“El fútbol, este reino de la lealtad humana ejercida al aire libre.” Antonio Gramsci.
El fútbol hoy es visto en algunos sectores populares como una forma de llegar a ser multimillonario. Sólo unos poquísimos pobres de nuestras barriadas, de la Colombia profunda consiguen este propósito y hoy juegan en famosos clubes, comprados, como si fueran una mercancía con cifras exorbitantes.
Allá en el pasado queda Guachené, Tumaco, Tuluá, pueblos deprimidos, controlados por las mafias del narcotráfico. Estos hábiles jugadores son ahora de otro mundo, del mundo del capital y como tal, son mimados por las mafias. Son las estrellas de nuestra selección en donde impera la bobería, la estulticia, la falta de dignidad.
A Uribe, a quien pruebas irrefutables lo muestran como el cerebro ordenador de miles de muertos, lo elogia el Tino Asprilla, y a ayer a su finca llegó James y llegó un buen número de jugadores de la selección y Uribe no desaprovechó la oportunidad para hacerle ver a píe a James y compañía que él es el patrón y desde su caballo que el amo era él y que Yerri Mina, es el esclavo. No es ridículo el video, es indignante. Ver a Mina aceptando el papel de esclavo, -faltaba el látigo-, produce nauseas.
Esta selección es hábil en hacer goles, representan al país en eso, exclusivamente en eso, porque sus integrantes en la proyección social, en sus valores, en la solidaridad con los compatriotas que aspiran a la justicia, son nada, son paracos, no pueden representar al país que ha ido despertando.
Mina debe disculparse ante el país digno por ser tan vilmente servil de un mafioso que encara al país de la muerte, del crimen, del despojo. Debe pedirles perdón a los niños que ven al futbol con mente limpia. No ha salido de la mina de esclavos este jugador, no cabe hablar de compatriota porque la patria para nosotros tiene otro significado. Y al resto de pateadores del balón merecen que la sociedad que surge en medio de las tinieblas, la que se rescata en el pensamiento, en el arte, en los anhelos de justicia los reconozca como hábiles pateadores, nada más que eso, son títeres de la mafia, respaldados por los micrófonos de doctores, – vaya doctores-, que son al periodismo deportivo lo que es Semana al análisis político, una basura.
El fútbol es una fiesta, un ritual de esfuerzo, inteligencia, creatividad, una nueva forma de celebrar la vida; cuerpo y alma fundidos en tal empeño como sucedía en las olimpiadas de los griegos. Hoy el futbol ha sido cooptado por las mafias que se mueven con la FIFA, por las mafias locales e internacionales, pero este hecho no disminuye su valor, la humanidad lo rescatará, así como sepulta el toreo y despierta en la defensa de la naturaleza.
El futbol en Latinoamérica primero llegó a Argentina con los inmigrantes. Al Chacharita, uno de los clubes más antiguos de Buenos Aíres lo fundaron en una biblioteca los anarquistas. Y el Argentinos Juniors primero se llamó Mártires de Chicago, en homenaje a los obreros ahorcados un primero de mayo. En 1.942 cuando los criminales nazis dominaban Ucrania, un equipo de la ciudad de Kiev jugó contra ellos. Se les
advirtió a los futbolistas que no debían ganar. Lo hicieron por 5-1, fueron fusilados. Esta selección Colombia no sabe de historia, de dignidad, no sabe de nada, de lo único que saben es del valor que pagan por ellos los grandes capitales.
Vendrá una nueva generación de futbolistas que realmente sean dignos de representar al país como deportistas. Autónomos, reflexivos, dignos, hombres libres y no adoradores de un criminal, de un descuartizador, de un matarife.
JAIME CÁRDENAS.
Siguenos en X …@PBolivariana
