“La masacre de Santa Bárbara” (Cementos El Cairo)

INTRODUCCIÓN: LA NOTA DE CARLOS.

En Colombia la Verdad Histórica la maquillan.

El bloque oligárquico contrainsurgente en el poder busca, por todos los medios, neutralizar la labor del Centro de Memoria Histórica y por ende restarle eficacia a la Comisión de La Verdad. El fallecimiento del expresidente Belisario Betancourt C, actualiza la constante en el desarrollo de la lucha de clases en Colombia: un oligopolio económico y financiero de oligarquías regionales y nacionales con los soportes “institucionales” del mismo ejercito que se comporta como invasor contra el propio pueblo, la misma burguesía y dirigencia política, la misma justicia torva y depravada. El mismo sistema electoral corrupto. La única respuesta de solución son las armas “institucionales” en aplicación del Terrorismo de Estado para beneficio de los “dueños” del país. En tanto crece, crece la audiencia con la movilización la ¡Resistencia! y la lucha de masas.

Carlos Meneses Reyes. 08-12-2018.

LA MASACRE DE SANTA BARBARA EN COLOMBIA
AÑO 1963…OTRO CRIMEN EN LA IMPUNIDAD

Tomado de: Utopía La Palabra

NOTA DE REDACCIÓN: El sábado 23 de febrero de 1963 tropas del ejército colombiano armados de bayonetas y con orden de disparar, atacaron a los obreros de CEMENTOS EL CAIRO, quienes se encontraban en Huelga. Cayeron muertos 13 huelguistas, entre ellos obreros y pobladores que apoyaban la protesta y una niña de solo once años hija de un trabajador, además también cae asesinado un trabajador de CEMENTOS ARGOS.

“Este crimen ocurre durante el Gobierno del Frente Nacional en cabeza del Conservador Guillermo León Valencia, bajo la responsabilidad de Belisario Betancourt Cuartas, entonces Ministro del Trabajo, quienes muestran en ese momento histórico la vocación criminal de la burguesía cuando se trata de defender los intereses del gran Capital, en este caso los intereses particulares de los empresarios de Cementos Argos, quienes habían instigado a las autoridades para romper a sangre y fuego la huelga pues necesitaban el Clinker que había en El Cairo para mantener sus metas de producción.

De tal manera que hoy cuando se habla de exigir ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el llamado a juicio del ya Presidente Belisario Betancur por su responsabilidad en la masacre durante la retoma del Palacio de Justicia años más tarde en 1985, vale la pena recordar este evento doloroso para la clase obrera colombiana y vergonzoso para el gobierno y la patronal criollos, llamando a la comunidad internacional y a las mismas CIDH y CPI para que se le imputen cargos a Belisario Betancur también por su participación en la Masacre de Santa Bárbara en 1963.

“LUCKAS ARMERO.
Transcribimos aquí apartes de los relatos de los trabajadores testigos, consignados en un documento titulado «La Masacre de Santa Barbara» de Germán Andrés Jáuregui González:
“……… volquetas particulares conducidas por esquiroles, escoltadas por más de 100 efectivos del Ejército, que se habían desplegado para que trasladaran el cargamento y se encontraban bajo el comando de 3 oficiales del Ejército, el coronel Armando Valencia Paredes, el Capitán Álvaro Guzmán Bastidas y el teniente Víctor J. Jaramillo. Ya se sabía, y de seguro se comunicó a Medellín y Bogotá, que a lo largo de los barrancos que dominaban la carretera se apostaban centenares de obreros y gentes del común, resueltos a impedir, con palos y piedras, que la maniobra patronal se consumara. La caravana se ubicó aproximadamente a unos 300 metros antes de llegar al sitio donde se encontraban los huelguistas, muchos familiares de los trabajadores, algunos campesinos, mujeres, niños, curiosos y toda clase de personas del pueblo de Santa Bárbara, que se habían congregado en este lugar, pendientes del paso de las volquetas.

El ejército empezó a tomar posiciones estratégicas a lado y lado de la carretera y el coronel Valencia Paredes exigió a los huelguistas que se dispersaran para dar paso a la caravana que prácticamente llevaba todas las existencias de Clinker que había en cementos El Cairo.

“Ante la negativa de los obreros, “el oficial se pone en contacto telefónico con el gobernador Gómez Martínez, le informa sobre la situación, y el mandatario seccional, accionista mayoritario de Cementos Argos de Medellín, que es de la misma cadena de Cementos El Cairo, responde tajantemente a el oficial: “¡Hombre, coronel, si no es capaz de pasar ese cemento, véngase inmediatamente que yo mando a otro!”.

