Por: Juan Hernández Machado, miembro de la Unión de Historiadores de Cuba
Cuando Rusia denunció ante el mundo que el gobierno de los Estados Unidos de América tenía más de 30 laboratorios militares en Ucrania, en los cuales habían gastado más de 200 millones de dólares para desarrollar armas biológicas, prácticamente nadie lo creyó. Además, se denunciaba la participación de Hunter Biden, el hijo del presidente estadounidense.
Era lógico después del cierre informativo que hicieran los Estados Unidos y sus aliados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) después que Rusia se viera forzada a iniciar una operación militar especial en Ucrania en febrero del 2022 para defender a los ciudadanos rusos en la región del Donbás y eliminar los grupos nazis existentes en Ucrania, además de evitar que continuara el armamentismo ucraniano por parte de los occidentales en las mismas fronteras rusas.
A medida que las fuerzas rusas se han ido posicionando en territorios del Donbás, se han descubierto nuevos elementos al respecto, como el enterramiento de biomateriales pertenecientes a la empresa Pharmbiotest, muestras químicas y expedientes de pacientes, denunciado en enero de este año por el Ministerio de Defensa ruso.
Se identificaron, además, las empresas estadounidenses Southern Research Institute, Black & Veatch, y Metabiota Inc., vinculadas a un programa militar de la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa, o DTRA por sus siglas en inglés, al cual se subordinaban los mencionados laboratorios.
Portavoces del Departamento de Defensa estadounidense han reconocido haber estado trabajando en 46 laboratorios biológicos en Ucrania, solo que con fines de seguridad biológico y monitoreo de enfermedades.
Sin embargo, como entre la tierra y el cielo no puede haber nada oculto, se conoció posteriormente que en enero del 2016, unos veinte soldados ucranianos murieron en cuestión de dos días de una especie de gripe en Járkov, donde radica uno de los cuestionados laboratorios. Un par de centenar de ucranianos fue internado por causas similares, mientras que para el mes de marzo ya había más de 360 casos mortales en el país. Brotes repentinos de ictericia y hepatitis se reportaron en lugares donde también radican otros laboratorios.
Además, continúan las acusaciones rusas por el uso de armas biológicas por las fuerzas ucranianas en diferentes áreas del Donbás, en las cuales ofrecen datos diversos de personal militar ruso y civiles del área afectados por dichas armas.
Las acusaciones rusas al respecto no son una maniobra de desinformación ni un invento para desacreditar a los Estados Unidos, ya que sobran los ejemplos, conocidos unos a través de documentos desclasificados, otros mediante la sagacidad de periodistas que los han denunciado y, lo más fundamental, los hechos en sí, de cómo durante casi cien años los respectivos gobiernos estadounidenses han estado haciendo pruebas en su propio país y han aplicado las armas biológicas y bacteriológicas contra otros países.
Ya las denuncias han llegado al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero como es conocido, el poder de veto estadounidense y, en este caso, de sus aliados Francia y el Reino Unido, frena todo lo que no les convenga. Pero ese es otro tema que en su momento analizaremos.
Volviendo a la guerra biológica, vamos a definirla como acciones en las cuales se empleen armas biológicas, que contengan virus o bacterias que puedan infringir un daño masivo a fuerzas militares y/o civiles. El uso de este tipo de armas está prohibido por las Naciones Unidos pero poderosas naciones de occidente, aunque firmantes de los acuerdos, guardan arsenales potenciales, tanto de bombas como de otros agentes menos convencionales.
Les ruego detenernos un momento en antecedentes de este tipo de acción en los Estados Unidos de América, mediante unos pocos ejemplos.
En 1931, 1932 y 1940 respectivamente, se realizaron estudios en Puerto Rico y en Estados Unidos contra el cáncer, la sífilis y la malaria, como resultado de los cuales murieron 13 puertorriqueños, 100 de los 200 estadounidenses que participaron en las pruebas contra la sífilis y 400 en el experimento contra la malaria. Lo interesante de estos experimentos- considerados nobles porque se trataba de buscar contrarrestar dichas enfermedades- es que los mismos se llevaron a cabo con miembros de la raza negra, con pobres y desposeídos, así como con prisioneros.
Durante la guerra de Corea (1950- 1953) las fuerzas militares estadounidenses lanzaron plumas infectadas con ántrax; pulgas y mosquitos que podían transmitir la fiebre amarilla y la peste, así como roedores que podían transmitir una variedad de enfermedades. Tres estadounidenses que hablaron sobre ese tema fueron acusados de sedición por la administración de Ike Eisenhower, pero finalmente no fueron declarados culpables al llegarse, al parecer, a un acuerdo para que no hablaran más sobre el tema.
