Por: Juan Hernández Machado*, miembro de la Unión de Escritores y Artistas y de la Unión de Historiadores de Cuba
“Estoy en una misión histórica y espiritual por el Gran Israel”.
Así, tranquilo, desenfadado, consciente de la impunidad de la que ha disfrutado en estos dos años de exterminio del pueblo palestino, el primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu pronunció esas palabras el pasado martes ante medios de prensa.
Y es lógico que se sienta seguro para poder hablar de esa forma, que tiene un gran significado, ya que mientras ha ordenado y dirigido el exterminio del pueblo palestino, tanto en la Franja de Gaza como en Cisjordania, a la vez que ha demostrado que puede atacar al Líbano y a Siria cada vez que se le antoje y de la forma que mejor le convenga, los que serían los principales afectados por esa visión mesiánica del Gran Israel continúan prestando atención a los cantos de sirena del gobierno de los Estados Unidos de América que pretenden que todos logren acuerdos con Israel y acepten las condiciones que este país impone para la convivencia en el Medio Oriente.
Aunque algunos plantean que el término Gran Israel proviene de la Guerra de los Seis Días, en 1967, para referirse a los territorios ocupados por el Estado sionista: Jerusalén Oriental, la Franja de Gaza, Cisjordania, la península del Sinaí y las Alturas del Golán, realmente no nació en ese momento porque está refrendado en la Biblia hebrea para designar las fronteras que abarcaba el antiguo reino de Israel, las que los sionistas adoptaron en sus concepciones y que los Netanyahu de hoy consideran debe tener el Israel moderno.
Es cierto que se volvió a utilizar con fuerza después de la llamada Guerra de los Seis Días. Un mes después de la misma, cuando Israel capturó varios territorios de países árabes vecinos así como la Franja de Gaza y Cisjordania, se formó el Movimiento Tierra de Israel o Movimiento por el Gran Israel, que exhortaba al gobierno a conservar las tierras capturadas y poblarlas con colonos hebreos.
Recordemos que desde los años 30 del pasado siglo, los revisionistas judíos, donde destacaba David Ben Gurión, consideraban que todo el territorio que abarcaba el entonces Mandato de Palestina que tenían los brítanicos, incluída la entonces Transjordania, era el Gran Israel.
Esos revisionistas judíos formarían en 1973 el hoy partido derechista Likud, el que dirige el señor Netanyahu, que lleva años gobernando el país en coalición con partidos menores ultra religiosos o de ideología nacionalista.
Ese partido mantuvo una posición ambigua ante la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993 por el entonces primer ministro Yitzhak Rabin y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) al oponerse a que grandes partes del territorio de Israel se le cedieran a los palestinos y porque hubiera que desmantelar asentamientos de colonos israelíes en territorios que conquistara Israel en 1967.
Ya en este siglo ha sido clara su posición de no aceptar el establecimiento de un Estado palestino bajo condición alguna.
Y para que no quedara duda alguna de sus ambiciones y objetivos, mientras las llamadas Fuerzas de Defensa de Israel se preparan para iniciar la ofensiva contra Gaza a fin de ocuparla como anunciaron recientemente, el señor Bibí Netanyahu fue a participar en el aniversario 50 de la fundación del asentamiento de colonos israelíes en Ofra, Cisjordania.
Allí recordó que hacía 25 años había prometido garantizar la presencia israelita en la zona e impedir el establecimiento de un Estado palestino y lo había cumplido, a pesar de presiones internas y de varios presidentes estadounidenses que querían ceder un poco ante los palestinos.
Analistas consideran que con esa posición Netanyahu reiteró su firme posición ante las gestiones diplomáticas de la Unión Europea con países árabes moderados que insisten en que la creación del Estado palestino sería una forma viable de terminar con este conflicto y de neutralizar las posiciones de facciones palestinas como las que se enfrentan desde hace dos años al ocupante israelí en la Franja de Gaza y no le han permitido cumplir sus objetivos.
Internamente, al no aceptar ninguna concesión territorial a los palestinos, Netanyahu satisface a los sectores religiosos y nacionalistas más recalcitrantes de su sociedad, dejando claro que Cisjordania es de Israel, como reza en el concepto de Gran Israel.
Esas últimos declaraciones del primer ministro sionista sobre el Gran Israel, unido a las medidas adoptadas para tratar de completar la ocupación de la Franja de Gaza, la creciente ocupación de Cisjordania, la ocupación de diferentes lugares en El Líbano y en Siria, violando acuerdos aceptados anteriormente y sin ninguna palabra fuerte o acción contraria por parte de los occidentales que han sido siempre su apoyo, ha recibido, lógicamente, el rechazo de más de 30 países árabes e islámicos (Liga Árabe, la Organización de Cooperación Islámica y el Consejo de Cooperación del Golfo) mediante una declaración emitida recientemente.
Ellos consideran que la posición de Netanyahu es una violación flagrante del derecho internacional y que representa una amenaza directa a la seguridad nacional árabe, a la seguridad regional y mundial y a la soberanía y paz de los países firmantes de la declaración.
También condenaron la posición de Bibí, la Autoridad Palestina y otras organizaciones palestinas, en especial el movimiento islámico Hamas.
Sin embargo, muchos instan al Consejo de Seguridad de la ONU a asumir su responsabilidad y adoptar medidas decisivas contra el primer ministro sionista. Lamentablemente, la historia de más de 70 años demuestra que esto solo es un acto de buena voluntad que no arrojaría resultado alguno a favor de los palestinos y los árabes, porque el gobierno estadounidense no va a permitir- como no lo ha hecho a lo largo de estas siete décadas- que su asociado Israel, esté quien esté al mando en Tel Aviv, salga perjudicado.
Tal vez los más sensatos sean quienes han estado resistiendo la barbarie sionista estos últimos dos años, quienes junto a su condena han llamado a romper los lazos con Israel, retirar los embajadores, detener el proceso de normalización que promueve Estados Unidos con diferentes países árabes e islámicos para beneficiar a Israel y unirse realmente para enfrentar la ocupación de los territorios palestinos de la Franja de Gaza y Cisjordania por parte del gobierno de Israel.
La historia de las relaciones de los países árabes con Israel también tiene muchos ejemplos donde las vacilaciones de los primeros beneficiaron ampliamente a los sionistas.
Se deben aprender las lecciones necesarias, no escuchar a ese diablillo enviado por el Tío Sam que les susurra al oído los beneficios que tendrían tener buenas relaciones con el gobierno de Tel Aviv, ajustarse los cinturones y actuar en beneficio de sus propios pueblos antes de que sea demasiado tarde.
Cuando se ven las barbas del vecino arder (como vienen diciendo pueblos europeos desde el siglo XV) hay que cuidar las propias- lo que quiere decir adoptar las medidas necesarias para impedir que ocurra lo que se está anunciando- y Netanyahu y su cohorte, al parecer, no están dispuestos a detenerse en el objetivo de hacer más grande a Israel.
Ojalá los dubitativos se den cuenta a tiempo y adopten las medidas que desde hace mucho tiempo debían haber adoptado y que realmente puedan impedir que ese sueño y objetivo se convierta en realidad en detrimento de su propia soberanía y de la paz regional y mundial.
Agosto 18 de 2025
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BLOG DEL AUTOR: Juan Hernández Machado
BIOGRAFIA: Juan Hernández Machado
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