Por ORD. Cali octubre 17 de 2025

Por años, Colombia ha sido un país donde el poder económico dicta el relato y el pueblo apenas escucha su propio eco en los márgenes. Pero hoy, por primera vez, el país presencia algo inédito: un presidente que no teme hablar de frente, que no delega su voz en los grandes conglomerados mediáticos, y que se atreve a desafiar la hegemonía de quienes han convertido la información en privilegio. Gustavo Petro encarna esa ruptura, y por eso lo censuran.

La entrevista concedida al periodista Holman Morris no fue una más. Fue una conversación sobre el derecho a la palabra, sobre el derecho a comunicar sin filtros la visión de un gobierno que nació del mandato popular y no de las oligarquías. En ella, el presidente Petro denunció que le fue negada la posibilidad de dirigirse a la nación por medio de una alocución presidencial, a raíz de una tutela promovida por la oposición y acogida por la Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC). En otras palabras, le prohibieron hablar.

La paradoja es tan evidente como grave: en una democracia, la censura suele venir del poder hacia los ciudadanos; en Colombia, viene de los poderosos hacia el presidente. Petro lo dijo con la serenidad de quien comprende el trasfondo histórico del momento: “No están censurando a Gustavo Petro, están censurando a once millones y medio de colombianos.”

Esa frase sintetiza su papel: no habla por sí mismo, sino por la sociedad que lo eligió. Su palabra, lejos de ser un privilegio, se convierte en un deber democrático. Cuando se le impide comunicarse, no se vulnera un derecho personal, sino el derecho colectivo a la información. No se silencia una voz: se interrumpe un diálogo entre el Estado y el pueblo.

Un presidente que comunica lo que otros callan

El pecado de Petro es decir lo que los demás callan. Hablar del narcotráfico no como un negocio aislado, sino como una estructura global de poder. Denunciar la corrupción en la salud como un desangre del erario público. Revelar la verdad de los territorios donde la violencia no cesa y la desigualdad se hereda como condena.

En lugar de rodearse de aduladores o de ceremonias vacías, Petro prefiere las plazas, los micrófonos y las cámaras para hablar de frente a la ciudadanía. No lo hace para hacer proselitismo como maliciosamente se le acusa sino porque comprende que la política también es pedagogía. Un pueblo informado es un pueblo que piensa, y un pueblo que piensa deja de ser masa y se convierte en sujeto político.

Esa es la verdadera amenaza para los poderes que lo combaten: que los colombianos entiendan su país sin la mediación de los noticieros. Por eso buscan reducir su voz, someterla a examen, decidir qué puede y qué no puede decir. Esa práctica, como recordó el propio mandatario, constituye censura previa, algo que está prohibido por la Constitución y la Convención Americana de Derechos Humanos.

El presidente pedagogo

Más que un gobernante tradicional, Petro ha asumido el papel de un presidente pedagogo. Explica, contextualiza, debate. Enseña que la democracia no es solo votar, sino comprender. Cada una de sus intervenciones busca abrir un debate nacional, y cada palabra suya incomoda a quienes prefieren la ignorancia como estrategia de control social.

Cuando el presidente cita la sentencia C-1172 de 2001 o la T-391 de 2007, no lo hace para recitar tecnicismos, sino para demostrar que su palabra está amparada en el derecho. Habla de Constitución, de derechos, de historia. Habla como un hombre que conoce el poder, pero también como un ciudadano que nunca ha dejado de cuestionarlo.

Y esa es precisamente la esencia del cambio: un gobierno que no teme explicar, que no se refugia en la propaganda, que reivindica la verdad como un acto de servicio público.

La historia le dará la razón

Cada proceso de transformación encuentra resistencia. A Bolívar lo traicionaron los suyos; a Gaitán lo silenciaron con balas; a Petro lo quieren callar con tutelas. Pero el tiempo pone a cada quien en su lugar. La historia no recuerda a los censores, sino a los que fueron capaces de abrirle camino a la palabra.

Hoy, mientras la oposición usa los tribunales para limitar la voz presidencial, la sociedad se pregunta: ¿quién teme tanto a lo que dice Petro? La respuesta es evidente: temen a un país que despierte, que entienda que el cambio no es una amenaza sino una posibilidad.

Por eso, más allá de las decisiones judiciales, la censura no podrá borrar el mensaje: la voz del presidente no le pertenece a un individuo, sino a un pueblo que decidió hacerse escuchar. Y ese pueblo, tarde o temprano, encontrará nuevas formas de hablar, incluso cuando intenten callarlo.

Cuando el silencio no vence

Petro ha demostrado que gobernar también es resistir. Resistir a la mentira, al poder económico, a la manipulación. Su mayor legado no será una obra de cemento ni una cifra económica: será haber defendido la palabra como bien común.

En una nación donde el silencio ha sido cómplice de tantas injusticias, Petro representa la voz que se niega a callar. Y esa, sin duda, será la huella más profunda de su paso por la historia: haberle devuelto al pueblo colombiano el derecho a escucharse en su propio idioma, sin intermediarios, sin censura y sin miedo.

Siguenos en X …@PBolivariana
https://t.me/bolivarianapress
https://www.threads.com
pbolivariana@gmail.com