Durante la guerra estadounidense en Vietnam y la extensión de sus acciones a Laos y Cambodia, Estados Unidos lanzó más de 12 millones del llamado Agente Naranja (un herbicida con dioxina destinado a deforestar totalmente áreas boscosas para eliminar el refugio que pudieran prestarles a los combatientes vietnamitas, laosianos y cambodianos) sobre más de 1,8 millones de hectáreas en los tres países. Se plantea que más de dos millones de personas fueron afectadas por ese y otros compuestos químicos utilizados por los Estados Unidos.
Quien fuera jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense le reconocería a un importante órgano de prensa de su país que esas operaciones fueron aprobadas por el presidente Richard Nixon y preparadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Se reportaba también que de los más de tres millones de personas muertas como resultado de la guerra en Vietnam, 58, 183 fueron soldados estadounidenses, dos mil efectivos de sus aliados y el resto, todos vietnamitas, incluyendo a militares y a civiles.
Como se conoce, el gobierno estadounidense organizó la Operación Tormenta de Desierto en 1991 para forzar al presidente iraquí Saddam Hussein a abandonar la ocupación ilegal de Kuwait. Miles de soldados estadounidenses regresaron a casa sufriendo diferentes padecimientos extraños. Luego de una gran presión por parte de la población y del Congreso, el Departamento de Defensa admitió en 1996 ante el noticiero televisivo “60 minutos” que alrededor de 20 mil efectivos estadounidenses “podían” haber estado expuesto a armas químicas durante las operaciones, aludiendo que podía deberse a la destrucción de un búnker que contenía ese tipo de arma.
Sin embargo, los padecimientos afectaban a tropas que no se encontraban en la supuesta área donde se encontraba dicho búnker y muchos soldados manifestaron que fueron sometidos a vacunas experimentales e inoculaciones antes de llegar al teatro de operaciones iraquí.
Con tales antecedentes no hay razón para dudar de las acusaciones rusas en el caso de los laboratorios estadounidenses en Ucrania.
No obstante, como nosotros tenemos experiencias concretas que pudieran ayudarlo a usted a comprender mejor esta problemática, las vamos a compartir.
Está muy bien documentado por fuentes confiables estadounidenses los preparativos de la CIA para acabar con nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, en los cuales se utilizaron medios biológicos como el empleo de microorganismos para contaminar tabacos que inicialmente le privarían de su barba y pudieran hasta producirle la muerte, así como un traje de buzo que habían contaminado con el bacilo de la tuberculosis. Afortunadamente, esas y otras acciones que llegaron a más de 600 contra la vida de nuestro principal dirigente, fueron neutralizadas a tiempo.
Sin embargo, acciones que sí tuvieron éxito y causaron gran daño fueron las dirigidas contra la economía y la población en general.
En 1961 se introdujo en nuestro país el virus de la enfermedad New Castle, que nos obligó a sacrificar casi todas nuestras aves.
Diez años después, agentes al servicio de Estados Unidos introdujeron el virus causante de la fiebre porcina africana, primer brote de dicha enfermedad en el Hemisferio Occidental, que nos obligó a sacrificar unos 750 mil cerdos en todo el país.
El escándalo de Watergate sacó muchos “trapos sucios” de la administración al aire, por lo que, a pesar de las repetidas negativas gubernamentales relacionadas con el ataque biológico a Cuba en el caso de los cerdos, Newsday, de Nueva York informó el 10 de enero de 1977, que una “fuente de inteligencia” aseguraba haber recibido el virus en un contenedor sellado y sin etiqueta de una base estadounidense en Panamá donde la CIA tenía un campamento para entrenamiento, a fin de entregarlo a un grupo anti castrista. [1] En el desarrollo del tema, el artículo explicaba detalladamente cómo el virus fue transferido de Fort Gulick, en Panamá, a Cuba.
En 1978, el gobierno estadounidense introdujo la Roya de la Caña, agresiva enfermedad que atacó nuestras plantaciones, obligándonos a retirar la variedad Barbados 4326 que había demostrado su excelencia por sus altos rendimientos agrícolas e industriales.
Un año después reaparece la fiebre porcina, que motivo que tuviéramos que sacrificar otros 30 mil animales.
Aprovechando la exportación de determinados cultivos a nuestro país en 1980, la tela protectora de los mismos fue contaminada con el moho azul del tabaco, lo que afectó el 85% de nuestros cultivos y, por ende, nuestras exportaciones de tacaco, muy apreciadas en el mundo entero.
