Por estos días estoy inmerso en la lectura del libro “Las guerrillas en Colombia” de, Darío Villamizar, sociólogo, periodista y escritor que ha investigado el origen de los treinta grupos insurgentes que han hecho tránsito desde la década de los cincuenta.
Unos pervivieron en el tiempo, como las FARC, el ELN y el EPL. Otros sucumbieron rápidamente como el MIR-Patria Libre, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), las Autodefensas Obreras (ADO) y el Movimiento Quintín Lame. En la década de los noventa varios de ellos negociaron con el gobierno.
Cada organización alzada en armas tenía un fundamento, una razón de ser. No era únicamente cambiar al gobierno de turno. Buena parte de su lucha se enfocó en la tenencia de la tierra y en el cierre de las brechas sociales.
No emergieron de la tierra como por la magia de Birlibirloque y menos como consecuencia del resentimiento de clases, que son las narrativas que alimentar los discursos de odio de Álvaro Uribe Vélez, Germán Vargas Lleras, Paloma Valencia o la siempre despistada senadora, María Fernanda Cabal.
Ahora y procurando pescar en río revuelto, Vicky Dávila pretende avivar odios bajo el argumento de que los alzamientos en armas jamás tuvieron razón de ser y que, por tanto, es necesario dar al traste con los acuerdos.
LA RAZÓN DE SER DE LAS GUERRILLAS
Las «Las guerrillas en Colombia” es una obra de casi 900 páginas, con amplia fundamentación sobre la historia y la evolución de los grupos guerrilleros en Colombia, así como sus impactos en la sociedad, la política y la economía del país.
Villamizar presenta un estudio detallado de los orígenes, las dinámicas y los cambios que han sufrido las guerrillas colombianas desde su surgimiento en la década de 1960 hasta la fecha de la publicación de la obra.
En el texto, Villamizar no solo describe las características y los objetivos de los principales grupos insurgentes, sino que también examina las razones estructurales y socioeconómicas que han alimentado a la guerrilla en Colombia.
INFLUENCIA ENTRE LA POBLACIÓN
Asimismo, Darío Villamizar aborda las consecuencias de este fenómeno para la población civil, el Estado y el desarrollo del país, prestando especial atención a las violaciones de derechos humanos, el desplazamiento forzado y la violencia política.
El libro también presenta las diferentes etapas de los conflictos internos, así como los esfuerzos de pacificación y las estrategias militares implementadas por el gobierno para intentar desmantelar a las guerrillas.
A lo largo de su análisis, Villamizar ofrece una visión crítica de las causas profundas del conflicto y cómo estas guerrillas han influido en la historia reciente de Colombia.
En resumen, la obra de Villamizar proporciona una visión integral de las guerrillas colombianas, tratando temas de origen, ideología, violencia y sus consecuencias, y se convierte en una importante referencia para entender los complejos procesos políticos y sociales de Colombia.
¿ECHAR POR LA BORDA LOS ACUERDOS?
Lo peor que le puede ocurrir a Colombia es echar por la borda los acuerdos con la insurgencia como vienen exponiendo los precandidatos presidenciales de la derecha. Es su caballito de batalla, muy al estilo de Álvaro Uribe, que lo posicionaron en la Gobernación de Antioquia y luego, asumir los destinos—el período más nefasto y criminal de la historia—de Colombia. Una época aciaga de paramilitares y falsos positivos.
Antes que pensar en acabar los acuerdos, no solo en este gobierno—si el ELN manifiesta su voluntad política—hay que seguir en conversaciones e, igual, en el próximo período de gobierno.
Buena parte de quienes se “enguerrilleraron”, lo hicieron creyendo en un cambio social. Y procurando esa transformación en el establecimiento, ofrendaron su vida en las montañas. Igual el personal del Ejército. Insurgentes y militares son pueblo colombiano.
Los diálogos no se pueden reversar. Por el contrario, hay que fortalecer los acuerdos y avanzar en el acercamiento con otras expresiones armadas. Así lo reclama un país cansado de la guerra…
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