Por Antonio Jiménez Castañeda
Existe una Bogota (sin tilde en la a) en donde las basuras y las ratas no se han apoderado nunca de los parques y de las vías, donde la miseria no existe y no asaltan a mano armada en las esquinas, donde los policías no piden coimas, donde el alcalde (Phil Murphy) no deambula sin rumbo por los barrios con un casco de obrero en la cabeza y un séquito de “lagartos” que lo siguen para no perder el empleo, donde la alcaldía y el concejo no están amangualados para robarse el presupuesto público.
Bogota (sin tilde en la a) es una ciudad estadounidense, localizada en el estado de Nueva Jersey. El clima es de inviernos fríos y veranos cálidos y húmedos. Tiene cerca de 20 mil habitantes.
En esa Bogota (sin tilde en la a), no hay huecos en las calles, las escuelas públicas son gratuitas, limpias, espléndidas, con almuerzos de primera calidad para los niños y buses escolares de última generación. Allí no hay bicicletas de domiciliarios atropellando a todo el mundo en las aceras, no saben qué es “pico y placa”, el sistema de salud pública es envidiable y la policía está siempre —muy amable— al servicio de la comunidad.
En Bogota (sin tilde en la a) no han visto ni sufrido jamás filas infrahumanas de personas tratando se subirse a un bus de Transmilenio ni de ninguna otra clase (no existe Transmilenio) mientras los delincuentes les rapan los celulares, les saquean los bolsillos y violan a las mujeres. Allí, el servicio de buses es higiénico, moderno, eficaz y puntual, tanto así que por internet se puede averiguar a qué hora exacta va a pasar por un lugar determinado el de cualquier ruta, ver la foto del chofer y saber cómo se llama. Por eso no hay filas infames.
Bogota (sin tilde en la a) no tiene un río Bogotá pestilente por el que corran a cielo abierto las inmundicias de la ciudad y del cual se hayan agarrado los corruptos para robarse cientos de miles de millones de dólares con la falsa promesa de descontaminarlo.
En Bogota (sin tilde en la a) no hay tugurios.
No hay en esa Bogota (sin tilde en la a) nada llamado Vargas Lleras detrás de la contratación pública; los relojes de las calles y los parques dan la hora exacta; En ningún edificio (público o privado) existe gente con un aviso en la camisa de “Seguridad privada” y diciendo a toda hora “colabóreme con su documento”, “regáleme su nombre” o “recuérdeme su cédula”.
Existe una Bogota (sin tilde en la a) en la que la gente puede sacar dinero de los cajeros automáticos sin ningún riesgo de que le caigan gavillas de hampones con puñales y pistolas a quitarle la plata.
La ciudad de Bogota (sin tilde en la a) no tiene una empresa de metro desde hace 60 años robando a manos llenas sin que haya existido jamás un metro.
En Bogota (sin tilde en la a) no hay ni un solo puesto callejero de venta de frutas y jugos con aguas podridas, de mazamorra paisa, de pinchos o de arepegüevo. En las puertas de las farmacias o los supermercado no hay hordas de falsos mendigos pidiéndole a usted que les compre “una caja de pañales para mis bebés”, que les entregue una contribución para “el pasaje de regreso a mi ciudad” o lo del “hotel para pasar la noche”.
En esa Bogota (sin tilde en la a) puede usted tomar un taxis sin ningún riesgo de que le den burundanga para llevarlo a dar el paseo millonario y sin ningún peligro de que el desaseo del taxi le transmita enfermedades tales como la sífilis, la viruela del mono, el tifo, las fiebres terciarias, el herpes y otras tantas de ese estilo.
La tilde es un signo ortográfico muy importante en el español.
La tilde, también llamada acento ortográfico, es una rayita oblicua que se coloca encima de algunas vocales para indicar la sílaba tónica de una palabra. Dicho de otra manera, la tilde nos señala cuál es la sílaba que se pronuncia con más fuerza en una palabra.
Si los corruptos que gobiernan y saquean a Bogotá decidieran ahora quitarle la tilde para tratar de disimular el caos van a darse cuenta de que ese no es el problema.
