Por: Juan Hernández Machado, Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba

En la vida se puede ser ingenuo ante muchas cosas pero no en política. Si lo somos, corremos el riesgo de dejarnos embaucar por quien dice más mentiras y desvirtuar la realidad.

Así sucede con Rusia.

Crecimos escuchando relatos sobre un país del otro lado de una Cortina de Hierro, donde la gente vivían de forma miserable, eran autómatas, estaba lleno de campos de concentración y le lavaban el cerebro a toda persona que escuchara, leyera o conociera sus versiones sobre la vida.

Pero ese  “horrible” país que quedara devastado después de la II Guerra Mundial y perdiera más de veinte millones de sus mejores hijos, en unos pocos años se levantó de las ruinas, alcanzó un nivel de desarrollo muy superior al que tenía en 1939, fue el primero en poner un hombre en el espacio exterior y extendió una mano amiga  a decenas de pueblos de todos los continentes.

Los que tuvimos la suerte de vivir allí entre su gente quedamos convencidos que todos los relatos que escuchamos cuando pequeños eran solo eso, relatos sin fundamento real, destinados a dañar el prestigio de un   país multi étnico de gente noble, amiga y solidaria.

Entonces uno analiza y llega a hacer comparaciones.

Nuestro vecino del Norte, los Estados Unidos de América, que fue quien organizó toda la recia campaña de propaganda anti soviética primero y anti rusa posteriormente, desde el siglo XVIII ha sido el azote de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños, en especial del nuestro, donde intervinieron en 1898 para evitar que nuestros patriotas lograran la independencia    de España, impusieron una enmienda a la Constitución que les permitía intervenir cuando consideraran que sus intereses peligraban y se asentó en  un pedazo de territorio donde aún existe una Base Naval en contra de la voluntad de nuestro pueblo.

Una de sus especialidades al ejercer como policía mundial auto designado, porque nadie les ha dado esa responsabilidad, es enfrentarse a Rusia. Y la prueba más reciente es todo lo que ha sucedido en Ucrania a partir del 24 de febrero del 2022.

Cuando valoramos la crisis actual en Ucrania no podemos pasar por alto que durante varios años el gobierno estadounidense  estuvo actuando, en muchas ocasiones en violación de acuerdos, tratados y compromisos, para crear un cordón militar alrededor de Rusia, teniendo como centro a Ucrania.

A pesar de la desinformación y las mentiras, se conocen bien las razones que explican por qué Rusia inició la operación militar especial  en Ucrania. Militares, analistas de inteligencia, periodistas destacados y hasta políticos que se respetan a ellos mismos, tanto en los Estados Unidos como en Europa han tenido que aceptar esa realidad.

Sin embargo, lo que dice el gobierno yanqui  y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es que Rusia ha violado acuerdos internacionales; otros no ven el torcido origen de las posiciones anti rusas del gobierno estadounidense y no son pocos los que se refieren a la “mayoritaria” derrota rusa en la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando Estados Unidos ha  propuesto resoluciones en su contra, como si no fuera una práctica las presiones y el chantaje que ejerce  el Tío Sam sobre otros países para conseguir sus votos, cuando así lo considera necesario.

Yo fui testigo de todo el proceso en el Consejo de Seguridad de la ONU previo a la Operación Tormenta del Desierto contra Iraq en 1991. En varias ocasiones algunos países miembros tenían sus dudas, y entonces el petróleo, los granos o las flores sirvieron de instrumento de presión para que ellos  cambiaran sus votos a favor de lo que necesitaban los Estados Unidos, a fin de justificar sus acciones contra quien fuera un aliado seguro cuando la guerra con Irán: Saddam Hussein.

Y  al igual que el apetito imperial estadounidense con Cuba se inició en el siglo XVIII, las posiciones contra los rusos no comenzaron con el caso de Ucrania. Si no, que le pregunten a los osos polares que tanto sufrieron por tratar de hacer quedar bien a su país.

No, amigo lector, no vamos a pasar a hablar de un tema de medio ambiente.

Nos referimos a los más de cinco mil soldados estadounidenses, fundamentalmente provenientes de Michigan y Wisconsin, que en septiembre de 1918 subieron al círculo ártico y luego descendieron algo para desembarcar en la ciudad portuaria de Arcángel, en el norte de la Rusia europea a fin de enfrentar a las fuerzas rusas que desde noviembre de 1917 habían decidido revelarse contra los ucases del Zar y unirse a lo que pasaría a la historia como la Gran Revolución Socialista de Octubre.

Es cierto que los bolcheviques, bajo la dirección de Vladimir Ilich Lenin, se proclamaban comunistas, pero en aquel momento el comunismo y el socialismo eran solo palabras, porque no se había logrado proceso social alguno que demostrara las ventajas de esa orientación política en beneficio del hombre.

Los que la favorecían tratarían de demostrarlo y los que la atacarían lo harían por si acaso era tan malo como ellos consideraban.

