Por: Juan Hernández Machado*, miembro de la Unión de Historiadores de Cuba
Vivir en colectividad es una de las actividades más difíciles de todos los tiempos, en especial en nuestros días cuando el respeto, la solidaridad, el colectivismo y el amor se han deteriorado bastante.
Echemos un vistazo a algunos titulares de la pasada semana: “Son 84 las víctimas mortales del atentado terrorista en Kerman, Irán”; “Agresión en Iraq acaba con la vida de alto jefe militar”; “Iraq considera a Estados Unidos responsable del ataque contra la sede de las Fuerzas de Movilización Popular en Bagdad”; “Militares sirios rechazan ataque del Daesh en el desierto oriental del país”; “Países occidentales gastaron 200 mil millones de dólares en apoyo al régimen ucraniano frente a Rusia”.
Pudiéramos agregar algunos más, sobre el recrudecimiento del bloqueo estadounidense a Cuba; declaraciones de funcionarios yanquis que piden la liquidación de Irán; protestas en China y en Corea Democrática por posiciones irresponsables de fuerzas militares de Washington cerca de sus respectivos territorios…y muchas más.
Y es que contra todas las banderas impera el “capitalismo salvaje”, en el que predomina un grupo de países con los Estados Unidos de América al frente.
Es cierto que después de la COVID-19 y fundamentalmente ante el desarrollo de la operación militar especial rusa en Ucrania, con resultados que los amigos y protectores de Ucrania no esperaban, ese grupo no ha logrado sus objetivos expansionistas y de control del mundo a plenitud, sus economías se han afectado y su prestigio- si es que le queda alguno- se ha resentido bastante, pero atención, mucha atención, ni están acabados, ni se espera que sus principales exponentes se conviertan en “niños buenos” de la noche a la mañana.
Pero tampoco podemos perder las esperanzas de que un mundo mejor sea posible, porque la historia nos da lecciones muy importantes. Hubo un momento histórico que detalla el empecinamiento de los dirigentes de Francia, Alemania, Portugal, Inglaterra y España, en sus mejores días como poderes dominantes en el mundo, por lograr en forma desenfrenada más territorios, riquezas y súbditos.
Con el pasar del tiempo, esas grandes potencias que fueron en una época determinada se convirtieron en historia pasada, pues hoy los mismos súbditos que ellos explotaron y controlaron durante muchos años poseen iguales derechos que ellas ante la justicia internacional.
Sin embargo, como lo más difícil en la vida es cambiar la mentalidad de los hombres, todavía muchos de esos países que fueron antes súbditos explotados y hoy son independientes, consideran a sus antiguas metrópolis con una nobleza que ellas no se merecen, lo que facilita que en ocasiones sean compulsadas a adoptar posiciones en política internacional al lado de quienes provocan el sufrimiento, el dolor, el caos y la muerte.
Adolfo Hitler soñó con conquistar Europa primero para luego extenderse a otras partes del mundo, provocando la II Guerra Mundial.
Es cierto que fue enfrentado por muchos países de los que hoy están a la extrema derecha- pero estos buscaban defender sus propios intereses imperiales y como se ha divulgado bastante hubo mucha cooperación bajo el tapete entre ellos y los nazis, buscando que la peor parte la llevara la antigua Unión Soviética, hoy desaparecida, pero cuya contribución esencial, que le costara la pérdida de más de 20 millones de sus mejores hijos, fue lo que realmente provocó la derrota nazi y que los sueños de Hitler no se cumplieran.
Terminó la guerra, surgió la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y con ella la esperanza de que pudiera ser una organización justa, que evitara nuevos enfrentamientos como ese y posibilitara la cooperación entre todos los países del mundo.
Pero al mismo tiempo surgió la Guerra Fría, en la que antiguos aliados de la URSS durante la guerra- con Estados Unidos y Gran Bretaña a la cabeza-, pasaron a considerarla el enemigo principal a derrotar.
Todos conocemos que debido a las diversas medidas adoptadas por esos países, más los errores cometidos por la dirección soviética, la URSS colapsó en 1991 y con ella el llamado campo socialista.
En ese momento también muchos confiaron en que finalmente íbamos a vivir en paz, pero, aunque teóricamente se puso fin a la Guerra Fría, los Estados Unidos y sus aliados se sintieron totalmente libres para imponer su voluntad al resto del mundo.
