Juan Hernández Machado, Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba.
Eso nos decían de pequeños…y era cierto. En muchas ocasiones una chispa nos quemaba la ropa en el mejor de los casos, cuando no nos daba una quemadura que aunque pequeña nos hiciera llorar bastante.
En todos los casos, esa es una muestra de irresponsabilidad.
Bueno, y ¿cómo sería si llevamos esto a las relaciones políticas entre grandes potencias? Indudablemente que el fuego podría ser mucho mayor y no solo afectar a los involucrados sino a otros inocentes que se encuentren a su alrededor.
Pues, bien, eso está sucediendo con la irresponsable política estadounidense, bien alejados de sus costas, por allá por los mares de China.
Llevamos meses con un incremento permanente de tensiones alrededor de la República Popular China (R. P. Ch.), no solo debido a las relaciones y la colaboración estadounidense con Taiwán, sino por la presencia de unidades aéreas y navales yanquis cercanas a ese país en tono amenazador, además de sanciones y otras medidas provocativas.
Los dirigentes, los voceros y la prensa occidental acusan a Beijing de querer ahogar a Taiwán y hasta llegan a imaginar la ocupación de ese territorio por las fuerzas del Ejército de Liberación chino. Pero, ¿es este un tema nuevo? ¿Es realmente la República Popular China la que crea los problemas?
Repasemos cómo se ha desarrollado todo en los últimos 75 años.
Después de la II Guerra Mundial y a pesar de acuerdos de entendimiento existentes entre el gobierno chino, entonces representado por el general Chiang Kai-shek y los comunistas de ese país, el primero violó todo lo acordado y comenzó una despiadada ofensiva contra los comunistas, que los forzó a ellos a volver a las montañas, resistir la agresión y liberar el territorio chino parte por parte, lo que finaliza en 1949 con el triunfo del pueblo dirigido por las fuerzas comunistas chinas y el establecimiento de la República Popular China.
Durante ese período, Chiang recibió asesoramiento, armas y apoyo por parte del gobierno estadounidense, al extremo que cuando se vio derrotado y decidió asentarse en Taiwán con sus principales seguidores, lo hizo a bordo de un buque estadounidense y con el apoyo de ese país.
Estados Unidos había reconocido, y lo mantuvo después de ese momento, al gobierno de Chiang (República de China) como legítimo representante del pueblo chino, incluyendo en la Organización de las Naciones Unidas, donde China ocupaba un escaño permanente dentro de su Consejo de Seguridad.
Durante la guerra de Corea en la década del 50 del pasado siglo XX, el gobierno estadounidense continuó su ayuda económica y militar a la República de China y estacionó su Séptima Flota en el Estrecho de Taiwán para “protegerla”, además de establecer el Grupo Asesor de Asistencia Militar (GAAM) en Taiwán y en Estados Unidos el Comando de Defensa de Taiwán.
Hasta 1979 las subvenciones financieras del gobierno estadounidense a la República de China se hicieron basadas en las leyes de Asistencia Extranjera, Seguridad Mutua y Desarrollo Internacional, promulgadas por el Congreso de Estados Unidos, y ambos países firmaron en 1954 un Tratado de Defensa Mutua que facilitó la permanencia e incremento de la cooperación militar estadounidense con Taiwán.
Por su parte, la República Popular China inició una ardua lucha a nivel internacional para reclamar sus derechos en la Organización de las Naciones Unidas, logrando finalmente que en 1971 se aprobara por 170 votos que fuera esta República la única y legítima representante del pueblo chino ante esa organización y se reconoció a Taiwán como parte inseparable de esa gran nación asiática.
Esto obligó al gobierno estadounidense a ir buscando otras formas de relaciones con el gobierno de Taiwán, a quien no abandonaría por razones estratégicas.
Los Estados Unidos reconocen a la República Popular China el primero de enero de 1979, cierran su embajada en Taiwán y la abren en Beijing, y terminan el Tratado de Defensa Mutua con Taiwán el primero de enero de 1980.
