El 9 de diciembre de 2024 se cumplieron 200 años de la Batalla de Ayacucho que selló la independencia del Perú y, con ello, la independencia de los países americanos. España renunció al intento de recuperar las posesiones de ultramar.

No voy a pretender resumir en un artículo, ni más faltaba, los antecedentes y acaeceres de dicha batalla; y mucho menos los intríngulis de las guerras de independencia americanas. Haría falta escribir enciclopedias para ello, e historiadores de mucho pelo en el moño dedicados a esa tarea. Me limitaré a tocar dos o tres puntos al respecto.

Sálgase de la cocina, mija”, solía decirle mi abuela a mi madre, “pues dos cocineras juntas en la cocina se estorban mucho”. Sabias palabras dichas dentro de una cocina que era muy pequeña para dos.

BOLÍVAR Y SAN MARTÍN

El 26 y 27 de julio de 1822 los generales Simón Bolívar y José de San Martín se encontraron en Guayaquil para hablar de la independencia del Perú. San Martín, que venía del extremo sur del continente, era la estrella luminosa de su ejército. Bolívar, que venía del extremo nororiental, era la estrella luminosa del suyo. Se trataba de definir quién se ponía a la cabeza, y quien ocupaba el lugar de subordinado, puesto que dos líderes montados en la misma barca terminan por pisarse las mangueras y agarrarse a los trancazos. Un barco no puede tener dos capitanes, un avión no puede tener dos pilotos, una empresa no puede tener dos gerentes generales, un país no puede tener dos presidentes en ejercicio, una orquesta no puede tener dos directores.

No se sabe qué se dijeron el uno al otro en ese encuentro sin testigos del que no quedó ninguna grabación, pero San Martín optó por retirarse y dejar el campo libre a Bolívar para que se pusiera a la cabeza de la tarea.

BOLÍVAR Y SANTANDER

Muchas cosas pasaron, y una de ellas fue que se acrecentó el distanciamiento personal entre Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander cuando el primero dejó al segundo al frente de la presidencia en Bogotá, para poder encargarse de las labores propias de la guerra en el campo del sur. Bolívar solicitó recursos a Santander, pero este los negó aduciendo que las arcas estaban agotadas y que no tenía suficientes armas y hombres para enviar a librar guerras ajenas. Esos recursos no alcanzaban siquiera para defender lo que se había logrado en la Nueva Granada y con la Venezuela de Páez a punto de alzarse en armas. La ayuda a Bolívar no era posible, y cuando Santander por fin logró enviar un contingente de hombres al Perú, la Batalla de Ayacucho había pasado y la suerte se había definido. Con las uñas, pero se había definido.

Ese hecho, sumado a una diferencia de amores con una de las señoritas Ibáñez de Ocaña, que prefirió a Santander por encima de Bolívar; y con una broma pesada que Bolívar le hizo a Santander cuando le ganó una partida de cartas al tresillo en que “por fin me tocó algo del empréstito de Londres”; puso de manifiesto que los dos hombres asociados de guerra por fuerza de las circunstancias, a la hora de la verdad “se mascaban, pero no se tragaban”. Lo dicho: Cuando hay dos capitanes, sobra uno.

BOLÍVAR EN EL PERÚ

Aunque el 28 de julio de 1821 José de San Martín había declarado en Lima la independencia del Perú, las cosas no eran tan sencillas porque había tropas del ejército realista luchando por todos lados. Tardaría en llegar la independencia definitiva.

En 1823 el Virrey José de la Serna derrotó al patriota Antonio José de Sucre y recuperó a Arequipa sumando escaramuzas en esta sangrienta guerra.

Enfermo y debilitado Bolívar en Pativilca, recibió la visita del ministro neogranadino de defensa Joaquín Mosquera que, viéndolo en tan deplorables condiciones, le preguntó:

–    “Y, ¿Qué piensa Ud. hacer ahora?”.

La contundente respuesta no dejó dudas de que el hombre en ese momento tenía más alma y más corazón que fuerzas físicas:

–    “¡Triunfar!”.

