Por Felipe A. Priast
El maniqueísmo en Colombia es una cosa seria. Todo lo que no es blanco, termina siendo negro casi que por default, porque el carácter de la gente no parece admitir grises. Así, la revista “Cambio” es una gran revista porque su competidora, “Semana”, es muy mala. Vicky Dávila es el diablo, entonces, Daniel Coronell debe ser Dios, ese es más o menos el razonamiento.
Pero no es así. La revista “Cambio” no es una buena revista, es más bien una revista regular que pretende ser buena, o aspira a ser buena.
Y, yo, tengo una crítica que he querido hacerles desde hace rato porque me parece que están enfermos con esa vaina: la plata. La obsesión número uno de “Cambio” es la plata. Ahí es en donde uno se da cuenta de que su director (o ex-director) es un judío. A todas las noticias que publican le buscan el ángulo económico, y voy a dar un ejemplo concreto. Se muere Fernando Botero, y “Cambio” fue la única revista que habló de la plata de Botero, de sus casas y apartamentos en Grecia, Mónaco, París y Nueva York, del yate de Botero que les regaló a los hijos, de los millones por los que se vendieron sus obras, etc.
¿Cómo es posible que una revista haya decidido hacer una evaluación de un artista plástico basándose únicamente en su patrimonio y el precio de sus cuadros? ¿Es que esa revista de mierda no podía pedirle el favor a un crítico de arte para que hablara de la obra de Botero?
¡Ah!, he ahí el detalle. Si “Cambio” decidió hablar de la plata de Botero, fue porque no pudieron conseguir a ningún crítico de arte que hablara bien del pintor, y volvemos al punto de mi nota de ayer: la calidad de la obra de Botero.
El hecho de que “Cambio” solo haya hablado de la “plata” de Botero lo dice todo. No había mucho más que decir de Botero excepto que tenía plata y que sus obras se vendían bien.
Cambio tiene que ser la revista más “platera” que yo conozco. Todas las noticias van acompañadas de datos monetarios sobre el sujeto sobre el que se escribe la noticia. “Cambio” mide a todo el mundo por la plata. Y según “Cambio” (porque no lo pudieron explicar de otra forma), Botero fue un pintor universal porque sus obras se vendían en todo el mundo y porque tenía casas en Grecia, Nueva York y Mónaco. “Cambio” mide la universalidad, no con base en las ideas del pintor, sino en sus ventas. Y mide su cosmopolitismo por el número de apartamentos desperdigados por todo el globo.
Y para terminar de cagar a Botero (para que se fijen que mi crítica no es lo peor que se puede decir del artista; hasta los que quieren ayudarlo lo terminan cagando), hoy Coronell saca una columna sobre “Botero en Berkeley”, que narra la exposición de Abu Ghraib de Botero en esa universidad de California, y termina revelando unos pensamientos de Botero que lo dejan mal parado, que lo exponen como el pintor mercantilista y sin peso ideológico que siempre fue.
Dice Coronell que Botero le comentó en esa oportunidad, en el 2007, “que la mayoría de los pintores no se han involucrado en los eventos de su época, que ni los impresionistas ni los renacentistas pintaron sobre los sucesos de sus épocas”.
Yo, francamente, no sé ni para qué Coronell publica ese comentario, porque lo único que logra es evidenciar la frivolidad y el poco peso intelectual de Botero.
Para empezar, yo cuestiono toda la obra de Botero desde un punto de vista ideológico porque su obsesión con el “volumen” es una tontería que no se puede substanciar. Yo nunca me he referido a la obra de Botero como “las gordas de Botero” porque siempre he entendido que su visión artística consistía en “jugar” con el concepto de volumen (y digo “jugar” porque su pintura tiene algo de lúdica). La teoría de Botero, si lo he entendido bien, es la DECONSTRUCCIÓN de la forma, lo que lo lleva a inflarla, argumentando una visión inflada de la realidad. De ahí que sus acólitos dijeran que “Botero no pintaba gordas, que esa era su visión de la realidad”. Pero una cosa es de-construir la forma como lo hicieron Cezanne, Picasso y otros cubistas como Braque o Delaunay, y otra cosa inflarlas sin una idea que lo sustente.
En una introducción de su obra que publica “Cambio” (claro, quién más), su hijo Juan Carlos Botero explica que su padre no pintaba gordas y que decir eso es como decir que Modigliani y el Greco pintaban “flacas”. Esa es principalmente la falla de Botero. Tratando de tener un sello propio, sin una idea que lo respalde, el tipo empezó a inflar sus figuras para asumir una visión postiza de la realidad. ¿Pero qué quieren decir esas figuras infladas? ¿Opulencia? ¿Comfort? ¿Buena alimentación? ¿Por qué Botero infla las formas?, es la pregunta clave que rodea todo su arte.