La Operación fue denominada “Oso Polar” y al término de la misma, en junio de 1919, más de 230 soldados estadounidenses habían muerto en el cumplimiento de esta misión, incluyendo unos 70 que fallecieron a causa de la gripe, pero no cumplieron la tarea de destruir la naciente revolución rusa.

Otros ocho mil efectivos bajo el mando del general William S. Graves conformaron la Fuerza Expedicionaria Americana a Siberia (AEF Siberia), formada por efectivos de los Regimientos 27 y 31 de la infantería estadounidense más voluntarios de otras unidades, los cuales llegaron a Vladivostok entre el 15 y el 21 de agosto de 1918.

Distintas investigaciones soviéticas sobre ese contingente revelan que el mismo se encargó de enviar a casa lanas, pieles y todo lo que tuviera algún valor, a la vez que participó en vejaciones y maltratos a la población local rusa. Después de 19 meses de estancia, sin lograr los objetivos que se habían propuesto, abandonaron Rusia el primero de abril de 1920.

Cualquier comparación con Afganistán no  es pura coincidencia, solo que en Rusia demoraron 19 meses para irse y en Afganistán  veinte años, pero en ninguno de los dos casos lograron lo que se propusieron.

Analistas estadounidenses coinciden en admitir que mientras los ciudadanos de su país no conocen nada sobre estas operaciones en Rusia, los habitantes de ese país no han olvidado que fueron invadidos por las tropas de Estados Unidos, como sucedería posteriormente en Vietnam, Iraq, Somalia o Afganistán, por solo mencionar algunos de los lugares donde se produjeron posteriores aventuras del Tío Sam.

La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) vio la luz en 1922. Finalmente el gobierno estadounidense reconoció a ese país en 1933; fueron aliados durante la Segunda Guerra Mundial, pero… ¡atención!, la actuación de Estados Unidos demuestra bien qué tipo de aliado era. Sería ingenuo olvidarlo.

Demoraron hasta el último momento la apertura del Segundo Frente y lo hicieron solo cuando el victorioso avance de las fuerzas soviéticas era indetenible. Sus organizaciones de inteligencia entraron en contacto en Suiza e Italia con dirigentes nazis para buscar una paz sin Hitler. Al final, preservaron a sus contactos, evitaron que fueran enjuiciados en el Proceso de Núremberg y con ellos formaron los servicios especiales de seguridad y defensa del nuevo Estado alemán que opondrían al comunismo en Europa.

Después de 1945, cuando iniciaron la Guerra Fría, desarrollaron la Operación Gladio en el viejo continente, que consistía en preparar “ejércitos” con armas y todo el aseguramiento logístico necesario con el pretexto de “enfrentar un expansionismo soviético en Europa Occidental”, y como este nunca ocurrió, utilizaron después esas fuerzas y recursos en diferentes operaciones encubiertas desarrolladas por la Agencia Central de Inteligencia estadounidense en el terreno.

El miedo fabricado contra el oso ruso pintado de rojo fue la excusa para crear la  OTAN  el 4 de abril de 1949. Desde entonces la propaganda repite constantemente el pretexto según el cual fue para contrarrestar el poderío de la Unión Soviética y sus aliados, cuando su contraparte, el Pacto de Varsovia, fue creada en 1955… ¡seis años después!

El fin de la Guerra Fría fue declarado por los entonces principales dirigentes de Estados Unidos y de la Unión Soviética, George W. Bush y Mijaíl Gorbachov, durante una reunión Cumbre en Malta en diciembre de 1989 y esa declaración política fue sustentada por la desaparición de la Unión Soviética y del campo socialista en 1991; las antiguas quince repúblicas de la Unión se convirtieron en países independientes y Alemania -que había estado dividida en dos partes desde el fin de la II Guerra Mundial- se unificó en octubre de 1990 según el reconocimiento universal oficial, cuando realmente lo que ocurrió fue la absorción de la Alemania socialista –antigua República Democrática Alemana- por la Alemania promovida por Estados Unidos y sus aliados europeos- la antigua República Federal Alemana.

Era lógico pensar entonces que si la amenaza comunista había desaparecido, si el gran país opositor de Occidente se había fraccionado,   la OTAN debería desaparecer también  en aras de mantener la tan manida paz que los europeos y Estados Unidos habían proclamado después de las dos grandes conflagraciones mundiales.

Sin embargo, lejos de eso, la OTAN se fortaleció. Comenzaron a admitir como miembros  a algunos de los países que anteriormente fueron repúblicas de la extinta URSS y a llevar a los mismos los más modernos componentes militares de todo tipo, iniciando un peligroso cerco mayor alrededor de Rusia.

¡Más claro ni el agua!

Las verdaderas intenciones estadounidenses de crear la OTAN quedan bien expuestas y sin justificación alguna.

Rusia explica sus acciones en Ucrania como una reacción necesaria para la propia supervivencia del pueblo y el Estado rusos y para evitar males mayores en el futuro. Armas de alcance intermedio desde Ucrania pueden alcanzar incluso la región de Moscú, la capital rusa.