No nos detendremos a valorar lo que pudiera o no hacerse ahora desde el seno de las Naciones Unidas para poner fin a la barbarie que el régimen sionista israelí está cometiendo con el pueblo palestino, porque hemos sido amplios sobre el tema en otros comentarios anteriores, también publicados en este sitio.
Baste decir, no desde una posición pesimista sino realista, que solo con la profunda transformación que desde hace años muchos países miembros de la organización reclaman, podríamos confiar en la ONU y su Consejo de Seguridad para resolver los graves problemas de la humanidad de hoy, pues ya el gobierno estadounidense y sus principales aliados no podrían utilizar el amparo de la organización, como han estado haciendo en los últimos años, para imponer su voluntad.
Y así encontramos un nuevo titular en las principales agencias noticiosas y medios de prensa, que se subdivide en varios, “Cuarta gira del Secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken por el Medio Oriente desde octubre pasado”.
Se divulga que Blinken fue a buscar consenso para un acercamiento entre países árabes e Israel, evitar que los enfrentamientos armados de Israel se extiendan a otros países de la región y lograr la paz en Palestina.
Sin embargo, al leer detenidamente las diferentes informaciones sobre las declaraciones de este ilustre personaje, se reafirma la doble moral de los dirigentes estadounidenses y de quienes le siguen al valorar el genocidio que el régimen sionista israelí está cometiendo- en total complicidad con Washington- contra el pueblo palestino.
Veamos algunos ejemplos.
El señor secretario declaró a la prensa saudita, “El futuro de la región debe ser de integración, no de división ni conflicto. Y para que eso suceda, necesitamos ver el establecimiento de un Estado palestino independiente”.
Será que el señor secretario ha olvidado que durante más de sesenta años y avalado por diferentes resoluciones de la ONU- con las que su propio gobierno ha estado de acuerdo- el pueblo palestino sigue esperando que eso se convierta en una realidad porque muchos países, con Estados Unidos a la cabeza, lo que han hecho es apuntalar al régimen sionista de Israel en todos los aspectos.
En Doha le dijo a la prensa, “Desde el primer día nos hemos concentrado intensamente en trabajar para evitar que el conflicto se propague”.
Si la memoria no nos falla, una de las primeras lecciones que se enseñan en las escuelas de diplomacia, sin importar el país que sea, es que cuando uno trata de mediar en un conflicto entre dos partes, no puede parcializarse con ninguna de ellas.
Entonces, ¿abastecer a Israel mediante centenares de vuelos y de buques de carga con tecnología militar de alto nivel, facilitarle datos de inteligencia obtenidos a través de los sofisticados medios que poseen los Estados Unidos y enviar asesores- supuestamente para tratar el tema de los rehenes que hiciera Hamás- para compartir experiencias con los militares israelitas es evitar que se propague el conflicto?
Realmente no entiendo. Es como si el gobierno estadounidense dijera: “no somos ni de izquierda, ni de derecha, sino todo lo contrario”.
En varios momentos durante su recorrido el señor secretario yanqui manifestó que en cuanto se logre una paz en el conflicto actual, los gazatíes podrán regresar a su tierra.
¿Es que acaso el señor secretario no ha visto las dantescas imágenes de destrucción y muerte que es Gaza hoy en día como para pensar que se firma la paz mañana y al otro día ya pueden regresar los cientos de miles desplazados? ¿A vivir dónde? Si lo que Israel está dejando es tierra arrasada.
En sus referencias a los hutíes yemenitas, lógicamente, los culpa de haber sido ellos quienes tiraron la primera piedra- atacar los mercantes en el Mar Rojo- y luego hace mención al daño que eso ocasiona a los pobres y poblaciones vulnerables tanto de Yemen como de Gaza.
Sería bueno recordarle al señor secretario yanqui que antes de que los hutíes hicieran acción alguna en este caso, llegaron los buques de la Armada estadounidense al Mar Rojo- los yemenitas están en su casa y los yanquis tuvieron que navegar miles de millas para asentarse frente a la casa de los yemenitas. Además, las primeras acciones de los hutíes en solidaridad con sus hermanos palestinos no fue asaltar buque alguno sino lanzar drones y cohetes – los que fueron interceptados en el camino por esos mismos buques yanquis- contra Israel para que esta cesara su genocidio en Gaza que ya para esta fecha ha causado más de 23 mil muertes, en especial mujeres y niños, y más de 60 mil heridos.
