Por Lucero Martínez Kasab*

Decir pueblo es muy amplio porque, tiene varios significados según el contexto en que se le mencione, así, puede decirse, el pueblo de Guatemala, refiriéndonos a la gente que ahí vive o decir, el pueblo de Tasajera, que es un pequeño municipio al lado del mar en la vía que de Barranquilla lleva a Santa Marta en el departamento del Magdalena, diferenciándolo de la palabra ciudad. Por lo general en política se llama pueblo a esa otra gran parte que no es la burguesía y que de ahí para arriba vive una vida cómoda dentro de las limitaciones que puede tener la pérdida de una de las tarjetas de crédito, que produce zozobra y malogra, momentáneamente, no poder pagar una expedición al Tíbet como el gran sueño de la existencia♦

Pero, para eso están los grandes pensadores y pensadoras, para que nos ayuden a descubrir lo oculto de la cotidianidad poniéndole nombre a eso indeterminado para la gente común, es así como Antonio Gramsci nos entrega una definición diáfana,  pueblo es el bloque social de los oprimidos y excluidos…, y con eso nos mostró las semejanzas entre sectores que existen divididos como si nada los uniera, los obreros de la fábricas con los vendedores de lotería; los vendedores de lotería con las empleadas domésticas; las empleadas domésticas con los barrenderos de los parques; los barrenderos con los ladronzuelos del barrio…, donde cada individuo le araña por separado al sistema de gobierno de siempre, a esa totalidad aplastante, algo para vivir, para sobrevivir sin percatarse que están unidos por una misma condición, ser oprimidos, excluidos.

El problema es que el pueblo no sabe si sentirse oprimido y excluido o, por el contrario, bendecido, como hoy se dice, porque, el sistema es tan hábil que los hace sentir privilegiados por trabajar más de diez horas al día o de poseer un carrito de helados al que pulen y limpian como un Ferrari o de tener patrones que pagan un salario y prestaciones sociales puntuales pero que quitan el tiempo del gozo de criar a los hijos. El sistema les esconde que esta sociedad puede ser de otra manera, que el Estado puede ser diferente…, hasta que llega un líder, un mesías, sí, un rebelde como Espartaco, como Martín Luther King, como Jesús, nacidos en el pueblo para abrirles la conciencia, entonces, se crea un gran movimiento que logra algunos cambios, sin embargo, el sistema -hoy el neoliberalismo, el fascismo-, nos hace creer que hay democracia porque decreta votaciones y cuenta los votos, pero asesina a esos líderes, los desaparece, los descuartiza y vuelve el pueblo a la conformidad eterna, hasta dentro de cincuenta años o cien a parir a otro rebelde que volverá a conseguir un poco de alivio para los desposeídos y volverán esos líderes a ser silenciados…, por los siglos de los siglos.

Hasta que ese bloque de oprimidos y excluidos digamos hasta aquí…reconozco que solo no puedo, que necesito ayuda, entonces, van creando las cooperativas, las asociaciones pequeñas de cultivadores de cebollas, de obreras en las pescaderías, de modistas, de artesanos, de movimientos políticos para enfrentar juntos un gran enemigo que posa de aliado como el licor o las drogas, pero que realmente va hundiendo a la persona como nos hunde la mal llamada democracia de Colombia durante doscientos años.

Pero, para llegar a ese punto de claridad el pueblo debe alcanzar un nivel de conciencia tal que le mueva la voluntad de querer vivir BIEN, no sobrevivir…, vivir BIEN, para eso, necesita conferencias, seminarios, conversatorios que poco a poco le muestren la realidad de la política empezando por sí mismo: dónde nací, qué clase soy, qué clase quiero ser, quiénes son mis aliados, quiénes no, en que creemos, etc., por fuera de lo que transmite el sistema embrutecedor con la televisión, la radio, las películas, el Instagram, el Facebook, etc., que es la entronización del egoísmo por encima de la comunidad en búsqueda de los mismos bienes de los ricos y, la difusión de que el ser humano puede hacerse a sí mismo y ser feliz sin necesitar de nadie.