La población rusa que fue a Ucrania después de la guerra grande para ayudar a la reconstrucción y desarrollo de esa república, y sus descendientes, ciudadanos ucranianos de origen ruso, fueron sometidos a políticas de exterminio en los últimos ocho años sin lágrima alguna por parte de quienes ahora rasgan sus vestiduras contra Rusia en la benemérita Organización de las Naciones Unidas.

Tenga el trabajo de buscar un mapa mundial y una regla para medir las distancias entre Estados Unidos y Corea, Vietnam, Iraq, Yugoslavia, Libia, Siria, Afganistán, mares de China y las antiguas repúblicas de la URSS. ¿Quién está, entonces, donde no lo llaman y no le corresponde? ¿Quién tiró la primera piedra? ¿Quién es el que establece a su antojo sanciones unilaterales contra cualquier país? No es Rusia.

 ¿Quién fuerza a sus aliados a que lo sigan? No es Rusia.

EEUU es el promotor de toda esta gran crisis, por sus ambiciones imperiales que al inicio del conflicto encontró un casi unánime “!Yes, Sir!” de sus aliados europeos, algunos de los cuales comienzan a darse cuenta ahora que no es posible cortar todos los vínculos económicos, comerciales y relaciones normales con Rusia, y son los que están sufriendo las peores consecuencias.

Continuar enviando armas sofisticadas al gobierno de Ucrania no ayuda a nadie, como tampoco ayudó el establecimiento de los laboratorios biológicos estadunidenses que se han descubierto en ese territorio y que están siendo denunciados en el seno de las Naciones Unidas.

En este mundo complejo y convulso no se puede continuar gobernando al estilo del Lejano Oeste estadounidense. Dejemos ese estilo para las películas sobre el tema que nos han entretenido hasta el momento.

La situación requiere de paz y la misma se logra con respeto, con cumplimiento de los acuerdos adoptados a nivel global entre actores de intereses diferentes, con abandono de las posiciones hegemónicas, con mayor cooperación internacional.

Por eso agrada tanto ver la  disposición de China,  entre otros países,   para encontrar un camino que ponga fin al conflicto, con las debidas seguridades para las partes involucradas a fin de que la paz reine en esa región y se mantenga sin perjuicio para nadie.

Esto lo agradecerá el pueblo ucraniano, el pueblo ruso, los pueblos europeos y todos los pueblos del mundo.

Debo aclarar para los más fieles seguidores de nuestro vecino del norte,  que he llegado a estas conclusiones no a partir de literatura comunista ni del análisis de los planteamientos y actitud de los dirigentes rusos, chinos, iraníes, cubanos, venezolanos o de Corea del Norte.

Lo aquí expuesto y muchas cosas más sobre la actitud del gobierno estadounidense a través de los tiempos, se puede  encontrar en una amplia variedad de libros, estudios, compendios y otros documentos desclasificados de las agencias del gobierno de Estados Unidos que nos muestran las interioridades de la guerra imperialista en Vietnam; de los golpes de Estado en Indonesia, Guatemala y Chile; de la invasión por Playa Girón en Cuba; de las actividades ilegales de la Agencia Central de Inteligencia, incluyendo el asesinato de dirigentes extranjeros, que fueron conocidas como “Las joyas de la familia” en 1975; de las intervenciones en Iraq, Libia, Siria, Somalia y Afganistán. Varios   de esos materiales hablan hasta de las escuchas ilegales hechas por los estadounidenses a algunos de sus principales aliados europeos.

Mucho han aportado los libros y trabajos de antiguos miembros de la Agencia Central de Inteligencia como Richard Helms, Victor Marchetti, David Atlee Philips y John Stockwell, por solo citar algunos; periodistas de órganos de prensa fundamentales del modo de vida estadounidense como Drew Pearson, Daniel Schorr y Seymour Hersh; escritores como David Wise, Bob Woodward, Thomas Ross y John Prados.

Ninguno de ellos fue o es socialista, o comunista.

Para no ser ingenuos debemos desempolvar archivos,   buscar las verdaderas causas del problema  que estamos analizando a fin de evitar que la bien concebida propaganda del verdadero responsable nos lleve al bando equivocado.

Necesitamos la paz, pero la paz justa para todas las partes.

En muchas ocasiones- y pensamos que el caso palestino es el mejor ejemplo- vemos el irrestricto apoyo del gobierno estadounidense a los sionistas de Israel y luego, cuando se organiza cualquier grupo para tratar de lograr la paz, encontramos al mismo gobierno de Washington como uno de los “distinguidos” mediadores. ¿Quién dijo que se puede ser juez y parte?                                                                                        

Así no puede ser,  hay que pedirle a cada cual la responsabilidad que le corresponde por sus actos y en este caso quien tiró la primera piedra tiene mucho que explicar y el mundo se lo debe exigir, por muy poderosos que sean.

Mayo 2023

♦♦♦

BLOG DEL AUTOR: Juan Hernández Machado