Henry Pacheco*

En lo que parece la repetición de lo ocurrido hace algo más de un año, cuando Alemania era presionada por sus aliados, todo tipo de think-tank (tanques pensantes) y gran parte de la prensa occidental para aprobar el envío de tanques Leopard, Olaf Scholz está sufriendo esta semana cierto acoso por parte de sus homólogos europeos a consecuencia de la reciente polémica causada por las palabras de Emmanuel Macron.

Tras la cumbre del lunes en París, en la que los países de la UE aspiraban a mostrar unidad y comprometerse a aumentar la asistencia a Kiev, el presidente francés, sin que existiera ningún acuerdo, se refirió a la posibilidad de enviar tropas occidentales a Ucrania. El comentario, pronunciado de forma casual puede entenderse como una forma de poner sobre la mesa lo que supondría una escalada significativa en el conflicto entre Rusia y Occidente, pero también como una amenaza vacía de quien ha enviado ya tantas armas que es difícil encontrar titulares con los que romper el actual ciclo informativo.

Ante la ambigüedad de Estados Unidos y el Reino Unido, el rechazo de gran parte de los países de la Unión Europea y el entusiasmo de Lituania, Letonia y Estonia, la cuestión ha pasado a formar parte de la conversación política y mediática en un momento en el que el discurso occidental se centra en exagerar las dificultades que Ucrania está sufriendo en el frente. “Ucrania ve el riesgo de una irrupción rusa a través de sus defensas para este verano”, titulaba ayer Bloomberg siguiendo la línea iniciada por Josep Borrell, que exigió inmediatez al envío de armamento y munición ante el peligro de que la guerra pudiera “estar resuelta en tres meses”. La realidad del frente ayuda a la implantación de ese discurso. Los avances de Rusia en Donbass -y en menor medida en Zaporozhie, en los alrededores de Rabotino- se producen en una fase en la que es preciso sustituir temporalmente el armamento y financiación estadounidense. La fortaleza de la ofensiva rusa, por el momento únicamente local, podrá calibrarse cuando sus tropas alcancen la segunda línea de defensa de Ucrania. Entonces quedará claro si las actuales retiradas ucranianas responden al colapso del frente de Donetsk o si se trata de una retirada relativamente organizada. En cualquier caso, cada localidad, por muy pequeña que sea, es mencionada ahora en los partes de guerra occidentales como muestra del peligro que viene.

Aumento de producción y rapidez en las entregas son actualmente las dos ideas más repetidas en el discurso europeo, en el que no cabe ninguna apertura a la diplomacia y se exageran peligros futuros para justificar el aumento del gasto militar. Ayer, con una amplia mayoría (451 a favor, 46 en contra y 49 abstenciones), el Parlamento Europeo aprobó la enésima resolución para proclamar la asistencia a Ucrania mientras sea necesario. El texto insistía en que cada país de la UE y la OTAN deben emplear al menos el 0,25% anual de su PIB en asistencia militar a Ucrania. Consciente de que la Unión Europea no es capaz de sostener la guerra por sí sola, el Parlamento no solo apeló a la OTAN en general, sino a su indiscutible líder en particular. “El Congreso de Estados Unidos tiene que aprobar su retrasado paquete de asistencia militar para Ucrania sin dilación”, exige. Y en una semana en la que por primera vez se ha puesto sobre la mesa a presencia de tropas occidentales en Ucrania -sea el primer paso para comenzar a exigirlo o sea una amenaza verbal sin más-, la resolución afirma también que “no debe haber ninguna restricción autoimpuesta a la asistencia militar de la Unión Europea a Ucrania”. El documento no precisa si se refiere al envío de tropas, al techo de gasto o a las reticencias de algunos países a enviar cierto tipo de armamento. Teniendo en cuenta la lentitud con la que se mueve la maquinaria política europea, es probable que la intención no sea apoyar las palabras de Macron, aunque la coincidencia en el tiempo añade ambigüedad al comentario.

Enfrentados en una lucha de poder para mostrarse como el aliado europeo más importante de Kiev, París y Berlín siguen discutiendo a través de los medios precisamente sobre esas restricciones que el Parlamento Europeo, en el que el espacio para la diplomacia parece inexistente, exige eliminar. La rápida reacción del Gobierno alemán tras las palabras de Macron intentando levantar el tabú del envío de tropas ha dejado claro el motivo por el que el comentario del jefe de Estado de Francia molestó tanto a Olaf Scholz. Y con cada día que pasa, se ponen de manifiesto las diferencias de opinión a nivel continental y se da algún detalle más sobre la realidad de la guerra.

