El pacto histórico es un pacto con las mujeres y los hogares de Colombia

Por Gustavo Petro

Así como se ha tratado de igualar la palabra militar, la palabra policía, con las visiones más conservadoras y retardatarias de la sociedad; así también, se ha intentado con un concepto y una realidad palmaria de la especie humana: la familia.

Defender la familia es conservador, es uribista, dicen, pastores políticos, activistas y propagandistas en la prensa. Pero lo que hemos visto, en la realidad es como se han destruido millones de familias, por razones económicas, políticas o militares, por razones del genocidio, en sus manos.

Se ha llegado hacer creer que las fuerzas progresistas son enemigas de la familia, que la van a destruir. Por las tantas calles por las que he andado he visto mujeres persignarse delante mío, porque las han convencido, quizás en alguna iglesia, quizás en algún mensaje del Facebook o del WhatsApp, que yo quemaría iglesias si fuera presidente. Así lo pregonaban, con ese tamaño de mentira, los activistas uribistas en las calles de los pueblos de Antioquia. Que expropiaríamos taxis y salones de belleza, que las casas serían quitadas para entregárselas a otras personas, quizás más pobres, que las familias serían destruidas.

Desde otros extremos se nos sindica de machismo, de patriarcalismo, se ha hecho entender que la fuerza que construimos es una fuerza de destrucción y de dominación sobre la mujer.

Me ha sorprendido como tantas percepciones forjadas por los intereses políticos en pugna, y por el temor al cambio, en un país que no tiene otro camino para ser y sobrevivir como nación, como pueblo, que el cambio; logran construir imaginarios en la mente de una población, para que aborrezca y vote y actúe precisamente contra el cambio.

No hay sino que mirar la práctica y cotejarla con la percepción falseada y manipulada.

Colombia Humana ya gobernó, sin poder cambiar las leyes, en un lugar del país, ni más ni menos que en su capital: Bogotá. Fue la Bogotá Humana la cuna práctica y programática de nuestro actual movimiento que hoy tiende a ser mayoría nacional. Es en ese gobierno donde en las ejecutorias, se podría ver si las actuales percepciones son ciertas o equivocadas.

Lo primero que programática y prácticamente establecimos, era que la prioridad de la acción publica y sus recursos iría para garantizar los derechos de la gente. Una ciudad humana y no de cemento puramente, dijimos, no una ciudad que se construyera alrededor de la máquina, del carro particular, sino alrededor del ser humano. Sonaba un poco a poesía lo confieso, pero lo volvimos práctico.

Puesto esto en fríos términos económicos, lo que dijimos es que la inversión en capital fijo, que en Bogotá es y era fósil, cedería un tanto su espacio a la inversión en la gente, en el ser humano. De allí el porqué llamamos nuestro gobierno, Bogotá Humana.

Era un tanto suicida políticamente, porque la misma gente manipulada por la visión de los grandes negociantes del país, ha pensado que el buen gobierno se mide en cemento, y que son las obras del capital fijo, aquel que perdura durante años y décadas, las que miden la riqueza y el buen gobernar. Esa concepción tiene fuertes bases en la teoría económica dominante que cree que la riqueza está en el acumulado y goce de mercancías, y que de estas mercancías las fundamentales, son precisamente las del capital fijo, por la cual se endeudan los gobiernos, al final, las deudas las pagarán, poco a poco, las ciudadanías.

No es falso que para sostener un país en el tiempo hay que invertir en capital fijo, que en Colombia está representado por infraestructuras anacrónicas aunque sean recientemente hechas, financiadas por el erario y el endeudamiento: troncales de Transmilenio, autopistas de doble carril y una refinadora de petróleo y pare de contar. En todas esas inversiones de capital fijo se robaron buena parte del dinero del endeudamiento que ahora pagan los colombianos. Es decir, infraestructura para el desarrollo del capital que no solo es fijo, sino, fósil: grandes negocios sustentados en el uso intensivo de hidrocarburos, como los buses del transporte público que son privados, o las antieconómicas tractomulas de la carga, también privadas.

