Pedro Barragán

Como trasfondo de las terribles agresiones marítimas norteamericanas contra Venezuela y de las anunciadas terrestres, estos días hemos conocido dos documentos donde se detallan las políticas de China y de Estados Unidos sobre América Latina y el Caribe: el Documento de Política de China sobre América Latina y el Caribe y la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Estos documentos presentan visiones profundamente distintas sobre el orden internacional, la soberanía, el desarrollo y la seguridad regional en América Latina y el Caribe. El contraste entre ambos permite observar con claridad dos enfoques claramente divergentes, el primero centrado en la cooperación, el multilateralismo y la orientación al desarrollo, y el norteamericano que prioriza la seguridad, la primacía hemisférica y el enfrentamiento geopolítico explícito, enmarcados en su lógica hegemónica.

Multipolaridad versus hegemonía hemisférica

Si nos fijamos en la evolución histórica de la relación entre Estados Unidos y América Latina y el Caribe, resulta innegable el impacto perjudicial de la Doctrina Monroe. A lo largo de algo más de un siglo, desde la guerra entre México y Estados Unidos, la guerra del 98 contra España por la apropiación de Cuba, el control del Canal de Panamá, hasta la promoción de golpes de estado para derrocar gobiernos legítimos en países como Guatemala y Chile, ocupaciones militares en Nicaragua, República Dominicana y Haití, intentos de invasión como Bahía de Cochinos en Cuba y la invasión a Panamá para derrocar a Manuel Noriega, el embargo y bloqueo de Cuba, etc., etc., Estados Unidos se ha apropiado de los recursos naturales y ha generado graves sufrimientos sociales y políticos, negando de manera sistemática los derechos humanos fundamentales de los pueblos latinoamericanos, incluidos su derecho al desarrollo y a una vida digna.

Centrándonos en las últimas formulaciones, el documento chino parte de una lectura del sistema internacional marcada por la transición hacia un mundo multipolar y por el ascenso del Sur Global. América Latina y el Caribe son descritos como parte legítima de la gobernanza global, con capacidad de decisión y derecho a definir sus propias trayectorias de desarrollo. Esta visión contrasta fuertemente con la Estrategia estadounidense, que reafirma explícitamente una versión actualizada de la Doctrina Monroe, rebautizada como “Corolario Trump”.

Lejos de reconocer la autonomía estratégica de la región, el documento estadounidense la concibe como un espacio cuya orientación debe ser regulada para evitar la presencia de “competidores externos”. Esta formulación implica una negación práctica de la soberanía latinoamericana, al asumir que las decisiones económicas, tecnológicas o diplomáticas de los países de América Latina y el Caribe sólo son legítimas si no contradicen los intereses de Washington. En este sentido, la estrategia estadounidense reproduce una lógica histórica de tutela y control, difícilmente compatible con un orden internacional basado en la igualdad soberana.
Soberanía y condicionamientos políticos

China insiste reiteradamente en la no injerencia y en la ausencia de condicionalidades políticas, subrayando el apoyo a las vías de desarrollo elegidas por cada país y a la cooperación basada en el consenso.

Estados Unidos, en cambio, adopta un enfoque abiertamente instrumental. La Estrategia de Seguridad Nacional propone “reclutar” gobiernos alineados y recompensarlos, mientras se ejerce presión explícita sobre aquellos que cooperen con países considerados adversarios. Incluso se plantea condicionar acuerdos comerciales, de seguridad o de inversión a la exclusión de China y otros competidores, lo que reduce la cooperación hemisférica a una relación jerárquica. Queda patente la percepción de que Washington concibe a América Latina y el Caribe como una extensión de su perímetro de seguridad.

Desarrollo económico versus subordinación estratégica

El contraste es especialmente marcado en materia de desarrollo. China plantea una agenda amplia que incluye comercio, inversión, infraestructura, energía, agricultura, ciencia y tecnología, finanzas y reducción de la pobreza. La Iniciativa de la Franja y la Ruta se presenta como un mecanismo abierto, flexible y orientado al desarrollo sostenible, con énfasis en infraestructura física y digital, industrialización y conectividad regional.

