Por: Juan Hernández Machado, miembro de la Unión de Historiadores de Cuba
Siempre que existe un conflicto entre dos o más países, especialmente de carácter militar, surge el interés por parte de individuos, partidos o instituciones, países y grupos de países en mediar con los contendientes para poner fin al enfrentamiento y encontrar la paz.
Para lograr ser mediador- sea una persona, institución, país o grupo de países- lo esencial es tener prestigio, moral, ser justo y respetado, así como ser imparcial en el tema, no inclinándose a favor de ninguno de los contendientes en el conflicto.
La historia mundial está llena de ejemplos diversos y uno de los casos más significativos es el del pueblo palestino con el gobierno sionista de Israel- que está ejecutando el genocidio de ese pueblo, que ya ha costado la vida de más de cinco mil niños inocentes.
Desde que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobara la creación de dos estados en Palestina, en 1947, surgió Israel pero quedó pendiente el estado palestino. Han transcurrido más de setenta años durante los cuales el gobierno sionista de Israel- no importa quién lo dirija- le ha robado territorio a los palestinos, los ha convertido en parias en su propia tierra, ha violado sus lugares santos y ha aplicado todo tipo de medida coercitiva y represiva contra los palestinos, hasta llegar a los bombardeos masivos y otras acciones del último mes contra la Franja de Gaza.
También durante estas siete décadas y para poner fin a enfrentamientos armados entre Israel, los palestinos y otros países árabes de la región, diferentes actores han buscado la forma de mediar para poner fin a los enfrentamientos y buscar un acercamiento entre el gobierno de Israel y ellos.
“Casualmente”, el gobierno de los Estados Unidos de América- sin importar si es demócrata o republicano porque, al final, son iguales- ha participado como mediador en varias de esas negociaciones.
Destaca la gestión del entonces presidente Bill Clinton, en julio del año 2000, cuando convocó al líder palestino Yasser Arafat y al primer ministro israelí, Ehud Barak a una reunión, que fuera conocida como la Cumbre de Camp David. Como era de esperar, no se encontró solución alguna y la administración estadounidense culpó a Arafat por el fracaso de la reunión.
Luego Clinton nombró al ex senador George J. Mitchell para darle seguimiento al caso, pero sin resultados ostensibles.
Durante todo ese tiempo y como resultado de las disímiles consultas, reuniones, contactos, análisis y estudios especializados, se consolida como única solución al conflicto la creación de los dos Estados (recordar que Israel surgió, pero el Estado palestino se quedó en esa desde el mismo 1947), la que es apoyada por una mayoría de países importantes, incluyendo a los Estados Unidos de América.
Claro, en 1947 cuando se adoptaron las primeras resoluciones en la ONU era fácil hacerlo. Ahora, cuando el estado sionista de Israel le ha robado gran parte de su territorio a los palestinos y ha permitido el asentamiento en el mismo de más de 600 mil colonos israelíes es bastante improbable que acepten y de ahí las acciones extremistas y genocidas para eliminar totalmente a los palestinos y quitarse el problema de encima.
Y bien, imagino que pocos se han preguntado cómo es posible que en todas esas conversaciones, grupos de contacto, conformadores de hojas de ruta y otras iniciativas para tratar de poner fin al conflicto participe el gobierno estadounidense.
Hasta en estos días, cuando la cifra de inocentes asesinados por los bombardeos y otras acciones del gobierno sionista de Israel pasa de los quince mil (una buena parte mujeres y niños) se lee, se escucha, se conocen expresiones de determinadas personas, tanto en el plano individual, como institucional y hasta representando determinados países que consideran que los Estados Unidos debe mediar.
La diplomacia va al extremo, se extienden más las sonrisas, los apretones de mano son un poco más fuertes, se trata de suministrarles datos para que ganen conciencia de lo que sucede. Pero, amigo lector, en ocasiones hay que apartarse un poco de la diplomacia y llamar al pan, pan y al vino, vino, como debe ser.
¿Es que el gobierno estadounidense desconoce la verdadera situación? ¿Es realmente imparcial ese gobierno como para confiar en que pueda ser mediador de algún tipo?
No se preocupe, amigo lector, que no vamos a hacer toda la historia de las relaciones Estados Unidos/ Israel, sino solo mencionar unos pocos elementos para demostrar que el renombrado gobierno de Washington a través de estas siete décadas, usando el sombrero de burro o de elefante, según el partido en el poder, lo que ha hecho es practicar una grandilocuente hipocresía política al aparentar interés por resolver este conflicto.
Mientras presentaba la cara de niño bueno por un lado para que vieran sus “buenas intenciones” hacia el pueblo palestino, ha apuntalado sistemáticamente a Israel desde todo punto de vista.
Según informe RL33222, elaborado por Jeremy M. Sharp, especialista en temas del Medio Oriente del Servicio de Investigación Congresional 1 fechado 1 de marzo del 2023, Israel es el país que más ayuda estadounidense ha recibido desde fines de la II Guerra Mundial, agregando que los Estados Unidos han suministrado ayuda bilateral y de defensa por valor de 158 mil millones de dólares (dólares corrientes y no afectados por la inflación) y que gran parte de dicha ayuda es en forma de asistencia militar.
Hace muchos años que el Estado de Israel ha sido considerado por la legislación estadounidense como “Aliado principal de los Estados Unidos no perteneciente a la OTAN”, símbolo poderoso de la importancia de Israel para nuestro vecino del norte.
