Por: Juan Hernández Machado, miembro de la Unión de Historiadores de Cuba
Pinocho o Buratino, ese agradable y desenfadado muñeco de madera que fuera convertido en niño por el hada madrina debido a sus buenas acciones, siempre ha sido nuestro compañero, desde nuestra infancia hasta ahora que jugamos con nuestros nietos mientras recordamos los tiempos cuando teníamos la bella edad de la inocencia.
“No digas mentiras que te crecerá la nariz como a Pinocho”, nos decían nuestras abuelas y madres tratando de formarnos como buenos ciudadanos apegados siempre a la verdad por dura que fuera.
Y así crecimos, tratando de evitar hasta las mentiras piadosas para no hacer daño a alguna persona en un momento determinado.
Pero, ¡qué triste es ver cómo convivimos con otros Pinochos que utilizan su poder para hacer el mal y nada se parecen al pequeño Buratino de nuestra infancia!
Los pueblos de América Latina y el Caribe estamos acostumbrados a ver cómo se miente para justificar el robo de territorios, la intervención en nuestros asuntos internos, el cambio de gobiernos no convenientes, entre otras acciones canallescas importantes. ¿Y quién miente?
Pues, como nos gusta decir respetuosamente para que no nos acusen por irrespetar a otros, nuestro querido y bien ponderado gran vecino del norte: los Estados Unidos de América.
Veamos algunos ejemplos que pueden aclarar la mente a quienes ya peinan canas y esclarecer la realidad a las nuevas generaciones.
Desde 1801 comenzaron las incursiones de aventureros norteamericanos por territorios que pertenecían a México. Durante cuarenta y siete años los aventureros iban y venían, y los respectivos gobiernos yanquis buscaron excusas- aparentemente para actuar en contra de ellos- que les permitieron entrar en territorio mexicano hasta que finalmente, en 1848, México es despojado de más de la mitad de su territorio.
El Tratado Guadalupe- Hidalgo privó a México de 2, 263 866 km2 correspondientes a Texas, Nuevo México y California.
En Centroamérica también utilizaron las excusas de perseguir a bandidos y proteger los intereses yanquis para obligar a Nicaragua a conceder derechos exclusivos para la construcción de un canal ínter oceánico (en 1854) y a la entonces Nueva Granada (Colombia) le impusieron la United Magdalena Steam Navigation como principal naviera concesionaria para la canalización del rio Magdalena, a la vez que lograron el derecho de libre tránsito por el Istmo de Panamá, mediante el Tratado Mallarino Bidlack.
Bien conocida por todos es la historia de la explosión del acorazado Maine en la bahía habanera en 1898, supuestamente destruido por España, que fue la excusa que utilizaron para entrometerse en la guerra que nuestros mambises sostenían contra el colonialismo español al que tenían casi derrotado, robarnos la independencia e imponernos cláusulas a la primera Constitución republicana que les permitía invadir Cuba cada vez que consideraran amenazados sus intereses.
A lo interno, uno de los incidentes que más polémica ha generado a través de los tiempos y sobre el cual se han escrito cientos de miles de páginas de noticias, artículos, investigaciones, libros, está relacionado con el descubrimiento que hiciera el gobierno estadounidense de las claves japonesas durante los años inmediatos previos a su entrada en la II Guerra Mundial.
Muchos conocedores plantean que Estados Unidos no alertó a su flota en Pearl Harbor del inminente ataque japonés y solo alejó algunos de sus portaviones para que no se conociera que ellos dominaban las claves del imperio del Sol Naciente para sus comunicaciones.
Lo que sucedió es bien conocido: gran parte de la flota estadounidense destruida y dañada, con un gran número de muertos y heridos.
Algo similar ocurrió con otros dos acontecimientos internos, el asesinato del presidente John F. Kennedy y los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001. Algo se ha divulgado, mucho se ha especulado y mucho aún queda oculto, secreto, bien guardado, sobre la realidad de esos acontecimientos.
Esos tres casos dieron al gobierno estadounidense de turno herramientas para arremeter contra sus enemigos y cumplir los designios imperiales que guiaban su política.
De Vietnam, la guerra, las acciones estadounidenses, también se ha escrito bastante. Sin embargo, los yanquis no se han preocupado mucho porque se conozcan sus relaciones con el colonialismo francés en ese país y el apoyo logístico militar que le dieran antes de su gran derrota en Dien Bien Phu.