La clase dominante esconde un secreto tanto como puede desde que empezó a cercar la tierra y a decir esto es mío y, por lo tanto, a hacer las leyes a su acomodo…, es que la Constitución, al ser un largo proceso evolutivo de las costumbres de los pueblos, nunca podrá despojar al pueblo mismo de ser el soberano, es decir, nunca podrá quitarle la autoridad suprema de decidir sobre su destino, de reestructurar el Estado,  respetando tres principios según el filósofo de la ética política Enrique Dussel: uno, la defensa de la vida en comunidad; dos, el consenso; tres, haciendo lo que es factible, posible. Esto se logra por la vía de una ASAMBLEA –la reunión de unos miembros de una colectividad- POPULAR –que es relativo al pueblo- CONSTITUYENTE – algo que establece. Es un deber ético mostrarle al pueblo que tiene esa salida, la asamblea popular constituyente, que le sirve para remover una ley que se le volvió en contra, que le obstruye a través de un Estado obsoleto el derecho de vivir una vida plena.

El consenso popular es la flor de ese proceso de conciencia entre los sectores oprimidos y excluidos que un día admitieron la realidad de sus vidas, que son pobres, que difícilmente llegarán a ser dueños de empresas, de fábricas, que vivirán siempre de su trabajo, no explotando a los demás. Entonces, por analogía, por similitud, se acercarán el barrendero, el vigilante, la empleada doméstica, la oficinista, la ama de casa unidos en un solo frente para buscar entre todos unos cambios políticos para las futuras generaciones y para lo que les queda de vida porque, el criterio ético por excelencia para derogar una ley, es la defensa de la vida que el sistema dominante quiere acabar.

Cuando un pueblo logra un consenso respetando la vida en comunidad, reconociendo sus similitudes, con un fin que es factible de realizar confluye en la fe, esa de nuestros pueblos indígenas del Cauca, de la Sierra Nevada y del Valle del Sinú para permanecer vivos durante más de quinientos años soportando la cultura bárbara de la Modernidad que les llegó en 1492.  Porque la fe, al igual que las Utopías y tipos ideales reproducen la misma reflexión sobre mundos imposibles, que inciden en la posibilidad de mundos reales, en palabras del adorable pensador alemán-latinoamericano, Franz Hinkelammert.

La oposición colombiana le ha colocado al progresismo una raya para que no pase a una asamblea nacional constituyente; la cúpula del progresismo evaluará la pertinencia o no de esta medida según la situación política del país, sin embargo, el pueblo debe saber que existe ese recurso para que se apropie de su contenido y haga parte de su reservorio político pasándolo de generación en generación, profundizando en la fe de una vida buena.

La Constitución es una formalidad que no puede estar por encima de la vida humana, Jesús mismo, el máximo crítico de un imperio, se enfrentó a la ley cuando curó a un enfermo un sábado día de descanso según las leyes; así respondió a los fariseos: ¿Os irritáis contra mí porque he curado a un hombre entero en sábado? La Ley es para la vida, por tanto, hay que suspenderla para que sirva para la vida. La Ley, en cambio, que no se suspende cuando sea necesario para que sirva a la vida, mata. Así como Jesús desafió la ley para servir a la vida, la Constitución debe ser entendida como un medio para servir al pueblo y no como un fin en sí misma. Cuando la ley se convierte en una barrera para el bienestar de la gente pierde su propósito. El pueblo siempre debe recordar que la verdadera ley no es la que se impone desde las altas cortes, sino la que surge de la voluntad colectiva…, esa que se manifiesta en las calles llenas de sol defendiendo la vida, que es la fe luchando por un nuevo Estado.

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*Lucero Martínez Kasab

*Lucero Martínez Kasab, Analisata política, Magíster en Filosofía, Universidad del Norte, Especialización en Filosofía Contemporánea.
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