En otras palabras, la inversión en capital fijo en Colombia sirve para sustentar unos negocios que van contra la vida de la humanidad. A eso le llamamos riqueza.

Pues bien, Bogotá Humana, si tuvo un plan de inversiones para el capital fijo, pero no lo sustentó en el capital fósil, sino que buscó explícitamente, cambiarlo. El metro subterráneo es el mejor ejemplo, los tranvías diseñados, los metrocables, la infraestructura educativa, la participación en la entrega de 45 sedes nuevas de colegios, teatros públicos, sedes universitarias, vivienda para sectores populares en el centro de la ciudad. Una infraestructura para mitigar la crisis climática. Una infraestructura que dejaba de usar hidrocarburos, es decir, fósiles que hoy están a punto de extinguir la humanidad por su uso intensivo y el efecto de calentamiento global que provocan.

Hoy por hoy, después de siete años de manipulación, el metro subterráneo que estudiamos hasta su última fase, esta más adelantado que lo que han hecho con el débil y depredador, urbanísticamente, metro elevado. A pesar de la labor de encubrimiento que hace el contrato firmado con la empresa china, y la prensa tradicional; no hay estudios de ingeniería avanzada del metro elevado. El metro subterráneo si los tiene, y ese es el requisito indispensable para comenzar su construcción real.

Lo que hizo Peñalosa, continuado por la actual administración, fue suspender todo el proyecto de estudio e inversión de la Bogotá Humana en capital fijo no fósil, y sustituirla, con gran endeudamiento, por capital fijo fósil: otra vez más transmilenios, y un metro débil que solo sirve para hacer más transmilenios.

Pero el sabotaje al proyecto de sustituir capital fijo fósil, por no fósil en la ciudad; el sabotaje a la financiación de más infraestructura educativa, ambiental y movilidad eléctrica poderosa y pública, por más y más transmilenios, no fue el eje central de la destrucción de la Bogotá Humana.

Lo que destruyeron fundamental y fulminantemente, gracias al voto de clases medias y ricas de la ciudad y la confusión del proyecto progresista y el electorado popular, fue el criterio de no hacer del capital fijo el eje de la inversión y que, en cambio, fuese el ser humano, la prioridad.

Son las políticas hacia la gente lo que se suspendió de manera total e instantánea Peñalosa. Cuando estudiamos y volvemos a ver esas políticas, lo que encontramos, contrario a las percepciones contemporáneas, era que todas esas políticas tenían que ver con el fortalecimiento de la familia y de la mujer.

Cuando decimos que las políticas de la Bogotá Humana se centraron en el cuidado de la gente y la garantía de sus derechos, lo que estamos diciendo es que se centraron en realidad en el fortalecimiento de la mujer, de los niños y niñas, de las juventudes. A quienes más ha debilitado y excluido la política oligárquica que desde hace dos siglos gobierna a Colombia.

Este fortalecimiento de la mujer no fue simplemente simbólico, aunque lo fue también. No nos quedamos solo en el hecho que la mitad de nuestro gabinete siempre estuviese compuesto de mujeres hasta el final del mandato. Importante porque mostramos a la mujer gobernante en campos estratégicos de la ciudad: la planeación, la vivienda, el transporte, el medio ambiente, la cultura, la seguridad, la secretaria general, pero que quedaba reducida a una simple demostración de ruptura del techo de cristal, de paridad exclusivamente en la cumbre de la administración. Una paridad de élites.

No solo nos quedamos en que los mismos instrumentos y fuerzas administrativas para ejecutar las políticas construidas hacia el empoderamiento de la gente, estaba compuesto por mujeres, miles en los equipos de profesionales de la salud que salían a los barrios a cuidar la sanidad de las familias, que hoy hubieran sido fundamentales para detener el contagio del covid y su muerte. Miles de mujeres dedicadas al cuidado de la primera infancia en los hogares y en los centenares de jardines abiertos y guarderías, incluso nocturnas, para cuidar la niñez de las trabajadoras diurnas y nocturnas que incluían a las mujeres del trabajo sexual del centro de la ciudad y a las mujeres que habían caído en la dependencia a las drogas en el Bronx. Miles de mujeres, pagadas por los impuestos bogotanos, cuidando los niños aún en los sitios de mayor vulnerabilidad social.