Luego comenzaron a enviar “asesores” y cuando consideraron que la situación se estaba volviendo en su contra fabricaron el incidente del Golfo de Tonkín, el dos de agosto de 1964, cuando supuestamente Vietnam del Norte atacó a navíos estadounidenses en dicho lugar. Eso posibilitó que el presidente Lyndon B. Johnson solicitara al Congreso ampliar las misiones militares de su país en Vietnam.
Pero, como entre cielo y tierra no se puede esconder nada, investigaciones posteriores revelaron que el supuesto ataque vietnamita se había basado en intercepciones de comunicaciones que se habían interpretado erróneamente.
¿Y qué decir del escándalo conocido como Irán-Contra?
Este estalló cuando se hizo público que el gobierno estadounidense había vendido, de forma secreta, armas a Irán a pesar de un embargo que existía al respecto. Parte del dinero de dichas ventas se usaba para financiar a los contras nicaragüenses que buscaban derrocar la revolución sandinista, aunque el Congreso de Estados Unidos había prohibido expresamente esa acción. Lo más asombroso fue conocer que toda la operación con Irán iba dirigida a favorecer la liberación de rehenes estadounidenses capturados en el Líbano.
El entonces presidente Ronald Reagan rechazó el 13 de noviembre de 1986 cualquier relación con terroristas, planteando que no traficaban con armas, ni hacían tratos por rehenes. El final de la nueva película de ese viejo actor fue que logró escapar de la responsabilidad por sus mentiras, la que recayó en el teniente coronel Oliver North, uno de los oficiales del Consejo de Seguridad Nacional que estaba a cargo directo de esas acciones.
Tal vez una de las más sonadas mentiras de nuestro Pinocho regional fue la relacionada con las armas químicas y biológicas en poder de Saddam Hussein de Iraq.
Hussein, que fue un buen aliado de Estados Unidos durante la guerra Iraq- Irán y luego decidiera erróneamente invadir a Kuwait en 1990 y provocar la llamada Primera Guerra del Golfo para liberar dicho territorio, tenía que ser eliminado de todas formas al no servir más a los intereses yanquis.
El vicepresidente Dick Cheney en agosto del 2002 categóricamente expresó que Hussein tenía armas de destrucción masiva que usaría contra Estados Unidos y sus aliados. En mayo del 2003 el entonces presidente George W. Bush afirmó que habían encontrado las armas de destrucción masiva y los laboratorios biológicos.
Iraq fue invadido de nuevo, Saddam Hussein fue perseguido y asesinado y, finalmente…!Chazám!…ni laboratorios ni armas. Después de siete años de intervención, los estadounidenses dejaron en Iraq solo un país destruido, sumido en caos y con más de cien mil civiles muertos.
La intervención estadounidense en Afganistán, que duró veinte años sin conseguir los objetivos que perseguían que era deshacerse del Talibán en ese país, también fue motivada por grandes mentiras que se diluyeron en el tiempo.
Si se profundiza en las relaciones estadounidenses con diversos oscuros personajes del área durante la presencia soviética en Afganistán, se conocerá la real historia de Osama bin Laden, Al Qaeda y las principales organizaciones terroristas que hoy pululan en esa parte del mundo.
Pero, amigo lector, nosotros también tenemos que hacer un aporte a las mentiras de nuestro Pinocho regional después del triunfo de la revolución en 1959.
Repetidamente dirigentes estadounidenses han planteado que el bloqueo de su país a Cuba es una excusa del gobierno comunista de La Habana para justificar sus desaciertos económicos. Sin embargo, éste lleva más de 60 años de impuesto, amparado por diversas leyes y con un reforzamiento de más de 240 medidas de todo tipo impuestas por el presidente Donald Trump, incluyendo agregar a Cuba a la espuria lista de países patrocinadores del terrorismo.
Le rogamos, amigo lector, profundizar en este punto pues producto de las acciones de terrorismo de estado llevadas a cabo por Estados Unidos contra Cuba hemos tenido más de 3,400 muertos y unos 2,100 cubanos discapacitados. ¿Quién es el terrorista, entonces?
“Se llevarán los niños cubanos a Rusia”, fue la gran bola que ocultó una cuidadosa operación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de Estados Unidos, mediante la cual más de 14 mil niños cubanos de entre 6 y 18 años de edad fueron enviados a ese país entre 1960 y 1962 para “escapar del comunismo”… y al paso de sesenta años muchos de ellos se lamentan de la vida que les obligaron a llevar.
