Después de pasar 14 años en cárceles norteamericanas la exguerrillera regresó a Colombia pero a una nueva celda, donde Timochenko la visitó. Asi la encontró

Por: Gabriel Ángel | Diciembre 02, 2018

Durante más de una década pervivió en mi mente el recuerdo impactante de la última entrevista que dio Sonia antes de ser extraditada a los Estados Unidos. Una importante cadena radial colombiana pasó en diferido la grabación que había hecho de la conversación sostenida con ella unas horas antes. Ese día tuve una idea exacta de quién era.

El tono sereno de su voz contrastaba con las emociones que lograban transmitir sus palabras. Era una mujer, humilde, una guerrillera fariana atrapada por la maquinaria estatal en colaboración directa con el más poderoso imperio de la historia.

Ese día Sonia contó al país por todo lo que había pasado desde su captura. La trama que tejieron el gobierno de Álvaro Uribe y la inteligencia militar, para hacerle creer que las FARC iban a matarla. Le habían dicho que el Secretariado había emitido esa orden, para evitar que ella fuera a delatar los negocios de narcóticos en los que estaba involucrado.

Y con ese cuento la habían trasladado de la cárcel a un barco de guerra anclado en el Pacífico. Dizque para protegerla del largo brazo de las FARC. También le decían que iban a extraditarla, y que ese era el peor de los destinos, que permanecería en un hueco oscuro y solitario durante muchos años, que jamás volvería a ver a su hijo.

Y todo eso para convencerla de que se convirtiera en testigo contra las FARC y su dirección. La tortura del aislamiento y la presión sicológica propias del fascismo. Conmovía cómo se había negado a colaborar con esas autoridades, cómo les había asegurado en su cara que estaba segura de que le mentían, las FARC jamás la mandarían a matar, no eran esa clase de organización.

Y conmovía aún más su valor frente a la adversidad. Podían extraditarla, condenarla a un tormento de por vida, pero ella jamás iba a faltar a su lealtad con las FARC. No iba a decir las mentiras que querían que dijeran. Podían hacer con ella lo que quisieran. Era una revolucionaria y así moriría si le tocaba. Los ojos se aguaban al escucharla hablar así.

No la conocía en persona. Las FARC fuimos una organización muy grande, ni siquiera los mandos de dirección nacional podían tener trato directo con todos los combatientes. Yo llevaba muchos años en el Catatumbo cuando aquellos hechos. Y Sonia era una guerrillera del Bloque Sur. Los pormenores a que se refería la prensa me eran desconocidos.

Sonia no era un cuadro de proyección nacional, como lo era Simón Trinidad, también por entonces víctima de los rencores del gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Pero su temple rebelde y su firmeza frente a todas las circunstancias, tenían la misma fibra de los combatientes que en las selvas del suroriente del país, se enfrentaban con valor inaudito al Plan Patriota.

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Timochenko, cabeza del Partido Farc la visitó junto a dos antiguos comandantes, el Médico y Pastor Alape.

*Gabriel Angel lo acompañó y escibió el texto a partir de entrevistas con él.