Miles de mujeres contratadas para dar más horas de clase a la niñez y la adolescencia, no solo de matemáticas y de física, sino de música clásica, de manejo de instrumentos musicales, de pintura y arte. La fuerza del saber que contratamos para ampliar la educación y su calidad en el distrito era mayoritariamente femenina.

La fuerza laboral del distrito, esa que la prensa llamaba ladinamente “nominas paralelas” cuando lo que hacían jamás se había hecho en la ciudad, lo cual es lo contrario a lo que hacen las nominas paralelas, que solo duplican funciones que otros empleados ya hacen solo para garantizar la construcción de clientelas electorales, era mayoritariamente de mujeres, miles de mujeres, una inmensa fuerza femenina profesional, lanzada a cuidar a las familias, a los hijos e hijas, a educarlos, a cuidarles su salud, a cuidar al viejo y a la vieja, muchas veces abandonados, a cuidar a las mujeres embarazadas, gestantes, a la mujer madre sola, a las mujeres de la ciudad y a sus hijos.

Pero lo más importante de los grandes programas de la Bogotá Humana, todos, sin excepción suspendidos, aun hoy, no fue lo que sucedía con la mujer en las altas esferas administrativas del distrito, su paridad, ni en la estructura laboral del aparato estatal distrital, mayoritariamente femenino, un estado femenino para el cuidado de la gente, del ser humano; sino lo que pasaba en la sociedad misma.

Los resultados están allí escondidos por la prensa, pero disponibles en el DANE.

Bogotá vivió en toda su historia, el mayor porcentaje de ocupación laboral de su población, y esta era mayoritariamente femenina. Nunca más la ciudad volvió a vivir ese instante, desgraciadamente momentáneo. Hoy es, al contrario. Bogotá vive la destrucción laboral más grande de su historia, y quienes salen de la estabilidad laboral son mayoritariamente las mujeres.

El desastre comenzó en el país cuando se desplomó el sistema económico extractivista del petróleo y del carbón, es decir cuando se hundió el capital fósil, para el cual se ha hecho toda la inversión de capital fijo del país. Los precios del carbón y del petróleo se desplomaron desde el 2015, y en segundo lugar, el desastre se provocó por un Peñalosa que estaba impedido para comprender que la política social que destruía, terminaba matando el impulso económico de la sociedad, al contrario de lo que se pensaba en los clubes sociales que visitaba, los negocios solo están bien, si la gente está bien.

En esa sociedad de la Bogotá Humana creció la calidad educativa en general, y de los colegios públicos en particular, que cerraron su brecha deficitaria promedio con respecto a la educación privada. La mayoría de esos estudiantes, hijos de familias del estrato 1 y 2, eran niñas y adolescentes, y lo mismo sucedió con los nuevos cupos en la educación superior pública.

Y lo mismo sucedía en la salud. Aun la prensa oculta que Bogotá cumplió la meta del milenio en atención a la madre gestante y disminución de la muerte materna, la prensa oculta la caída en las muertes prenatales que salvaron la vida de miles de niños y niñas anualmente, la prensa olvida la caída de la tasa de mortalidad infantil a un digito por cada 10.000 nacidos vivos, la prensa oculta la disminución de la desnutrición cuando hoy Bogotá y Colombia tienen hambre, la prensa oculta que 65.000 niños dejaron de trabajar y entraron a estudiar, muchos de ellos hijos e hijas de recicladores, la prensa oculta, lo mejor de la Bogotá Humana, porque sus propietarios no quieren que se sepa que existió un gobierno que puso por encima del capital fijo fósil para hacer negocios, a la gente y sus derechos, porque priorizó a quienes eran más débiles en la familia: la niñez, la juventud y la mujer.