Estados Unidos aborda la economía latinoamericana desde una lógica instrumental. El desarrollo regional es relevante en la medida en que contribuya a detener la migración, a asegurar cadenas de suministro cercanas (near-shoring), a garantizar acceso a minerales críticos y a reducir la dependencia de China. La Estrategia estadounidense se centra en el uso de aranceles, de acuerdos comerciales “recíprocos”, de presión regulatoria y de apoyo selectivo a empresas estadounidenses, priorizando explícitamente los intereses del trabajador y la industria de EE.UU. La retórica de cooperación queda eclipsada por una lógica extractiva y utilitaria, donde los beneficios para la región son secundarios frente a las necesidades estratégicas de EE.UU.

Seguridad y militarización

China dedica una parte relativamente limitada de su documento a la seguridad tradicional. Su planteamiento privilegia la cooperación en seguridad no tradicional: lucha contra el crimen transnacional, ciberseguridad, gestión de desastres, operaciones de paz y control de armas. El lenguaje es defensivo y multilateral y se inscribe en el marco de Naciones Unidas.

Estados Unidos, en contraste, sitúa la seguridad en el centro de su política hemisférica. La Estrategia de Seguridad Nacional contempla el uso de la fuerza militar, de los despliegues focalizados, de la expansión de la presencia naval y de los guardacostas, de la cooperación en inteligencia y en ventas de armas. La migración, el narcotráfico y la influencia china son tratados como amenazas directas a la seguridad nacional, justificando -como vemos estos días en las aguas de Venezuela y Colombia- el uso de la fuerza letal contra ciudadanos de otros países sin consentimiento de sus estados. Esta militarización del vínculo ignora las causas estructurales de muchos de estos problemas, como el narcotráfico asentado sobre el blanqueo económico en los bancos norteamericanos y el político a través de los gobernantes latinos aliados de EE.UU., y refuerza una relación asimétrica basada en la coerción.

Fomento de los vínculos sociales

China desarrolla extensamente el ámbito de los intercambios culturales, educativos, científicos y entre pueblos. Programas de becas, cooperación académica, medios de comunicación, deportes y diálogo civilizatorio ocupan un lugar central. Todo ello busca construir legitimidad y una presencia de largo plazo basada en vínculos sociales y culturales.

Estados Unidos también reconoce la importancia del poder blando, pero lo subordina claramente a la competencia estratégica. Su discurso pone el acento en la defensa de valores propios y en la lucha contra la “influencia extranjera hostil”, presentando la cooperación cultural y educativa como un instrumento más dentro de una estrategia de contención.

Los documentos analizados revelan dos proyectos profundamente distintos para América Latina y el Caribe. China propone una relación estructurada en torno al desarrollo, la cooperación Sur-Sur y la integración en un orden multipolar, con un discurso inclusivo y de largo plazo. Estados Unidos, por el contrario, formula una estrategia centrada en la primacía hemisférica, la seguridad y la competencia directa con China, donde la región aparece más como un espacio a controlar que como un socio autónomo.

La actitud estadounidense centrada en la primacía y la coerción, a través de la agresión pura y dura, posiblemente puede acelerar el alejamiento de América Latina y el Caribe de un país que, durante décadas, ha proclamado su predominio, pero nunca ha ofrecido una relación verdaderamente equitativa.

Esperemos, por otra parte, que la actual agresión norteamericana contra el pueblo de Venezuela, con el ya claro intento de desestabilización económica y de apropiación de sus recursos -petróleo entre otros-, pueda ser neutralizada por la presión internacional.

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Pedro Barragán es un destacado economista español con una sólida trayectoria en el análisis de mercados internacionales y comercio exterior. Actualmente se desempeña como Asesor de la Fundación Cátedra China, donde aporta su visión estratégica sobre las relaciones económicas entre España y el gigante asiático. Autor del libro “Por qué China está ganando”. A lo largo de su carrera, ha ocupado puestos de responsabilidad en diversas instituciones financieras y organismos de promoción económica. Es un reconocido experto en la Nueva Ruta de la Seda y en el impacto de la política macroeconómica china en Europa. Además de su labor consultiva, destaca por su faceta como conferenciante y colaborador habitual en medios especializados en economía. Su experiencia técnica lo convierte en una voz autorizada para interpretar los desafíos del mercado globalizado actual. @PedroBarraganC

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