“Cuba está produciendo armas biológicas”, se escuchó decir cuando nuestro país comenzó a desarrollar sus instalaciones de biotecnología. Pasaron años de confrontación, de nuevas mentiras por parte de ellos y de fortalecimiento del desarrollo y la solidaridad por nuestra parte. Resultado: cuando en Estados Unidos había un gran escándalo debido a la COVID-19 por la mala política de su gobierno en el enfrentamiento a la pandemia, Cuba producía varias vacunas en esas mismas “fábricas de armas”, las que sirvieron para inmunizar a su pueblo, reducir las muertes al mínimo y compartir con países hermanos como parte de su política de “no dar lo que nos sobra sino compartir lo que tenemos”.
Mientras eso ocurría, el presidente Donald Trump diría que el coronavirus estaba bajo control, que el virus era equivalente a una gripe normal, que la situación se mantenía estable y le sugería a su pueblo que continuara con su comportamiento habitual. Resultado: más de 386 000 estadounidenses murieron a causa de ese mortal virus.
Hasta el ex presidente James Carter, después de visitar nuestras instalaciones de Biotecnología en el año 2002 manifestó que no había señal alguna de producción de armas biológicas.
“Ataques sónicos afectan a diplomáticos estadounidenses en La Habana”, fue lo que se dijo para organizar el show del presidente Trump y comenzar a desmantelar todas las relaciones y avances logrados entre Cuba y Estados Unidos en la parte final del mandato de Barack Obama.
Años de protestas y contra protestas, pero, finalmente, hasta sus propias instituciones especializadas militares y de inteligencia concluyeron que no había habido arma sónica alguna en los incidentes relacionados.
Ahora nos encontramos en la ofensiva estadounidense del presidente Joseph Biden contra la República Popular China en todos los aspectos. Por eso no puede faltar la última del momento, “Base de inteligencia electrónica china en Bejucal, Cuba”.
Ya los países latinoamericanos y caribeños, incluyéndonos a nosotros, conocen bien el actuar de los gobernantes chinos en sus relaciones internacionales. La Franja y la Ruta, así como otros convenios y acuerdos firmados con países en la región demuestran que la cooperación va dirigida a mejorar el avance de nuestros pueblos mediante proyectos diversos de cooperación, incremento del comercio en ambas direcciones, inversiones en proyectos de desarrollo, apoyo al desarrollo educacional y científico nuestro, a diferencia de nuestro vecino del norte, cuyos buques y aviones de guerra cada día tienen que ser alejados de las aguas territoriales chinas donde pretenden incursionar a decenas de miles de kilómetros de sus fronteras naturales, al considerarse los policías del mundo con derecho a estar en todos los lugares del planeta.
No creemos necesario profundizar en todas las mentiras que nuestro Pinocho regional echara a rodar a partir de la operación especial rusa en Ucrania de febrero del 2022. Ha transcurrido más de un año y hasta algunos de los propios aliados estadounidenses en el seno de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ya comienzan a rechazar las presiones estadounidenses, al darse cuenta de la realidad.
El lector asiduo a nuestros comentarios puede llegar a pensar que estamos obsesionados con los gobiernos estadounidenses. Cuán lejos de la realidad.
Lo que aquí presentamos es la punta de un iceberg de bulos, mentiras, fabricaciones, excusas que han sido la base de la política imperial estadounidense y que con el tiempo se han puesto al descubierto.
Lamentablemente, hay quienes olvidan pronto y se dejan envenenar de nuevo con lo que hoy se conoce como “fake news” y abunda mucho en las redes sociales.
Para quienes tengan un poco de tiempo, recomendamos profundizar en las investigaciones diversas sobre el tema, y hasta pueden echar una ojeada a dos publicaciones estadounidenses.
“El mito de América: historiadores se refieren a las mayores leyendas y mentiras sobre nuestro pasado”, en el que una veintena de historiadores, en su mayoría liberales, se refieren a distorsiones conservadoras de la historia estadounidense.
Por otro lado, el periodista Chuck Lewis dio a conocer su libro “935 mentiras: el futuro de la verdad y la decadencia de la integridad moral de los Estados Unidos”, el que refleja cómo esas mentiras han afectado la vida de millones de personas, tanto en los propios Estados Unidos como en el mundo.
Sin dudas, este es un Pinocho diferente. No nos convoca a jugar con él y buscar su compañía, sino a enfrentarlo y desenmascararlo porque debido a sus acciones nuestros países latinoamericanos y caribeños han sufrido y continúan sufriendo, para no hablar del daño que han causado a muchos otros países en otras latitudes.
Por mucho que se esfuerce, este Pinocho no recibirá la bendición del hada madrina y se convertirá en un niño de carne y hueso, porque es distinto…y peligroso.
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BLOG DEL AUTOR: Juan Hernández Machado