Mientras tanto, los militares comienzan a insultar a los trabajadores, diciéndoles que si no despejaban la carretera serían despedidos y que tenía más valor el Clinker que todos los huelguistas allí presentes. Ante la provocación, los obreros lanzan también gritos ofensivos y desafiantes contra los militares y se proveen de piedras, canecas llenas de agua y toallas, e intentan desinflar las llantas de las volquetas; los ánimos y el espíritu de lucha de los obreros se exasperan ante la actitud amenazadora y de rompehuelgas asumida por el ejército.

Cuando, el reloj señalaba las 4:45 de la tarde, el comando del Batallón emite la siguiente orden: “dispersión con gases”. Enseguida, el Capitán Álvaro Guzmán Bastidas y el teniente Víctor J. Jaramillo, avanzan con los soldados, carretera arriba y llegan a la bomba de gasolina Codi, (propiedad de Raúl Moreno, administrador de la fábrica cementos El Cairo). Desde allí se produjo la primera descarga de gases sobre la multitud y un pelotón se lanza a la captura de los dirigentes de la huelga. Ante la arremetida de las Fuerzas Armadas, la multitud respondió con nutrida lluvia de piedras, únicas armas en su poder.

Había confusión y miedo, pero la gente se cubría con toallas y pañuelos húmedos. Los huelguistas, protegidos por la volqueta de El Cairo N° 52 y el local del restaurante Codi, trataban de repeler la embestida de la soldadesca con una fuerte pedrea y así tratar de impedir el paso de las volquetas.

Posteriormente viene lo inesperado, bala de pistola, ametralladora y fusil contra los inermes trabajadores y contra la multitud presente en el lugar, como se detalla en información que reposa en el Archivo de la Presidencia de la República:
“Las volquetas cargadas comenzaron a llegar al campamento de los huelguistas alrededor de las 4 de la tarde, los Trabajadores permanecían sentados en la carretera, en actitud pacífica, esperando el desarrollo de los acontecimientos, como también la llegada del secretario de Gobierno del departamento ya que el coronel Valencia dijo que llegaría alrededor de las 4 de la tarde, cosa que nunca ocurrió, el día anterior y ese día se habían mandado mensajes al Ministro del Trabajo para que se hiciera presente en Santa Bárbara para ver si se llegaba a un acuerdo.

Siendo cerca de las 5 de la tarde de ese día, un oficial increpo a los huelguistas diciéndoles que si no acababan la huelga serian echados de la Empresa, que éramos una partida de comunistas Hijuetantas.

Ante la agresión violenta e indiscriminada de las fuerzas represivas, la multitud comenzó a correr, unos hacia los cafetales aledaños a la carretera, otros hacia las casas vecinas en busca de refugio. En las ventanas del hospital que dan a la bomba se hallaban varios médicos, Hans Siegert, Juvenal Rojas, Alberto Mondragón, Aníbal Castañeda y Conrado Estrada. Los doctores Juvenal Rojas y Alberto Mondragón alcanzaron a tomar algunas fotos de las escenas que se daban. Tan pronto, los miembros del ejército se percataron de las cámaras dispararon hacia el hospital y enviaron soldados a tomar posesión de los rollos fotográficos.

A las 5:15 de la tarde se observaban los primeros heridos y varios muertos, y el ejército continuaba la inmisericorde persecución contra los obreros y el pueblo de Santa Bárbara que trataba por todos los medios de huir de la masacre, como se contó años después:
Se abrió entonces un tenso compás de espera. A las cinco de la tarde, las volquetas repletas de cemento y soldados trataron de forzar la salida, frente a la carpa de los huelguistas.

Los obreros, entonces, se apostaron como un solo hombre para impedirlo.
“Súbitamente, se oyó la chillona voz del coronel al mando que ordenaba abrir fuego, sin mediar advertencia alguna. «Al principio todos creímos que eran balas de fogueo -narra Gonzalo Álvarez, directivo del sindicato-. Pero al momento cuando vimos caer a nuestros compañeros muertos o heridos, a nadie le quedó duda de que la matanza iba en serio y que estaba preparada de antemano».