Aunque en el Comunicado Conjunto emitido al establecer las relaciones con la República Popular China, Estados Unidos la reconoce como el único gobierno legal en China y admite su posición de que hay una sola China y Taiwán es parte de ella, las relaciones de los Estados Unidos con Taiwán comienzan a basarse en una sólida relación no oficial.
Esos contactos no oficiales quedaron legalizados con la Ley de Relaciones con Taiwán, promulgada por el presidente James Carter el 10 de abril de 1979, la que establecía que todo tipo de relaciones no oficiales de Estados Unidos con Taiwán se facilitarían a través del Instituto Americano de Taiwán, con sede en Washington D.C., y con oficinas en Taipéi y en Kaohsiung.
Por su parte, la República de China, como continuaba llamándose el gobierno de Taiwán, estableció una contrapartida, la Oficina de Representación Económica y Cultural de Taipéi en los Estados Unidos, con su sede en Taipéi y su sucursal en Washington D.C., además de tener otras oficinas en diferentes estados norteamericanos y en Guam.
Esta ley expresa el compromiso de los Estados Unidos de ayudar a Taiwán a mantener su capacidad defensiva.
La importancia de Taiwán para el gobierno estadounidense, como punta de lanza en su empeño por impedir la prominencia de la República Popular a nivel mundial, quedó clara en abril del año 2001 cuando le preguntaron al entonces presidente George W. Bush si existía una obligación de defender a los taiwaneses en caso de que fueran atacados y éste, sin dudar, respondió que sí, que Estados Unidos haría lo que fuera necesario para ayudar a Taiwán a defenderse y que los chinos (refiriéndose a la República Popular) tenían que entender eso pues a pesar de los intereses comunes entre ambos países había áreas en la que no estaban de acuerdo.
Al año siguiente, en julio, el Ministro de Justicia de la República de China, Chen Ding-nan se convirtió en el primer funcionario del gobierno de Taiwán en ser invitado a la Casa Blanca desde que Estados Unidos le retirara el reconocimiento a Taiwán como legítimo representante del pueblo chino.
Así las cosas, el gobierno de Taiwán continuó gozando del favor económico, comercial, financiero, cultural y militar de los Estados Unidos a través de diferentes vías y formas surgidas al calor de estas entidades. Veamos algunas de las acciones de años recientes.
En el año 2014 el Congreso estadounidense aprobó la Ley de Transferencia de Embarcaciones Navales, para permitir la venta a Taiwán de dos fragatas de la Clase Oliver Perry, ya en desuso en Estados Unidos.
En diciembre del 2015, el gobierno presidido por Barack Obama autorizó a vender armas a las Fuerzas Armadas de Taiwán por valor de 1,8 mil millones de dólares. Las armas adquiridas en ese paquete incluían cohetes antitanques, vehículos de asalto anfibio y cohetes tierra-aire del tipo Stinger, entre otras. Como es lógico, la República Popular China protestó fuertemente pero sus protestas cayeron en saco roto.
El dos de diciembre del 2016, el recién electo presidente de los Estados Unidos Donald Trump aceptó una llamada de felicitación de la presidenta taiwanesa Tsai Ing-Wen, siendo la primera vez desde 1979 que un presidente estadounidense hablaba públicamente con el de la República de China.
En marzo del 2018, el presidente Trump firmó la Ley de Viajes a Taiwán, mediante la cual se alentaba la visita entre funcionarios gubernamentales de los dos países a todos los niveles y en junio de ese año una “discreta” delegación estadounidense visitó Taiwán.
En julio del 2018, Taiwán recibe los 30 helicópteros del tipo Apache que había comprado a Estados Unidos por 1,9 mil millones de dólares, luego de que las respectivas tripulaciones se hubieran entrenado y hubieran sido certificadas por las autoridades estadounidenses. Dos meses más tarde, se aprobó en Estados Unidos la venta de equipos y piezas de repuesto para la Fuerza Aérea de la República de China por valor de unos $ 330 millones de dólares.