Hoy desde iglesias raras, desde las cavernas de lo retardatario se nos acusa de poner en peligro a la familia. Creen que la familia se asegura si se ponen presos a los adictos, si se le quita bríos a la mujer e independencia para decidir sobre su cuerpo, si se excluye a los que sienten diferente, si se privilegia al hombre patriarcal, así este se quede sin empleo, así éste se quede sin aire para resistir una economía que lo excluye y lo explota cotidianamente, así a éste lo maten, así éste no exista porque millones de familias son de mujeres solas con sus hijos, luchando al límite para vivir.

Desde un conservatismo rancio con el que intentan frenar el cambio, tratan de convencer a millones de mujeres y hombres, que el fortalecimiento de la familia pasa por bombardear y descuartizar niños reclutados, que pasa por asesinar con armas públicas 6.402 jovencitos cazados en los barrios populares para servir con sus cuerpos asesinados al aplauso popular y electoral que los veía como guerrilleros exterminados. No. Así no se fortalece la familia, ni así se garantiza su seguridad.

Bogotá Humana, y por eso ocultan la información, demostró no solo que se podía cambiar el sentido de la inversión publica en el capital fijo, para trazar una senda de una sociedad sostenible en el planeta; sino que hizo, algo que no podía resistir la política tradicional y corrupta del país: defender y fortalecer a la familia real de Colombia, a través de fortalecer sus partes más débiles. A sus mujeres, a sus niños y niñas, a su adolescencia, a su juventud, al viejo y a la vieja sabia.

Y ahora, desde la Colombia Humana, y desde el Pacto Histórico, queda una propuesta por hacer realidad. Que esas políticas ya practicadas, ya demostradas en su bondad a partir de la estadística, que la prensa trata de ocultar con frases como “Petro no hizo nada” “cero colegios construidos”, “ningún jardín infantil abierto”, “no hubo obras”, repetidas una y otra vez, todos los días, de manera mentirosa, ahora se trata de profundizarlas, de extenderlas a todo el país, de lograr la igualdad de la mujer colombiana frente al hombre, de lograr no solo que la mujer se empodere frente al estado, sino que además, la familia colombiana pueda ser cuidada y asegurada, porque allí nacen las generaciones que construirán, vivirán y gozarán nuestro país.

Hoy no gobernamos, pero nos alistamos a gobernar el país, y lo queremos hacer a partir del pacto de la sociedad, que es el gran pacto de la paz, el pacto con la historia y el futuro. Hoy preparamos la lista que espera ser mayoritaria para cambiar el Congreso de la República: el lugar donde se hacen las leyes del país.

Mi búsqueda, hoy muy avanzada, es que esas fuerzas que llegan al Pacto Histórico y que lo dirigirán colectivamente, abrá el espacio a las mujeres del país, trabajadoras, juveniles, cuidadoras de su hogar, profesionales y obreras, negras, mestizas y blancas, indígenas y campesinas.

Si la lista del pacto Histórico es cerrada, tema que se discute colectivamente, abriremos a decenas de mujeres de Colombia, como senadoras o representantes, el camino de hacer las leyes del país. La mitad de nuestra bancada estará compuesta de mujeres. Construiremos si quienes esperan votar por nosotros a la presidencia, votan también por la lista del Pacto histórico, un hito mundial y vital, la opción real que la ley en Colombia en todos los sentidos será hecha de manera sustancial, por las mujeres de Colombia. Volveremos con el voto a decenas de mujeres de nuestro país senadoras y representantes hacedoras de leyes y medidas.

Esa es una verdadera revolución. Una transformación real del poder establecido y de la sociedad, a eso no hay que tenerle miedo ni temor. Eso no es castrochavismo ni comunismo, ni anarquismo, eso, que la mujer pueda hacer las leyes de Colombia, al lado y de tú a tú cuantitativa y cualitativamente, con los hombres y que su presencia en el Congreso deje de ser simbólica, es la mejor forma para asegurar toda la generación de nuestros niños y niñas, de nuestros hogares, de la familia.

Es en el pacto histórico donde podemos lograr que la familia pueda prosperar y fortalecerse en Colombia y donde exista un sitio digno para que se desarrolle la vida plena de todas sus mujeres, de toda la niñez, de toda nuestra juventud. Vale la pena dar este paso.