ANTONIO JOSÉ DE SUCRE

En sus condiciones Bolívar estaba imposibilitado para empuñar la espada, y se apoyaba en el entonces general Antonio José de Sucre para asumir el mando efectivo de las tropas patriotas, que Bolívar le entregó el 7 de octubre de 1824. Tras la Batalla, el general Bolívar le otorgó a Sucre el título de Mariscal de Ayacucho.

No nos detendremos en detallas sobre los batallones y hombres que Sucre tenía a su mando, puesto que centraremos la atención en el general José María Córdoba. Él, y su hermano Salvador, cambiarían la escritura de su apellido tras la guerra de independencia, sustituyendo la letra “b” por la “v” de la Victoria. Es esa la razón por la que el apellido Córdova aparece escrito de las dos maneras, y la que encuentro más aceptable es la segunda, porque respeta la voluntad de los dos guerreros paisas. Se entiende, claro, que ese apellido proviene de la ciudad andaluza del mismo nombre en España, y que la grafía del departamento colombiano de la costa norte es escrita con la letra “b” por fuerza de la costumbre.

JOSÉ MARÍA CÓRDOVA

El general de brigada José María Córdova llegó en 1824 con un contingente de refuerzo a la ciudad de Trujillo en Perú, y se convirtió en un importante oficial al mando del general Sucre, que lo puso a la cabeza de los batallones Bogotá, Pichincha, Caracas, y Voltígeros (del francés “voltigeurs” que significa saltadores u hostigadores). Había más batallones como, entre otros, los de Rifles, Vencedor, y Pantano de Vargas, al mando del general Jacinto Lara.

BATALLA DE AYACUCHO

Esta batalla ocurrió en el sitio denominado Pampa de Quinua, en cercanías de la ciudad de Huamanga, ciudad que desde entonces tomó el nombre de Ayacucho.

El 9 de diciembre de 1824 a las 8 am. las tropas realistas y patriotas se aprestaban para entrar en combate. En ambas había hombres de distintas procedencias entre españoles, europeos, venezolanos, peruanos, colombianos, y otros. Puede decirse que desde el punto de vista natal era esa una pelea entre hermanos. En vista de eso, el general realista Juan Antonio Monet propuso al general patriota José María Córdova un encuentro amistoso de bandera blanca para “darse un abrazo antes de romperse la crisma”. Sucre autorizó a Córdova el encuentro con el enemigo. Monet propuso a Córdova un acuerdo de paz para evitar la confrontación armada, pero Córdova se negó porque:

–    “Ciertamente ustedes tienen más tropas y mejor posición que nosotros, pero sus soldados no son iguales a los nuestros”.

Fue, entonces, cuando se dieron el apretón de manos a la manera de los boxeadores en el ring antes de agarrarse a los guascazos, y después del saludo caballeroso José María Córdova dirigió a sus tropas la imperecedera arenga de:

–    “¡Soldados, armas a discreción, paso de vencedores!”.

Esta frase pasó a la historia como discurso de motivación capaz de enviar a los hombres a la lucha de vida o muerte hasta sus últimas consecuencias.

El resto es historia. Los patriotas ganaron esa batalla, y los realistas abandonaron sus esperanzas para siempre.

LA GUANEÑA: BAMBUCO DE GUERRA

DURANTE LA BATALLA DE AYACUCHO

El Ecuador y Bolivia precolombinos hacían parte del imperio inca del Perú, y en el pico denominado Chimborazo Bolívar pronunció su famoso delirio manifestando su intención de entregar su vida al propósito de liberar las repúblicas americanas del yugo de los realistas españoles. Cerca del Chimborazo hay un lugar denominado Guano, cuyos hombres se entregaron también a la causa del Libertador. Algunos iban a la lucha acompañados por sus mujeres que cocinaban para ellos, los cuidaban, los animaban y, llegado el caso, empuñaban también las armas. Esas mujeres que en otros lados llamaron adelitas o soldaderas, fueron fundamentales para el sostenimiento anímico de la tropa.

