otan-rusia-ucraniaPor Rostislav Ischenko*

Moscú (PL) Durante el año 2014 la atención de la sociedad rusa, y en gran medida la mundial, se ha centrado en Ucrania. Esto se puede comprender teniendo en cuenta el dramatismo de los eventos que ocurren en ese territorio, pero sería incorrecto ignorar lo que ocurre en el territorio ucraniano al margen de los procesos globales.

La crisis ucraniana es la continuación lógica de las de Siria y Libia, que empezaron en el 2011 y que siguen hasta ahora, y también de la crisis georgiana de 2008. Todas estas crisis conforman etapas de la escalada de Estados Unidos contra Rusia.

Durante los últimos seis años, en particular, hemos sido testigos de la confrontación global entre Moscú y Washington, que en 2008, por iniciativa de Estados Unidos, entró en una fase abierta y desde aquella época sigue escalando.

En ese sentido, 2014 fue un año de inflexión. Al sufrir la derrota en Georgia, de verse atrapados en el Medio Oriente y en el norte de África, Estados Unidos decidió cambiar la correlación de fuerzas a su favor con un golpe, y Ucrania fue el punto escogido.

Con ese objetivo, fue organizado el golpe de estado en Kiev, para crear un estado nazi, fundado en ideas «rusófobas». Este estado tenía que erigirse en una plataforma de acciones contra Rusia, dirigidas a desestabilizar la situación en esta federación y su estadidad.

Como resultado del conjunto de medidas militares, diplomáticas, económicas y financieras del liderazgo ruso, Washington no pudo realizar completamente sus planes. Pero esta vez, la Casa Blanca no se retiró y no cambió el punto de aplicación de sus «esfuerzos», como se había hecho antes. Georgia cedió el paso a Libia y Siria en los planes estadounidenses, y tras ellas correspondió a Ucrania. Ahora Washington va por el camino de la intensificación de las presiones con la complicidad de sus aliados.

Sin embargo, Rusia ha podido resistir, y al final Estados Unidos quedó atrapado en Ucrania y ha provocado la desestabilización interna en la Unión Europea.

Así, 2014 fue un año de lucha por la iniciativa. Durante esta puja Washington presionó a Rusia con el empleo de más recursos, mientras que Moscú se veía obligado responder, ante la escalada de confrontación.

A ese tenor, las maniobras militares que realizó Rusia en el verano con la participación de más de 500 mil militares para simular el enfrentamiento a un ataque nuclear, demostraron a todo el mundo que sus tropas están preparadas para cualquier variante del desarrollo de los acontecimientos, hasta el nivel más alto de confrontación.

Se puede constatar que al final de 2014, Estados Unidos ya ha aplicado todos sus recursos desplegados en el combate, mientras que Rusia preservó la capacidad de atraer nuevos recursos y aliados.

Todo lo cual hace suponer que la derrota de Estados Unidos es inevitable a corto plazo. Por eso en este momento Washington está intentando ejercer la máxima presión económica contra Rusia, a la par de intentar imponer la desestabilización interna en el país. Es un esfuerzo por ganar en el terreno táctico lo que estratégicamente está perdido.

Estados Unidos y más que ellos, sus aliados (principalmente de la Unión Europea, donde ya se observan procesos de desintegración), no serán capaces de resistir esa situación de alta tensión por mucho tiempo. Pero los próximos meses, sobre todo la primera mitad de 2015, serán críticos para Rusia. Será una etapa de elevado peligro y crispación, incluso de amenaza de un conflicto militar de envergadura entre potencias nucleares.

Si Rusia logra resistir las presiones hasta el fin de verano (puede ser antes), en otoño Estados Unidos iniciará una retirada estratégica y, en lo adelante, no será capaz de retomar la posibilidad de iniciativas en el futuro.

En lo referente a Ucrania, debido a la completa incapacidad del Gobierno de Kiev de controlar la situación interna política y económicamente, el país perdió su soberanía y se convirtió en un títere de las fuerzas externas, y de intereses geopolíticos ajenos, principalmente de Estados Unidos. El estado ucraniano se convirtió en un instrumento al servicio de intereses extranjeros, y en tal calidad será «usado» este año.

Por cuanto Estados Unidos tiene prisa y activamente intenta usar todos sus recursos para desestabilizar la situación en Rusia, la única vía de utilizar los remanentes de la institucionalidad ucraniana es mediante una intensificación de la guerra civil en Ucrania y expandirla a nuevos territorios.

De ahí que debido a un agotamiento de las fuerzas internas que pudieran frenar el conflicto y encausar una vida normal en el país, cabe esperar una intromisión armada externa y un control desde afuera.

Al mismo tiempo, Rusia en alguna medida deberá participar en una solución político-militar de la crisis ucraniana, pues no puede permitir que en el contexto de un conflicto global, alguna fuerza hostil controle sus fronteras.

En general, el final del conflicto geopolítico está fuera de los límites de 2015 y debe conducir a la liquidación del actual orden, basado en el principio de la dominación político-militar, económica y financiera de Estados Unidos, incapaz de cumplir esa función, en las realidades actuales.

Se impone otro orden más justo, un mundo multipolar y una civilización policéntrica, en la que las potencias anglo-sajonas, iniciadoras del conflicto global actual y perdedoras, tendrán que jugar el mismo papel que Alemania y Japón, «económicamente importantes, pero políticamente secundarios».

Para la construcción de ese nuevo mundo más justo, la «desamericanización» es tan necesaria como fue la «desnazificación» después de la Segunda Guerra Mundial.

* Presidente del Centro de Análisis Sistémico y pronósticos, y colaborador de Prensa Latina en Rusia.

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