“Las ametralladoras y los fusiles disparaban sobre todo lo que se moviera.
Mientras un grupo descargaba contra los obreros ubicados en la carretera, otro lo hacía contra el hospital, desde cuyas ventanas algunos médicos tomaban fotografías. Arriba de un barranco, gentes pobres de Santa Bárbara contemplaban horrorizadas la masacre. Segundos después, la enloquecida soldadesca apuntaría también contra ellas hiriendo a decenas.
“El teniente Víctor J. Jaramillo, al frente de un pelotón de soldados, se cruza por un callejón que unía la calle de la casa de Luis Eduardo Zapata con la Bomba Codi, para continuar la persecución de los huelguistas, y allí, después de varias descargas de fusiles y pistolas, cayó muerta con un impacto de bala en su cabeza la niña de 10 años María Edilma Zapata, quien huía aterrorizada por la balacera del ejército contra los trabajadores. La niña murió cuando ya casi alcanzaba a cubrirse en la casa del obrero Fabio Villada, pero sólo alcanzó a llegar hasta el andén.

María Edilma Zapata, era hija del obrero y sindicalista de la fábrica Cementos El Cairo, Luis Eduardo Zapata, quien fue detenido esa mañana en desarrollo de uno de los primeros altercados ocurridos en la carpa de los obreros. Así recuerda Luis Eduardo Zapata cuando le contaron que su hija había sido asesinada por las Fuerzas Militares:
“Por ahí a las 5 de la tarde me llevan la noticia, ve te mataron la hija a vos, una muchachita, niña de 10 años, que iba con la señora huyendo, pasando de la casa.

Yo tenía una casa ahí en la bomba, ahí vivíamos (…) Iban dando candela pues por todo eso, entonces una bala le dio a la niña, y la mataron. La señora la recogió y la llevó a la casa (…) Me estaban guardando dos soldados, después me llevaron la noticia que fuera al velorio, pero custodiado por dos soldados. Nos quitaron el agua y la luz, a lo oscuro, pero yo tenía una planta, (eléctrica) y con esa planta yo vele la niña toda la noche, con la custodia de los dos soldados.

“La persecución prosiguió. El ejército empezó a allanar domicilios, en busca de los obreros, mientras otros pelotones de soldados se dispersaban por todas partes, por el hospital, el camino del Cauca, los cafetales, los almendros y por el llano, continuando con la masacre. Los obreros estaban acorralados y muchos habían sido concentrados por el Ejército en las carpas de la huelga.

“Las mujeres lloran y gritan presas de la histeria».

“Agarrándose al uniforme de algunos militares, madres, esposas e hijas de los huelguistas suplican que no los maten. Una de ellas, hija del obrero José Múnera, cae en este momento al recibir dos balazos en la vagina. Entre varias personas la arrastran hacia el cafetal. Lo propio hacen con Rafael González, que ha sido herido también.

Recibió varios impactos de bala y un soldado lo atravesó en el vientre con la bayoneta.” De pronto, alguien se pronunció en voz alta en contra de esta masacre, era el cura párroco Lorenzo Salazar, quien con los brazos en alto dijo: “No más señores, alto ahí a esa matanza, ¡Oficial, por amor a Dios: no mate más gente!”, cuando los militares se disponían a fusilar a los huelguistas retenidos en las carpas de la huelga.

“La gente seguía buscando donde esconderse y se seguían escuchando disparos esporádicos. Los militares allanaron la casa del obrero Fabio Villada para sacar a quienes se habían refugiado en su interior. Allí reposaba muerto, a causa de las heridas recibidas, Juan María Holguín. Otro de los muertos fue Luis Ángel Ruiz Villada, que yacía en la carretera con un tiro de fusil en la frente, él era obrero de Cementos Argos y se había desplazado desde Medellín a Santa Bárbara para prestar solidaridad al movimiento huelguístico.

“11Los trabajadores de Argos testimonian la muerte de su compañero en una declaración posterior a la masacre: “los trabajadores de cementos Argos, ante el crimen oficial cometido contra los trabajadores de cementos “El Cairo”, masacre en la que cayó víctima nuestro compañero Luis Ángel Villada, declaramos voluntaria y espontáneamente nuestra decisión de no elaborar materia prima procedente de las ensangrentadas canteras de “El Cairo, hasta que las peticiones de los compañeros sean aceptadas” …

Entrevista a Luis Eduardo Zapata García, obrero jubilado de la empresa de Cementos El Cairo. Publicado 27 Febrero 2012 por Utopía”