En el año 2019 se conoció que la Casa Blanca estadounidense había aprobado un programa de suministro de armas y equipos de guerra a Taiwán por valor de dos mil millones de dólares, el cual se ha venido ejecutando en los años posteriores.
Este programa incluye la presencia de militares estadounidenses en Taiwán para el entrenamiento en el armamento entregado, hecho reconocido con agradecimiento por la presidenta de la República de China.
Y con la llegada del demócrata Joseph Biden al poder algunos pensaron que los actos irresponsables de la administración de Donald Trump terminarían, pero en lo tocante a Taiwán, se han producido cuatro nuevas ventas de material bélico, tres de ellas en el 2022, que incluye la entrega de 40 obuses autopropulsados del tipo M109 y 1700 juegos de guiado de precisión para mejorar sus sistemas anti coheteriles y en la flota de navíos de superficie, todo por un valor de 750 millones de dólares.
Descontento con el avance y la estabilidad del gobierno de la República Popular China, que propició que ese país sea en estos momentos la segunda economía del mundo, el gobierno estadounidense lanzó, en los últimos cuatro años, una guerra comercial con el de Beijing y posteriormente acusó a la R.P.Ch de haber creado el virus de la COVID-19, mientras alentaba de cierta forma y posteriormente apoyaba los disturbios que se produjeron en Hong Kong.
Quedaba, como carta a jugar en el enfrentamiento con la R.P.Ch, la de Taiwán y todos recordamos la grosera provocación que resultó la visita de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi, a Taipéi en el 2022, lo que provocó una fuerte condena y reacción por parte del gobierno de la República Popular.
Todo se organizó para que la situación quedara como una decisión de la Pelosi sin vinculación con el gobierno.
No obstante, podemos preguntarnos ¿hubo realmente advertencias por parte del gobierno a Nancy Pelosi para que no visitara Taiwán porque complicaría las relaciones con China? ¿No estamos ante una escena del policía bueno y el policía malo con un detenido, cuando ambos están de acuerdo pero juegan su papel en la escena teatral que ejecutan?
La prueba de que el viaje se haría de todas formas, a pesar de las mentiras de los Pinochos modernos y de las apariencias que quisieron conservar, fue la fanfarria con la fue recibida Pelosi; todo estaba bien organizado.
Es conocido en el mundo entero que visitas de dignatarios de países extranjeros a otro país no se organizan de un día para otro, sino que requieren de una buena planificación, organización y aseguramientos de todo tipo.
Pelosi fue bien clara, y no hablaba a título personal, cuando calificó su visita de compromiso inquebrantable de su país en apoyo a la democracia en Taiwán. Biden, en diferentes ocasiones y a pesar de que miembros de su equipo de trabajo han tratado posteriormente de desvirtuarlo, ha sido enfático en que actuaría en defensa de Taiwán en caso de conflicto.
Antes de este incidente, la administración Biden había tensado las relaciones con la República Popular China por temas económicos diversos, se habían adoptado sanciones diversas y se recelaba bastante de las nuevas y crecientes relaciones del gigante asiático con varios países de Nuestra América.
Posteriormente, la líder taiwanesa Tsai Ing-wen realizó una visita a California durante la cual se reunió con el actual presidente de la Cámara de Representantes estadounidense, Kevin McCarthy y en la misma abordaron, entre otros asuntos, el suministro de armas estadounidenses a Taipéi.
Como se conoce y mientras esto ocurre, el gobierno estadounidense continúa trabajando con sus aliados y socios del Diálogo de Seguridad (Japón, Australia y la India) y de Aukus, la alianza estratégica militar que han formado con el Reino Unido y Australia, a fin de incrementar la presión sobre el gobierno chino en cuanto al tema de Taiwán.
¿Y qué es lo último?
