Ociel Alí López
Con las últimas decisiones de Washington —como la interceptación de dos cargueros de petróleo venezolano, la presencia militar en Ecuador, sin fecha de salida, y el nombramiento de un enviado especial para Groenlandia— el presidente de EE.UU., Donald Trump, acelera el giro estratégico de «reconquista» hacia el continente americano.
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de EE.UU., publicada el 4 de diciembre, y cuyo marco conceptual se basa en retomar la Doctrina Monroe, pero ahora desde el «corolario Trump», avanza rápidamente produciendo nuevos acontecimientos que van modificando el rostro geopolítico, especialmente en el continente americano.
En teoría, las ESN son documentos marco que cada gestión presidencial reescribe y que terminan ordenando la planificación militar y diplomática, definiendo enemigos, redirigiendo el desarrollo tecnológico y energético, así como garantizando las propias cadenas de suministro o entorpeciendo las de sus adversarios.
Con su nueva estrategia, la potencia del norte deja de actuar como el «policía del mundo» que ha sido durante este siglo y la última década del pasado, para pasar a desempeñar el rol de «capataz del continente».
En concreto, la de 2025 peca de sincera por varias razones. Primero, porque devela objetivos claros de apropiación de riquezas en todo el continente americano por diversas vías: diplomáticas, militares e incluso mediante la intervención en procesos políticos de cada país. Por otro lado, también es brutalmente honesta en el sentido de que asume que su objetivo central se concentrará en América.
De este modo, la potencia del norte deja de actuar como el «policía del mundo» que ha sido durante este siglo y la última década del pasado, para pasar a desempeñar el rol de «capataz del continente». Es decir, asume su debilidad global y fija la mirada de acero en los territorios contiguos a su Estado-nación.
No es solo Venezuela
Todavía es temprano para evaluar la respuesta que podría recibir de parte del resto del mundo, que ya comienza a verse afectado. Por el momento, lo que puede hacerse es describir los pasos de esta nueva política. El primero de ellos apunta a Venezuela.
Así como el documento sincera el nuevo orden mundial, el discurso de Trump hacia el país caribeño se ha vuelto más transparente en los últimos días: ha pasado del argumento del narcotráfico a uno abiertamente explícito sobre sus pretensiones respecto al petróleo venezolano.
Así como el documento sincera el nuevo orden mundial, el discurso de Trump hacia el país caribeño se ha vuelto más transparente en los últimos días: ha pasado del argumento del narcotráfico a uno abiertamente explícito sobre sus pretensiones respecto al petróleo venezolano. Y lo ha hecho, si bien sin tomar aún pozos o refinerías, sí interceptando, abordando e incluso expropiando cargueros de petróleo que entraban o salían de sus puertos, en lo que puede calificarse como un bloqueo naval petrolero.
El afectado directo es Venezuela, pero los indirectos son quienes compran su petróleo. Es decir, tal como lo establece el documento, el objetivo subyacente es cortar las líneas de abastecimiento de China, Rusia y otros países que compran o comercializan crudo venezolano, o que venden los diluyentes necesarios para su refinación. Según medios estadounidenses, el segundo barco interceptado este sábado, el Centuries, ya transportaba petróleo venezolano adquirido por un comerciante chino.
En paralelo, existen reportes y videos que parecen demostrar que el petróleo venezolano exportado por Chevron fluye con normalidad hacia puertos estadounidenses. Así, el problema no parecería ser el petróleo venezolano en sí ni el financiamiento del gobierno de ese país, sino el destino final del crudo.
Presencia en Manta
Para comprender que el foco no es únicamente Venezuela, el miércoles de la semana pasada arribaron las primeras aeronaves militares estadounidenses a la base de Manta, en Ecuador. La canciller Gabriela Sommerfeld reconoció que la base estará operativa hasta que «se cumplan los objetivos de ambas naciones», lo que puede interpretarse como un período de operaciones indefinido y arbitrario, pese a que el 16 de noviembre, en una consulta convocada por el propio presidente Daniel Noboa, el 60,5 % de los ecuatorianos votaron «No» a una pregunta sobre la reinstalación de bases militares extranjeras, prohibidas expresamente por la Constitución.
El significante sacralizado de la democracia —tan utilizado en cruzadas anteriores— ha sido borrado del relato de Washington y de sus países aliados. Las razones ahora son otras.
Tras ese resultado, Noboa ha viajado en dos ocasiones a EE.UU. La embajada estadounidense en Quito dio la «bienvenida al personal de la Fuerza Aérea» de su país a Ecuador. Este dato es clave, porque el significante sacralizado de la democracia —tan utilizado en cruzadas anteriores— ha sido borrado del relato de Washington y de sus países aliados. Las razones ahora son otras.
Y no se trata solo de Ecuador. El 5 de diciembre, el Congreso de Perú aprobó el ingreso de tropas estadounidenses al territorio peruano para realizar labores de cooperación con las Fuerzas Armadas y la policía a partir de enero y durante todo 2026. Según la ESN, cortar el abastecimiento y la relación comercial entre el Pacífico suramericano y China figura entre los principales objetivos, debido al peso estratégico de esta ruta, cuyo centro operativo es el nuevo megapuerto de Chancay, en Perú.
Groenlandia: fronteras no ideológicas
Si no se comprenden los alcances del nuevo corolario Trump y del renovado lema «América para los americanos» de la doctrina Monroe, estos quedan más claros con la decisión tomada por Trump el domingo: nombrar al gobernador republicano de Luisiana, Jeff Landry, como enviado especial para Groenlandia, con el objetivo explícito de integrarla a la estructura administrativa de EE.UU.
Esta decisión demuestra que el expansionismo no reconoce fronteras ideológicas. Considera a todo el continente americano —incluidas colonias europeas— como una zona de control exclusivo de Washington, lo que no solo desafía a adversarios tradicionales como Rusia, China o Irán, sino que abre profundas grietas diplomáticas con Dinamarca y la Unión Europea. Cualquier territorio del hemisferio occidental pasa a ser un activo estratégico que debe ser subordinado, eliminando vestigios de autonomía regional o nacional.
Dinamarca ya ha reaccionado. El ministro de Asuntos Exteriores, Lars Løkke Rasmussen, declaró sentirse «profundamente disgustado» y convocó al embajador estadounidense. Por su parte, el portavoz de Asuntos Exteriores de la Comisión Europea, Anouar El Anouni, afirmó que «preservar la integridad del Reino de Dinamarca, su soberanía y la inviolabilidad de sus fronteras es esencial para la Unión Europea», sin precisar qué pasos adicionales podría dar si Trump persiste en su objetivo.
El presidente de EE.UU. abre múltiples frentes sin importar quién sea el nuevo enemigo. Se siente fuerte en América y cree poder controlar el escenario continental. Hasta ahora, las respuestas han sido diplomáticas o declarativas, mientras Washington avanza con hechos de carácter bélico. ¿Es posible pensar en una respuesta conjunta de todos los países afectados? ¿Tiene EE.UU. la capacidad de subordinar todo el territorio americano antes de que concluya el mandato de Trump en 2029?
Eso lo sabremos pronto.
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de PB.
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*Ociel Alí López. Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América latina.

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