Por si eso fuera poco y debido a la obsesión del presidente Richard Nixon de acabar con la revolución cubana, en 1981 la CIA introduce en nuestro país una virulenta variedad de dengue hemorrágico que ocasionó la muerte a 158 cubanos, entre ellos a 101 niños. Tres años después, el terrorista de origen cubano y durante mucho tiempo agente de la CIA, que había participado en el asesinato en la ciudad de Nueva York del diplomático cubano Félix García, declaró en el juicio a que fuera sometido por dicho asesinato que la misión que tenía era obtener ciertos gérmenes patógenos para introducirlos en Cuba; dicha confesión nunca fue investigada por las autoridades estadounidenses.
Pudiéramos argumentar al respecto pero no queremos cansarlo, amigo lector. Solo decir que está bien documentado por numerosas fuentes periodísticas y científicas, cubanas y de otros países, que la conjuntivis hemorrágica, la seudodermatosis nodular bovina, la sigatoka negra del banano, la hemorragia viral del conejo, la varroasis de las abejas y el thrips palmi (que afectó al frijol, la papa y el pimiento) fueron introducidos en años siguientes por agentes del gobierno estadounidense en Cuba y causaron serios daños a la población y a la economía de nuestro país.
Para usted, que puede que conozca estas acusaciones por primera vez, es posible que le resulte difícil creerlas y las considere maquinaciones comunistas para defender al régimen cubano.
No obstante, hay buenas fuentes creíbles, no cubanas ni comunistas, que se refieren al tema, como los libros “Secretos mortíferos: la guerra secreta de la CIA y de la Mafia contra Castro y el asesinato de J.F.K.” y “El pez es rojo: la historia de la guerra secreta contra Castro”, ambos de William W. Turner, ex agente del Buró Federal de Investigaciones (FBI) y el destacado periodista Warren Hinckle.
Gracias a sus investigaciones al respecto, los autores no consideraban inconcebibles las acusaciones que hiciera el Comandante en Jefe a los Estados Unidos de practicar la guerra biológica contra nuestro país en varias ocasiones.
Esas primeras acusaciones las hizo nuestro Comandante en 1964. Como es lógico, era tanta la campaña propagandística en su contra, que no progresaron. Sin embargo, la historia se encargaría de darle la razón cuando se desclasificaron los resultados de la Comisión Senatorial estadounidense que investigó las acciones ilegales de la CIA en la década del 70 del pasado siglo.
Se conoció que el entonces director científico de Fort Detrick, donde se hacían gran parte de los planes y experimentos para la guerra biológica, había considerado en una oportunidad rociar las tropas cubanas con la toxina de la botulina con el fin de salvar las vidas de los estadounidenses que eventualmente se vieran obligados a invadir a Cuba.
En el año 2001 vio la luz el libro Germs: Biological Weapons and America’s Secret War (Gérmenes: armas biológicas y la guerra secreta de Estados Unidos), publicado por Simon &Schuster, de la autoría de Judith Miller.
En el mismo se aclara la forma en que se produciría el cocktail de toxinas para utilizar contra Cuba y que en Pine Bluff, la principal planta de armas químicas de Estados Unidos, se habían preparado cientos de galones de ese cocktail.
Con esa “humana” guerra biológica pensaban eliminar un dos por ciento de la población cubana, que en aquel momento llegaba a los siete millones, por lo que los cálculos se estimaron para causar la muerte a entre 70 y 140 mil cubanos.
Si analizamos otros casos en nuestra propia región, Nicaragua, durante el período de la revolución sandinista en las décadas 70-80 del pasado siglo, también tiene su aporte que hacer en este sentido.
Y en las propias acusaciones de las autoridades rusas a Estados Unidos por lo encontrado en Ucrania, se afirma que la guerra biológica del país imperialista por excelencia está vinculada con la muerte del mejor amigo de Cuba, el comandante Hugo Chávez Frías.
Nosotros sí estamos convencidos de que la guerra biológica es una especialidad estadounidense, que la han usado y la usan contra los adversarios que consideran peligrosos en determinado momento, cuando lo consideran necesario, aunque desde hace mucho tiempo con esto están violando todos los tratados internacionales existentes al respecto y de los cuales ellos son firmantes de varios de ellos.
No obstante, no queremos imponerle nuestro criterio, sino simplemente convocarlo a investigar en fuentes del propio congreso y de medios de prensa estadounidenses, de escritores independientes y podrá ver que por mucho que las autoridades de Estados Unidos la quieran ocultar, la verdad que siempre sale a flote.
La misma no va a contradecir las recientes acusaciones rusas.
Piénselo, vale la pena estar verdaderamente informado a pesar de las cortinas y cierres informativos establecidos por Washington y sus aliados.
Febrero 2023.
[1] ”CIA link to Cuban pig virus reported”, Newsday, 10 de enero de 1977.

BLOG DEL AUTOR:Juan Hernández Machado
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