Pues, haciendo caso omiso de todas las advertencias, el siete de agosto del 2023 el presidente estadounidense Biden firmó el primer acuerdo dentro de lo que se conoce como Iniciativa Estados Unidos- Taiwán del Siglo XXI, y que fuera calificado por Taipéi como el pacto más amplio entre los dos países desde 1979 cuando Washington estableció las relaciones diplomáticas con Beijing.
Indudablemente, la R. P. Ch ha considerado este paso como enviar una señal equivocada a las fuerzas separatistas de Taiwán.
Con estos elementos, no le parece, entonces, amigo lector, que con actores y escenarios diferentes es algo que hemos visto antes.
En los últimos años el gobierno estadounidense estuvo rodeando a Rusia de baluartes que ponían en peligro su seguridad nacional, colaboró con quienes estaban masacrando a la población de las Repúblicas del Dombás y Donetsk, desatendió todos los llamados de Rusia a resolver las diferencias mediante conversaciones y las advertencias que de no hacerse los entendimientos necesarios, los resultados serían peores.
Y ocurrió lo que tenía que ocurrir: Rusia lanzó una operación militar especial en febrero del 2022 para salvar a las repúblicas del Dombás y proteger su propio país de los elementos fascistas que habían ganado mucho terreno en Ucrania.
A más de un año de los enfrentamientos y a pesar de la inmensa ayuda recibida en todos los sentidos, Ucrania no puede recuperar el terreno perdido y todo lleva a pensar que lo que conviene a todos en el mundo es lograr resolver esa situación mediante conversaciones y detener la guerra que pudiera extenderse y traer peores consecuencias.
Por eso era y es inmoral condenar a Rusia por esa decisión, especialmente cuando vemos que Estados Unidos y sus aliados de la OTAN hacen todo lo posible por evitar que Ucrania acepte llegar a un entendimiento con Rusia para poner fin a las hostilidades e insisten en continuar las acciones.
Ojalá que en el caso chino no sea necesario llegar a un final similar.
Lo que sí queda claro es que no se puede continuar con las acciones injerencistas, las presiones y las provocaciones contra la República Popular China, la que tiene todo el derecho de adoptar las medidas que sean necesarias a fin de proteger su soberanía, integridad territorial y el concepto de que hay una sola China, que incluye, como es lógico, al territorio que los dirigentes estadounidenses elogian y admiran como ejemplo de la democracia.
Maniobras militares conjuntas, presencia de buques de la Armada estadounidense en el entorno de la República Popular y hasta, en ocasiones, provocaciones en sus aguas territoriales, complementan esta política de amenazas e irresponsabilidad que pudiera llevar a una confrontación no deseada por nadie.
No es la primera ocasión en que los Estados Unidos han jugado con fuego de forma muy irresponsable: Vietnam, Laos, Cambodia, Iraq, Siria, Libia, Afganistán, son solo unos pocos ejemplos. En todos los casos la muerte, la destrucción y el sufrimiento han superado a quien pudiera haber sido vencedor y todos los países del mundo hemos sufrido las repercusiones de esas irresponsabilidades.
Es hora de poner fin a las mismas y hay muchas formas de hacerlo, especialmente haciéndole saber al Tío Sam que sí es posible, necesario y útil tener un mundo multipolar en el que ellos no pretendan ser más los “guardianes protectores” del planeta, que sí podemos encontrar sustitutos para su moneda imperial, que podemos no priorizarlos en el abastecimiento de materias primas sensibles y que podemos lograr buenas relaciones económicas, comerciales y financieras entre nosotros sin su interferencia.
En fin, que podemos hacer realidad lo que se dice- que es cierto que es difícil lograrlo, pero sí se puede alcanzar- de tener un mundo mejor donde nosotros, la mayoría de los países del mundo, no tengamos que continuar dependiendo de un gigante irresponsable que cada día ve debilitarse más su imperio, y que al continuar jugando con fuego puede terminar quemándonos a todos.
8 agosto 2023.
BLOG EN PRENSA BOLIVARIANA: Juan Hernández Machado

