ganadoPor Luis Manuel Arce Isaac

Panamá, 13 ago (PL) Panamá se consolidó en estos días como el reino del calor mientras agricultores y ganaderos piden a San Severino traiga las torrenciales lluvias que ya debían tener anegados los campos y gordas las reses.

Normalmente considerada una caldera hirviendo entre los fuegos del Atlántico y el Pacífico por un sol que evapora las aguas y crea una atmósfera propicia para ranas, Panamá padece una sequía que mata a las reses de sed, seca sembradíos y obligará al Canal a bajar el calado a los barcos si no llueve en el lago Gatún.

Panamá es considerado el país de las aguas por su régimen pluvial privilegiado de fuertes aguaceros nueve de los 12 meses del año, importantes ríos muy caudalosos y extraordinario manto freático, y ese es uno de sus grandes tesoros.

Pero ahora, al parecer, hay grandes discrepancias entre San Isidro Labrador que ha quitado las aguas para poner el sol, y San Severino que busca traer las lluvias sin poder lograrlo hasta ahora.

Los veragüenses, que tienen como patrón a San Isidro, han invertido los términos de la plegaria, o el eslogan, y lo instan a que quite el sol y ponga el agua, ayudando así un poco a San Severino, el dios de los bolivianos, que tan bien se ha portado en los Andes.

Pero los científicos temen que ninguno resuelva el problema por mucha voluntad que pongan ambos venerables beatos y por muy grande que sea la fe en ellos de agricultores y ganaderos, pues el problema no radica en su ánimo sino en un desastroso cambio climático que altera el ritmo del universo.

Un informe titulado Indicadores de Cambio Climático, elaborado por la Empresa de Transmisión Eléctrica, S.A. (ETESA) de Panamá revela que desde la década de los años 90 las temperaturas en todo el istmo han aumentado entre 0.5 y 0.8 grados centígrados.

Este aumento del calor ya no se puede catalogar de ola porque es permanente, y explica ese sudor copioso en aquellas personas expuestas a la intemperie sin el favor de los climatizadores de las grandes tiendas, oficinas y autos que consumen gran parte del petróleo que compra el país y hace pensar en saunas masivos.

Pero esos son efectos periféricos, sin importancia, los más graves están en la agricultura y ganadería cuyas mermas se expresan en precios cada vez más altos de los productos del agro, y una debacle en la hacienda nacional por la muerte de reses.

En la región de Azuero, por ejemplo, no llueve desde hace un mes y como consecuencia de la falta de agua, la mayoría de las quebradas están secas y los ríos se han reducido, y eso sin llegar aún el fenómeno de El Niño, que si se presenta traerá más sequía.

El gobierno ya está tomando cartas en el asunto y el presidente Juan Carlos Varela prometió construir nuevos sistemas de riego en el país para aumentar significativamente el rendimiento de los cultivos por hectárea y contrarrestar la sequía, así como facilitar y promover inversiones en el sector agropecuario con préstamos al 0 por ciento de interés hasta el 31 de diciembre del 2016.