya ha intentado asaltar tres parlamentos en los últimos años: Estados Unidos en 2021, Alemania en 2022 y ahora Brasil. Ninguno de los intentos tuvo éxito: en Brasil la reacción de condena ha sido casi unánime, en Alemania fueron detenidos. Solo en Estados Unidos un relevante porcentaje de votantes y políticos republicanos siguen justificando o restando importancia al ataque al Capitolio.
Trump ha marcado el camino para quien quiera saltarse la democracia, como ya advertimos en este artículo en 2021: polariza el debate, ataca a tus contrincantes, radicaliza a tus seguidores, victimízate, desacredita a la prensa, cuestiona la independencia de las instituciones, difunde teorías de la conspiración y agita el fantasma del fraude electoral. Y cuando tengas todo eso listo, impulsa un ataque violento sobre las sedes del poder democrático.
Hasta ahora la estrategia nunca les ha salido bien. Pero eso no significa que no lo vayan a seguir intentando. Argentina y Polonia, dos países muy polarizados, celebran elecciones este año. ¿Qué impediría que una turba violenta impugnara los resultados?
El escenario más preocupante es Turquía, que va a las urnas en junio con las encuestas muy ajustadas entre el presidente Erdoğan y la oposición. Erdoğan nunca ha tenido reparos en atacar a sus opositores y socavar los contrapesos del sistema democrático. Tras veinte años en el poder nadie duda de que va a hacer todo lo posible por conservarlo. ¿Veremos otro asalto en 2023?