Bogotá, 28 sep (PL) Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) reafirmaron su indoblegable determinación de continuar la búsqueda de la paz.

En una declaración política conjunta difundida aquí, las dos fuerzas guerrilleras remarcan que esa paz debe significar para su país y el continente la instauración «de una verdadera democracia, soberanía popular, justicia social y libertad».

Mediante ese documento, fechado el 27 de septiembre, manifestaron su propósito de avanzar en el proceso de unidad que «desde 2009 venimos forjando paso a paso, con el propósito de hacer converger ideas y acciones que permitan enfrentar -junto al pueblo- a la oligarquía y el imperialismo como elementos que imponen la explotación y la miseria en nuestra patria».

Al referirse a una reunión realizada entre las partes, indican que transcurrió «en momentos en que se desarrolla la más profunda crisis del sistema capitalista mundial, caracterizada por una desaforada carrera de guerras de invasión, saqueo y sobreexplotación de los recursos de la naturaleza y precarización de las condiciones de trabajo».

«En nuestra patria, añade, las calamidades generadas por este sistema de inhumana sobrexplotación y exclusión de las pobrerías, ha escalado la desigualdad y profundizado la confrontación de clases en dimensiones nunca antes vistas».

Todo ello, especifica, «deriva directamente de la aplicación sostenida y desbocada de políticas neoliberales que favorecen a los grandes grupos financieros y a grandes corporaciones transnacionales, en detrimento de las mayorías nacionales».

Dentro del panorama internacional de crisis sistémica del capital, resalta el comunicado, «Colombia se configura como un país de economía reprimarizada y financiarizada, condición a la que la han llevado los detentadores del poder.»

Tras denunciar la manera en que «millones de compatriotas han sido lanzados a la miseria y la guerra, impuesta por las élites…», el texto singulariza los objetivos a partir de los cuales fue instaurado el gobierno de Juan Manuel Santos: garantizar la continuidad de los planes de desposesión por despojo que sobre el pueblo colombiano impone el imperialismo».

«Una nueva espacialidad del Capital acompañada de ordenamientos jurídicos y disposiciones militaristas de seguridad y defensa -inmersas en la vieja Doctrina de la Seguridad Nacional y terrorismo de Estado- se afianza en nuestro país para blindar los derechos del capital, el bienestar de los ricos a costa de los trabajadores y del pueblo más humilde», remarca la declaración.

Tanto las FARC-EP como el ELN coinciden en que dentro de esa perspectiva se define la nueva etapa de despojo de tierras que hoy se disfraza con el falso nombre de restitución.

«En la práctica, a los millones de desplazados y víctimas de las sucesivas etapas de despojo violento auspiciadas por el Estado- particularizan- se suman ahora nuevas legiones de campesinos, indígenas, y gente sencilla en general», a quienes «se les arrebatará o se les niega ya la tierra mediante procedimientos de engañosa legalidad».

Se engrosan así aún más las cifras de pobreza y de indigencia que colocan a Colombia en el rango del tercer país más desigual del mundo, detallan.

Frente a esta realidad, argumentan, no puede haber otro camino para los revolucionarios que la unidad y la lucha, la acción de masas en las calles, el levantamiento popular en el campo y las ciudades, retando la criminalización de la protesta y exigiendo al gobierno reales hechos de paz.

Estos no pueden ser otra cosa que «la solución, mediante hechos, a los problemas sociales y políticos que padecen las mayorías por cuenta del terrorismo de Estado de la casta gobernante, cuyas tendencias más guerreristas han conducido los destinos del país durante la última década», sostienen.

No es con demagogia y amenazas de represión y más guerra que se pondrá fin al conflicto. No es con más compra de material bélico ni entregando el país al Pentágono que se alcanzará la paz…, denuncian.

Mucho menos, alertan, dando ultimatums a la insurgencia a partir de la idea vana de que la paz sería el producto de una quimérica victoria militar del régimen, que lleve de rodillas a la insurgencia, rendida y desmovilizada, ante ese adefesio llamado marco jurídico para la paz.

«Nuestra voluntad de paz radica en el convencimiento de que el destino de Colombia no puede depender de los intereses ruines de la oligarquía, arguyen los firmantes, para quienes los cambios políticos y sociales, con la participación y decisión plenos del pueblo son una necesidad y un requerimiento inevitable.

Lo haremos con pasos firmes en el pensamiento y la acción, «inspirados en los más profundos sentimientos de hermandad, solidaridad y camaradería y esperanza en el cambio revolucionario», concluye la Declaración conjunta, suscrita por el Comando Central del ELN y el Secretariado del Estado Mayor Central FARC- EP.