Y la respuesta es que no hay respuesta. Botero infla sus figuras porque ese arte gordo y fácil para el ojo vende, porque no hay una idea detrás de ese “inflamiento”. El “Greco” pintaba figuras lánguidas porque quería expresar un sufrimiento, en especial en el tema religioso y del Cristo. Modigliani pintaba figuras elongadas porque venía del arte abstracto influenciado por el cubismo y el surrealismo, que son movimientos con ideas “de-constructivas” entendibles. Pero pintar a un prisionero de Abu Ghraib “gordo”, cuando al sujeto en la vida real no le están dando de comer y está famélico, o pintar a una campesina colombiana “gorda”, tampoco tiene sentido porque nuestros campesinos son menuditos, mal alimentados y pobres. Exactamente, ¿cuál era la idea de Botero al pintar a sus figuras infladas?
Yo tengo mi propia teoría sobre eso. Fue una decisión técnica. Botero pintaba así porque era lo más fácil y lo más comercial y decorativo. Bajo esa falsa premisa ideológica, Botero sacaba obras rápido y vendía, que era lo que más le interesaba. Sacar un cuadro de una “gorda” le tomaba una semana, si acaso, ¡y listo!, $500,000 dólares y el que sigue.
Y esculpir esas figuras redondeadas de bronce era solo cuestión de sacarle las esquinas al bloque y pulir la figura redonda. Botero era el “fast-food” del arte, y por eso lo despreciaban los críticos.
Sobre el tema de por qué los renacentistas no pintaban sobre los temas de su época, o por qué los impresionistas no pintaban sobre la guerra franco-prusiana, yo no sé si reírme o llorar. Ese argumento de Botero es la imbecilidad más grande que he oído.
Los renacentistas no pintaban sobre los sucesos de su época, primero, porque los Medici y los Sforza de la época eran sus mecenas; y, segundo, porque todo el arte renacentista está dominado por el tema religioso, siendo la Iglesia el otro gran mecenas del arte en la época. El paradigma de la época era el tema religioso, no el realismo. Un pintor no se puede salir de su época, quizá con la excepción de Leonardo, que tampoco pintó sobre temas militares porque la guerra en su época era un evento normal, aunque es cierto que tiene bocetos de fortificaciones militares.
Sobre los impresionistas y la guerra franco-prusiana, el asunto es todavía más patético.
El impresionismo fue un movimiento definido enteramente por el tema de la luz. Por eso pintaban en lugares cálidos como el sur de Francia, pues querían observar el efecto de la luz sobre los distintos objetos. Exactamente, me hubiera gustado preguntarle a Botero, ¿cómo creía él que se hubiera podido estudiar la luz en los campos de batalla del norte de Francia en donde había poca luz?
Como anécdota interesante sobre este tema, me hubiera gustado recordarle al “Maestro” Botero que Frederic Bazille, pintor IMPRESIONISTA, murió en la guerra FRANCO-PRUSIANA en la batalla de Beaune-la Rollande en 1870. El pobre Botero nunca pareció entender el espíritu romántico de la época. En esa época, los pintores no iban a pintar batallas, MORÍAN EN LAS BATALLAS, pues el hombre romántico era la encarnación del coraje, no necesitaba pintarlas.
Pero ni a Botero le daba para entender el periodo romántico, ni a Coronell le da para entender las cagadas de Botero, o que no todo lo que Botero dijo en vida era palabra sagrada.
Entonces, “Cambio”, inconsciente de sus limitaciones, decide hacer un cubrimiento sobre Botero basándose en la “caja registradora” del pintor porque no hay mucho más. Para “Cambio”, Botero era su plata, los apartamentos y casas en Grecia, París y New York, el yate, el estudio en Mónaco que le regaló Rainiero, y uno no puede pensar más que Botero era un pintor muy de nuestra sociedad burguesa e ignorante. “Cambio” es la revista perfecta para cubrir la vida y obra de Botero, porque para “Cambio” todo es la plata, y Botero tenía bastante plata.
Admitámoslo de una buena vez y sin rodeos: somos un país de traquetos feos. Todo en Colombia es la plata. Somos la peor burguesía que existe, una “Burguesía Traqueta”.
Somos tan traquetos que nuestro pintor más famoso pintaba como quien saca embarques de coca: ¡a lo perro! La colección de Abu Ghraib tuvo 78 pinturas, ¡78! Y Botero sacó esos cuadros como en uno o dos años. Eso no es un atelier de pintura, es una fábrica.
Párenle bolas a “Cambio”. Todas las noticias que sacan es contando plata.
Para “Cambio”, como para Pablo, “todo es plata”.
