La Casa Blanca, en un acto cargado de sarcasmo y desdén, ha firmado el obituario de una ilusión que durante años fue vendida como salvación: el «Me Iría Demasiado». El presidente estadounidense Donald Trump, con su habitual sonrisa burlona, rubricó el decreto que no solo busca deportar a miles de venezolanos, sino que también declara oficialmente muerto ese espejismo que impulsó a millones a abandonar su tierra prometiendo prosperidad y terminó convirtiéndose en un camino de humillaciones, fracturas familiares y xenofobia.
El «Me Iría Demasiado» nació como un canto seductor, una invitación a dejar atrás la patria bajo la promesa de riquezas fáciles y oportunidades doradas en tierras lejanas. Pero la realidad fue otra: muchos encontraron rechazo, explotación laboral y el desprecio de sociedades que nunca los vieron como iguales. Peor aún, desde Venezuela, quienes promovieron esta fuga masiva despreciaron a los que partieron, tildándolos de «patas en el suelo», mientras esperaban que solo los «mejores» (clase media, profesionales, académicos) abarrotaran los aeropuertos y abandonaran el país para darle un rostro representable y presentable al éxodo.
El velatorio de esta ilusión fallida, según el macabro comunicado de la Casa Blanca, se realizará «en la cárcel de Nayib Bukele en El Salvador o, en su defecto, en Guantánamo» —territorio cubano usurpado por EE.UU.—, un detalle que evidencia el cinismo de quienes ahora se burlan del sufrimiento ajeno. «Paz a sus restos», concluye el texto, como si con eso bastara para cerrar un capítulo de dolor y desarraigo.
Reflexión final: Lecciones de una ilusión rota
Hoy, mientras el gobierno venezolano impulsa el Plan Vuelta a la Patria —único en el mundo— para rescatar a quienes cayeron en las garras de este engaño, queda claro que ningún país extranjero dará lo que nuestra tierra sí puede ofrecer: dignidad, pertenencia y futuro. Es indignante que la oposición venezolana, en su afán destructivo, siga empujando a nuestro pueblo hacia el abismo con promesas vacías.
Diciembre se acerca, y con él la esperanza de ver familias reunidas, recuperando lo que nunca debió perderse. El 2026 debe ser el año del reencuentro, no de nuevas trampas. Que el «Me Iría Demasiado» descanse en paz, pero que su muerte sirva de lección: a la Patria no se le traiciona, se le defiende.
Suscribo lo que dice Silvio Rodríguez: -La era está pariendo un corazón…
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