El bambuco se considera el ritmo musical colombiano por excelencia, que identifica las músicas populares, y es tenido como génesis de la guabina, el bunde, y el currulao, entre otros ritmos.

La referencia más antigua que se encuentra en la Historia de Colombia a la palabra bambuco es en una carta que el General Francisco de Paula Santander dirigió al General Joaquín París Ricaurte. Dice don Hernán Restrepo Duque:

–    “El bambuco sólo aparece citado en testimonio de primera mano, y con absoluta certeza, en el año de 1819”.

Según Carlos Miñana Blasco ([1]):

[“El primer documento confiable en el que se cita el bambuco es una carta del general Francisco de Paula Santander, fechada en Bogotá el 6 de diciembre de 1819, y dirigida al general Joaquín París Ricaurte que se encontraba en Popayán. Con humor le dice…”:

–    “Refréscate en el Puracé, báñate en el río Blanco, paséate por el Ejido, visita las monjas de La Encarnación, tómales el bizcochuelo, diviértete oyendo a tu batallón, baila una y otra vez el bambuco, no olvides en los convites el muchuyaco…”]

Las monjas hacían sus famosos bizcochuelos, y no sabemos si el general Santander quiso jugar con el doble sentido al hacer tal recomendación a su amigo el general París, pero lo cierto es que allí se reconoce que en el batallón la banda tocaba bambucos.

Se sabe que los generales Bolívar y Santander eran buenos bailarines, siendo la contradanza o country dance, un vals de salón, el ritmo en que lucían su experticia. La Vencedora, La Libertadora, y La Trinitaria, son músicas que han llegado a nuestros días reconstruidas por estudiosos de academia.

Dice Restrepo Duque que:

“Cuentan viejas crónicas que Bolívar le jalaba al pasillo y al bambuco en los descansos de su trashumancia incendiada, y que José María Córdova bailaba nuestros aires musicales y a su compás hizo de las suyas en Ayacucho… Añaden que fue La Guaneña el bambuco de la carga y las descargas…”.

Aunque no es fácil reconstruir el origen del bambuco titulado “La guaneña”, se cree que es ritmo popular cuya música fue recogida por un hombre llamado Nicanor Díaz que vivió en Pasto a finales del siglo XVIII, y que esa marcha musical fue adoptada por las bandas de música del ejército libertador en la campaña del Perú. Luego le fueron impuestas algunas letras, entre ellas la de un autor de nombre Neftalí Benavides que se hacía reconocer por el seudónimo de Kar A. Melo. Parece ser que este hombre vivió a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, por lo que no puede pensarse que en el ejército libertador se cantara La Guaneña con la letra de Benavides.

Esta letra hace referencia a que una mujer de Guano de nombre Rosario Torres, llamada por los pastusos La Guaneña, enamoró al autor y se marchó con otro escamoteándole algún dinero:

Guay que sí, guay que no,
la Guaneña me engañó.
Por un peso y cuatro riales,
con tal que la quiera yo.


Que a mí sí, que a otro no,
la Guaneña me lo juró.
Me recibió la platica,
y con otro se la gastó.


Cascajal, Cascajal,
la Guaneña al frente va;
con un fusil en el hombro,
alerta pa’ disparar.


Guay que sí, guay que no,
la guaneña me engañó.
La guaneña, tan mentirosa,
en Pasto jamás se vió
.

Hay una tribu, y un poblado, denominados Guane y ubicados cerca de Barichara en Santander, pero no creo que fuera este el origen de aquella guaneña cantada por la banda del batallón de Córdova, sino alguna inspiradora mujer proveniente de Guano en el Ecuador.

Lo que sí sabemos es que cuando las tropas de Córdova marchaban a paso de vencedores, la banda de guerra los animaba con los musicales acordes del bambuco La Guaneña.

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CORTESÍA DE: ALEJANDRO GUTIÉRREZ DE PIÑERES

BLOG DEl AUTOR: Alejandro Gutiérrez de Piñeres

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