Con esto es suficiente para nosotros a fin de explicar las estrechas relaciones entre ambos que convierten al gobierno de Estados Unidos en juez y parte de cualquier mediación donde se involucre el Estado de Israel. No obstante, sugerimos acceder al Congressional Research Service para conocer el informe completo que da todos los detalles de esa estrecha cooperación.
Y bien, por si esto fuera poco, echemos una ligera mirada al comportamiento del gobierno estadounidense a partir del 7 de octubre pasado cuando se incrementó el conflicto entre Israel y los palestinos, porque ese día no comenzó nada, ya que Israel llevaba bastante tiempo matando a palestinos, irrumpiendo en sus lugares sagrados, destruyendo sus viviendas y otras instalaciones, produciéndose el 7 de octubre la respuesta que ellos nunca se imaginaron que se iba a producir.
Las primeras declaraciones de dirigentes estadounidenses fueron de completo apoyo al gobierno sionista de Israel ante el “ataque de los terroristas de Hamas” y luego, en cuestión de horas estaba llegando el primer avión con medios militares estadounidenses para los sionistas. En el momento de redactar estas líneas ya se han producido más de 50 vuelos de este tipo con armas y municiones sofisticadas para ser usadas en el genocidio del hermano pueblo palestino.
Entre el material entregado a Israel se encuentran cien bombas anti búnker BLU-109, de 907 kg cada una, y otras 15 mil bombas de diferentes tipos y denominaciones así como miles de proyectiles de artillería de diversos calibres.
Asesores militares estadounidenses han llegado a Tel Aviv, no para asesorar nada, según funcionarios yanquis sino para ocuparse de la devolución de los rehenes que tiene Hamas. Oiga, como decía mi abuelo Juan Antonio, ese cuento no se lo creen ni ellos mismos.
También con extrema rapidez se despacharon dos grupos de batalla de portaviones hacia el área, y un buque estadounidense actuó contra cohetes lanzados desde Yemen hacia Israel. Me entra la duda, ¿los imparciales y mediadores también pelean al lado de uno los contendientes?
El señor William Burns, director de la Agencia Central de Inteligencia, visitó personalmente Israel, dicen que para ocuparse también de la devolución de los rehenes.
Pero como entre cielo y tierra no puede haber nada oculto, poco después diferentes órganos de prensa comienzan a informar de la existencia de una base militar estadounidense en el desierto de Négev, a solo 32 kilómetros de la frontera con la Franja de Gaza, con capacidad de alojar hasta mil efectivos. Se habla de una estación de radar de alerta temprana.
Al mismo tiempo, también se conocieron informaciones sobre aviones estadounidenses que desde una base en Chipre sobrevuelan el área para obtener información de inteligencia sobre Hamas y la Franja de Gaza, la cual comparten con sus colegas israelíes para hacer más efectivo sus bombardeos.
Y por si todo lo anterior fuera poco, John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense, declaró el 30 de noviembre que Estados Unidos no apoyaba un alto el fuego permanente en la Franja de Gaza, sino solo “pausas humanitarias”. ¡Qué posible mediador más extraño!
Las primeras noticias sobre los resultados de los bombardeos israelíes después de la tregua para el intercambio de rehenes por parte de Hamas y de presos palestinos por parte de Israel, son alarmantes, con cientos de muertos y heridos. Acciones genocidas de las cuales el “prestigioso” gobierno estadounidense es también responsable.
No pretendemos cansarlo amigo lector con más elementos. Para nosotros queda claro que el gobierno de los Estados Unidos de América ha sido y continúa siendo el principal aliado del régimen sionista de Israel desde el principio, y fundamentalmente ahora en esta etapa incrementada del genocidio contra el pueblo palestino.
Con su actuar durante más de siete décadas de forma extremadamente parcializada a favor de uno de los contendientes, ha perdido la moral para poder ser un mediador creíble e imparcial en este conflicto.
Este caso, si bien las treguas son necesarias y humanitarias, necesita la solución final en la que los palestinos puedan tener su propio Estado en su tierra, al igual que disfrutan los israelíes del suyo, con todos los derechos que les corresponden y que les han ido quitando a medida que pasan los años.
En esta solución, a pesar de su grandeza como país, su poderío, su condición de miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, Estados Unidos de América no puede ser un actor principal pues, aunque está de acuerdo con la misma según han expresado repetidamente sus dirigentes, sus acciones en apoyo irrestricto al régimen sionista de Israel demuestran lo contrario.
Corresponde a todos los involucrados y observadores evaluar con cuidado todos los elementos.
Observar silenciosamente, sin denunciarla, la complicidad estadounidense con Israel en este genocidio del pueblo palestino es una afrenta para todos.
Volver a aceptar ahora su participación en grupos de mediación como en el pasado, sería una acción extremadamente hipócrita contra la memoria de esos miles de niños inocentes palestinos masacrados por los sionistas y cuya sangre también mancha las manos de los principales dirigentes estadounidense.
Solo demostrando con hechos fehacientes y no con simples palabras y promesas que luego no cumplen, podrían los Estados Unidos ser aceptados en cualquier gestión mediadora que ponga fin a este martirio que sufren nuestros hermanos palestinos.
¿Podrán hacerlo?
1 de diciembre 2023
BLOG EN PRENSA BOLIVARIANA: Juan Hernández Machado
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