Por Michel Dalí, enviado especial

Londres, 20 jul (PL) Pese a la inclemencia del tiempo con la tímida esperanza de una mejoría hacia la próxima semana, la catedral de los XXX Juegos Olímpicos de 2012 comienza a moverse a ritmo acelerado y los precios galácticos.

La sensación general es que Londres marcará algunos récords para la historia, uno de ellos nada agradable: la carestía de la vida en todos los sentidos y por igual para residentes y foráneos.

Beneficiada por los vaivenes del euro, la libra esterlina parece decidida a hacer literalmente su agosto olímpico, con algunos extras desde julio y mejor aún a partir del viernes 27 con la ceremonia inaugural.

Aunque la sede del mayor evento mundial cada cuatro años parece lista en términos de instalaciones e infraestructura general, el ajetreo no termina en las inmediaciones de los estadios y en especial en el escenario principal.

Detalles de última hora se perfilan en el Parque Olímpico, donde se ubican varios de los centros principales de competencias y los lugares de trabajo de la prensa escrita (MPC) y de televisión y radio (IBC).

Las condiciones laborales para reporteros y comentaristas se antojan excelentes a priori, pero las conexiones de internet y telefónica alcanzan cifras que, se diría, apuntan a paliar la crisis económica interna con los olímpicos.

Una vieja controversia con la Asociación Internacional de la Prensa Deportiva (AIPS) y otras entidades terminó con revés para los enviados especiales: se limitó a la mínima expresión el servicio Wifi (inalámbrico) y las tarifas normales se dispararon.

Los Juegos de la era cibernética a la máxima expresión estarán en primer plano en redes sociales como Twitter y Facebook, de todas formas, si bien la expresión no refleja la realidad de que los accesos tienen alcance restringido por cuestiones de precios.

De 50 a 725 libras (923 euros) oscilan las tarifas para las entradas olímpicas, con acento especial en las elitistas ceremonias de apertura y clausura (pudieran llegar en reventas hasta cinco mil euros), y la final de los 100 metros planos.

El relámpago jamaicano Usain Bolt se enfrenta por primera vez a un reto supremo llamado Yohan Blake, su osado compatriota que quiera acabar con el dominio del espigado bólido del Caribe para volver a hacer del hectómetro las delicias de espectáculo.