Los griegos antiguos les pusieron nombre a las ninfas de los árboles: Dríades y Hamadríades.
Por Lenin Cardozo*
Las Dríades de los árboles. Servio, el comentarista latino de Virgilio afirma que las Dríades son Ninfas en medio de los arboles, mientras que las Hamadríades son las que nacen y mueren con ellos, aquellas cuya vida depende de la del árbol; sin embrago, no sabemos hasta que punto esta observación erudita de un autor tardío responde de hecho a la creencia mitológica. Por otro lado, las Dríades según indica su nombre son Ninfas de las encinas así como las Melíades son las Ninfas de los fresnos, también asociadas con los robles, pero lo cierto es que a todas se las relacionaba con los árboles en general.
Las Dríadas eran de apariencia humana que se reflejaban en su árbol de nacimiento. Los árboles altos eran las mujeres altas, un árbol más pequeño una niña. El follaje podía reflejar el cabello, hojas largas representaban lo largo de sus cabelleras, hojas pequeñas significaban el cabello corto de una niña. Los troncos gruesos representaban a una joven gorda y si la madera era oscura significa que su piel era de color negro. Las lágrimas eran el color de la clorofila.
El temperamento de las Dríades se basaba únicamente en el estado de su protegido (el árbol), que lloraban cuando llegaba el otoño y las hojas comenzaban a caer, o saltaban de alegría con la llegada de la primavera.
Las dríadas eran fuertes espíritus de la naturaleza, que podían comunicarse con los animales y con los seres de la naturaleza, hacer que sus raíces crezcan para impedir o dificultar las ramas y hojas implicar que estás sufriendo. Podían desaparecer en una nube de humo e ir a su árbol, y vivir el tiempo que viviría el árbol.
Las Ninfas Hamadríades son los espíritus femeninos que representaban el poder divino de los arboles. Nacen y mueren a la vez que los árboles compartiendo con ellos las dichas cuando crecen y están verdes, floridos, y los infortunios cuando están secaos y pierden las hojas. Se les consideraban espíritus bienhechores a quienes cuidaban y protegían los árboles y ayudaban a los mismos con oportunos consejos y oían sus suplicas o intervenciones de cualquier problema. Aparecen en leyendas como la de Reco. Cierto mito tardío nos relata el origen de las Hamadríades. Según él, una doncella llamada Hamadríade se casó con su propio hermano, Oxilo.
Las Hespérides. En la mitología griega las Hespérides (en griego, ‘hijas del atardecer’) eran las ninfas que cuidaban un maravilloso jardín en un lejano rincón del occidente, situado según diversas fuentes en las montañas de Arcadia en Grecia, cerca de la cordillera del Atlas en Marruecos, o en una distante isla del borde del océano. Adicionalmente, Hespérides (o también Islas Afortunadas) es un nombre dado por los antiguos a una serie de islas situadas en el extremo oeste del mundo entonces conocido. Éstas podían haber incluido Canarias, Madeira y Cabo Verde.
El Jardín de las Hespérides es el huerto de Hera en el oeste, donde un único árbol o bien toda una arboleda daban manzanas doradas que proporcionaban la inmortalidad.
Los manzanos fueron plantados de las ramas con fruta que Gea había dado a Hera como regalo de su boda con Zeus. A las Hespérides se les encomendó la tarea de cuidar de la arboleda, pero ocasionalmente recolectaban la fruta para sí mismas. Como no confiaba en ellas, Hera también dejó en el jardín un dragón de cien cabezas llamado Ladón que nunca dormía, como custodio añadido. Posteriormente esas manzanas doradas fueron asimiladas a los cítricos de allí a considerar a las Hespérides como los espiritús feericos asociados a estos. Podríamos concluir diciendo que a veces se las consideraba asociadas a un único árbol y mueren si éste se corta. Por esta razón, las dríades y los dioses castigaban a los mortales que dañaban a los árboles.