Durante el viaje, el señor secretario yanqui ha encontrado en los dirigentes árabes con los cuales se reunió, en la prensa de la región y en los manifestantes que exigieron a Estados Unidos adoptar una actitud responsable, el llamado a que su país actuara de forma fuerte con el gobierno de Israel por considerar que tiene más posibilidades que los países de la región.
Y si estuviéramos ante el representante de un gobierno serio y respetable se podría pensar que tal vez esto se pudiera lograr, pero resulta que el prestigioso gobierno estadounidense envía a sus diplomáticos a misiones de buena voluntad, con discursos que resulten agradables a los oídos de quienes quieren poner fin a la masacre que se está cometiendo con los palestinos, mientras que, por otra parte y hasta en ocasiones sin permiso del Congreso, ese propio gobierno ha enviado toneladas de material de guerra a los sionistas para que continúen con dicha masacre.
Más claro, ni el agua cristalina de manantial.
Y no es que rechacemos acudir a la diplomacia, hasta con los yanquis, para tratar de resolver un problema mundial como el que desde octubre pasado sucede en Palestina.
Pero hay diversas formas de diplomacia.
Una, la de las risas, los abrazos, besos y palmaditas en la espalda, que terminan con promesas por parte de los yanquis que desde el inicio se conoce que no van a cumplir, y la otra desde principios bien sólidos, recibimiento con el mayor respeto acorde al rango que tenga con quien conversemos, pero al mirarle a los ojos, expresarle también que su gobierno es tan responsable o más que el que en estos momentos está acabando con un pueblo entero y si no cambian su actitud no se podrá confiar en ellos.
Por eso, en un comentario anterior decíamos que el gobierno estadounidense no puede ser mediador confiable en el conflicto entre Israel y Palestina, porque sencillamente es el soporte inseparable del régimen sionista de Israel.
Cuando volvemos a lo que nos enseña la historia, sabemos que es duro mantener los principios porque ello conlleva a sacrificios, dolor, sufrimiento, penurias, ser objeto de agresiones, etc, pero, cuán satisfecho se siente uno por mantenerse firme en sus principios y no dejarse avasallar por los poderosos.
Pregúntenos a nosotros los cubanos, que durante 65 años hemos estado sufriendo las agresiones de todos los gobernantes estadounidenses que, a pesar de su gran poderío, no han podido destruir a nuestro proceso revolucionario.
Qué dirán los iraníes que en la década del 50 del pasado siglo la CIA estadounidense, mediante un golpe de estado, depuso al primer ministro y reinstauró al Sha Reza Pavhlevi, y quienes desde el triunfo de la revolución islámica en 1979 han sido y siguen siendo objeto de las maquinaciones y agresiones yanquis para destruirlos, utilizando todas las vías, pretextos, excusas y hasta invenciones que estén a su alcance.
Nuestros hermanos venezolanos, nicaragüenses y bolivianos conocen bien lo que significa y cuesta mantenerse firme frente al tío Sam.
Esto, para no extendernos y hablar sobre todo lo que han hecho para impedir que la República Popular China llegara a dónde hoy se encuentra y que Rusia volviera a ganarse el prestigio internacional después que presidentes estadounidenses lograron manipular durante un tiempo a Mijaíl Gorbachov y a Boris Yeltsin, en pleno periodo de desintegración de la Unión Soviética y tiempo después.
Por eso, al rectificarse la mala administración de esos dos presidentes rusos, una de las principales campañas de lo que se pudiera considerar la segunda Guerra Fría es demonizar a Vladimir Putin, como ha estado haciendo el gobierno de los Estados Unidos en los últimos años.
Pero bueno, qué más podemos esperar de un país dirigido por un presidente que se equivoca frecuentemente cuando habla en público, que se desorienta también con frecuencia y se puede apreciar en los videos cómo tienen que ayudarlo a encontrar su camino, y donde el secretario de defensa es hospitalizado de urgencia y ni el presidente ni otros importantes dirigentes son informados de ello, como está establecido.
Así es el “paraíso” del norte americano donde la doble moral en la política ya es algo consustancial para sus dirigentes.
11 de enero 2024.
BLOG EN PRENSA BOLIVARIANA: *Juan Hernández Machado