En apenas unas horas tras las declaraciones de Macron, Scholz reaccionó vinculando cualquier presencia de tropas alemanas sobre el terreno al estatus de beligerancia. El canciller alemán fue rápido también cuando se vio obligado a desmentir a su propia ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, que en una intervención parlamentaria afirmó que “estamos en guerra con Rusia”. Aunque Alemania es el principal donante militar europeo, Scholz ha marcado la línea roja en la participación directa. Y es precisamente ahí donde ha chocado con una definición ligeramente diferente de qué es ser un país beligerante y dónde el apoyo externo a un país en guerra se confunde con la participación directa en el conflicto bélico.

Scholz no solo insistió en que no puede haber soldados alemanes en Ucrania, sino que lo hizo utilizando un ejemplo perfectamente claro. El canciller alemán insistió en que ningún soldado alemán debe poder quedar vinculado a los blancos que alcance un misil. Con ello, el líder alemán enlazaba los dos temas de la semana: la cuestión de las tropas y la presión para la aprobación del envío de misiles Taurus. La semana pasada, a iniciativa de la oposición, el Bundestag apeló al envío de dichos misiles, por los que Kiev lleva meses suplicando. Y tras la reunión del lunes en París y en medio de la polémica por el comentario sobre las tropas, Macron, no sin cierta torpeza, respondió al reproche alemán a la escasa asistencia militar francesa recordando que París sí está dispuesto a enviar a Ucrania misiles de largo alcance. El comentario francés abrió la posibilidad a Scholz de dar a conocer lo que realmente implica el envío de misiles occidentales a la guerra. Al contrario que en el caso de los carros de combate, para los que ha sido suficiente la instrucción de tanquistas en los países occidentales, el envío de misiles implica, según ha dado a entender el canciller alemán, presencia de soldados de ese país manejando esos misiles y ayudando en la tarea de alcanzar los blancos seleccionados.

“Olaf Scholz afirmó el lunes que no entregaría los Taurus, el equivalente de Berlón al Storm Shadow, ya que requería la presencia de soldados asistiendo sobre el terreno, citando la aproximación británica y francesa con sus propios sistemas. El señor Scholz ha argumentado que seguir el ejemplo británico haría a Alemania participante en la guerra”. Sin mucha sutileza, la defensa del canciller alemán ha sido dar a entender la presencia de soldados británicos y franceses y sugerir que ambos han cruzado cierta línea de beligerancia que el Gobierno alemán, por el momento, no está dispuesto a atravesar. Como ha recogido estos días The Telegraph, el Reino Unido ha querido desmentir, aunque sin hacerlo realmente, su participación directa en la guerra. “El Reino Unido, junto con otros aliados, está suministrando una gama de equipamiento a Ucrania para ayudarle a contrarrestar la agresión ilegal y no provocada de Rusia”, ha afirmado el Ministerio de Defensa que, sin ninguna convicción y con escasa credibilidad, ha añadido que “el uso de Ucrania de los Storm Shadow y los procesos de alcanzar los objetivos son cosa de las Fuerzas Armadas de Ucrania”. Ninguno de los comunicados desmiente la presencia de soldados británicos para ayudar en el manejo del armamento.

Significativa es también la reacción de la oposición alemana. Norbert Rottgen, diputado de la CDU, ha reprochado a Scholz “las declaraciones sobre la supuesta participación francesa y británica en el uso de misiles de largo alcance en Ucrania”, que ha calificado de “irresponsable”. En la misma línea, pero con aún más claridad, Tobias Ellwood, expresidente del Comité Parlamentario de Defensa, quiso mostrar su ira contra las palabras del canciller alemán. “Esto es un abuso flagrante de la inteligencia deliberadamente diseñado para distraer de las reticencias de Alemania a armar a Ucrania con sus sistemas de misiles”. Como recuerda The Telegraph, los ansiados Taurus podrían alcanzar, por ejemplo, el puente que une Crimea con la Rusia continental, el objetivo más ansiado por personas como Kirilo Budanov. Las reticencias a ser vinculado a un ataque así siguen siendo más importantes para el canciller alemán que mantener la semblanza de unidad con sus socios y aliados. Aunque defenderse de sus presiones implique vincular directamente a soldados franceses y británicos en los ataques con misiles a la retaguardia rusa.

Ahora  el presidente  francés informa que la prensa occidental ha transformado  sus palabra   y que  el  no quiso  dar  a  entender  el   envió de tropa a  Ucrania.

Y todo esto después  que  el  presidente  ruso informara  que  si la OTAN enviaba tropa  el  apelaría  a  armas  nuclear

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*Henry Pacheco.

 Investigador y analisata político venezolano

BLOG DEL AUTOR: Henry Pacheco

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